DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO A CARGO DEL
SECRETARIO DE LA HERMANDAD, DON FRANCISCO LÓPEZ CÓRDOBA
Señor Párroco, señor Presidente, Hermano Mayor, muy especialmente hoy, señor poeta y autor de «Sonetos como rosas y sus espinas», queridos hermanos, queridos invitados a este acto, vecinos y amigos todos:
Una vez que ya hemos recibido gentilmente la bienvenida del Presidente, sencillamente aludo de inicio que espero que viváis gustosa y gratamente este acto que ha de ser interesante porque con plena certeza os digo que sumamente interesante es la obra que hoy tenemos el honor de presentar en esta casa; y ha de ser solemne, pues en plena Cuaresma estamos, y en esta Hermandad tratamos de vivir actos que, como cristianos y cofrades, nos orienten y nos enriquezcan en el camino de este tiempo litúrgico, y porque este magnífico poemario tiene, entre sus geniales composiciones, sublimes versos que expresan magistralmente fe y devoción al Señor, entre ellos los que genialmente componen un fabuloso soneto alejandrino a Ntro. Padre Jesús Nazareno. Pero vayamos por partes.
«Sonetos como rosas y sus espinas» es un libro que recoge los sonetos del prestigioso escritor santaellano D. Rafael Ruiz González. Así es, nada nuevo es para los que aquí presentes estamos que yo sencillamente recuerde que nuestro admirado y querido escritor es un ilustre santaellano de cuna. Tanto es así que además de que siempre guarda buenos recuerdos de su santaellana infancia, siempre da un gran valor a la enseñanza y labor de su maestro.
Por otra parte, determinantes para él fueron sus estudios humanísticos y teológicos del Seminario, etapa que considera muy importante en su vida, en la cual nunca ha dejado de mirar hacia delante. Se hizo Maestro Nacional y se licenció posteriormente en Filología Románica. Su vocación de profesor en diferentes centros de educación la ha sabido compaginar, muy afortunadamente para nosotros, con su vocación por la música y la literatura. Autor de «Recuerdos (Poemillas del pueblo», coautor de «Santaella. Estudios históricos de una villa cordobesa», autor del «Romance satírico-burlesco», de la emblemática obra teatral «El Gran Capitán, alcaide de Santaella» y de «Mi prosa varia», entre otras obras; Director durante muchísimos años de la Coral Diego Manrique y es también Rafael nuestro flamante Cronista Oficial de la Villa. Ya lo conocéis, un hombre pleno de virtudes, dispuesto siempre a darse por la gente que le rodea y por Santaella.
Hoy estamos aquí deseosos de conocer su último libro que es verdaderamente hermoso, que tiene un gran valor y que todos vamos a disfrutar, pues nos ofrece una esplendorosa recopilación de sonetos, clásica composición de la poesía que Rafael domina con arte y con genialidad.
En el prólogo, el poeta nos va revelando las principales claves que sin duda van a ser referencias importantes para el deseoso lector que ya quiere adentrarse en el libro. Nos corrobora que, en efecto, son sonetos los que reúne en esta colección y nos advierte que muchos ya fueron publicados en otras obras, pero igualmente indica que también se recogen otros nuevos que se publican por primera vez. Asimismo, nos revela el oportuno prólogo que vamos a encontrar sonetos de tema religioso, de tema amoroso (los que predominan) y otros asépticos. Por otra parte, el autor se nos presenta como un sencillo aficionado a la poesía y nos afirma que los ha construido con mucho cuidado y mimo, que los recopila en este libro para que no caigan en el olvido. Añado, con vuestro permiso, querido autor y queridos inminentes lectores, que las composiciones que aquí se presentan son, además de aficionado, de sabio poeta, por la excelente construcción de sus versos, por su sublime lenguaje literario y por los enriquecedores sentimientos que expresan y que, con el mismo mimo y cuidado, nosotros, tus lectores, las vamos a disfrutar. Acerquémonos un poquito a estas brillantes páginas.
Al inicio, nos encontraremos con los conmovedores poemas de tema religioso que componen un primer apartado del poemario. Son por poesías nacidas de la fe y culto al Señor, cuyos versos van a ser claramente interpretados por el lector por sentida su expresión y por sus significativas palabras de devoción. Aún más nos vamos a identificar con estos sonetos los lectores santaellanos, pues están dedicados a dos imágenes del Señor de nuestra localidad: la del Cristo de la Veracruz y la de Ntro. Padre Jesús Nazareno. En ambos poemas se combinan tanto versos que revelan con profundidad perdón, amor y veneración hacia el Hijo de Dios, como versos que destellan admiración a las sagradas imágenes y las entrañables vivencias de sus procesiones.
El siguiente capítulo recoge aquellos sonetos que tratan el tema amoroso, los cuales nos van a dejar a los lectores interesantísimas expresiones, connotaciones y reflexiones. Comienza el capítulo una vez más con un guiño del autor a sus poetas preferidos, en este caso al sarcástico Quevedo que tantas veces dio profundidad al amor. Muy sugerentes son los sonetos de amor de nuestro poeta Rafael, porque nos ofrecen interesantes perspectivas sobre el sentimiento amoroso dejando genuinas reflexiones que se unen a la fuerza expresiva del yo poético.
En este sentido, magistralmente se relacionan el amor y el tiempo en el primer soneto de este capítulo AYER, HOY, MAÑANA. El verso «Ayer te amé como la primavera», nos ofrece un símil que a cualquier lector evoca los recuerdos de los hermosos amores de juventud, pero al mismo tiempo el poeta nos sorprende inmediatamente con la descripción entre metáforas de un amor que progresivamente se va engrandeciendo hasta la eternidad.
De lleno nos vamos a encontrar en el siguiente poema con el tópico barroco del amor como contraste de opuestas sensaciones: las más espléndidas y las más amargas, que se conjugan entre sí. SONETO DE LA LUCHA DEL AMOR lleva por título y consigue el autor en todo momento revelar con acierto ese pulso entre sentimientos opuestos con antítesis oportunas como martirio-cielo, infierno-gloria o maldigo-bendigo entre otras.
Con igual expresividad, convertida en versos magníficamente construidos, nos describe de forma encomiable ese estado en el que el amor se vuelve melancolía. Me refiero al soneto Y TÚ, GACELA MÍA, que nos envuelve en una reconocida sensación de soledad que toma fuerza al final con la desazón del amante que reclama atención a la amada: Y tú gacela, mía: melancolía, soledad y desazón.
Una reflexión más profunda y filosófica nos ofrece EL CIELO Y TÚ. Transpiran estos versos emoción, al reconocer el sujeto lírico que su fe cristiana y su amor por su amada son verdaderamente las fuerzas que le hacen superar esa áurea de decepción de la vida que a veces nos somete. Clara, contundente y, como no, cuidadosamente metafórica es la siguiente estrofa:
¡El cielo y tú, columnas de mi templo!,...
... sois el sol, porque no dudo que la vida
humana entre el cielo y tu amor se hace divina.
El último soneto de este capítulo, LA CARNE CALCINADA, nos insiste en esa imagen de la carne humana que el tiempo deteriora, pero que, a la vez, convive con el deseo, la ilusión y las continuas esperanzas de amar que le hacen al hombre acabar, como dice la última la palabra del poema, victorioso.
El capítulo de temas diversos nos presenta una riquísima y exquisita miscelánea de asuntos de plena exaltación del poeta, de su familia, de sus allegados y, hay que decirlo así, de toda Santaella, villa a la que su cronista no solo le escribe sino que le canta con versos esplendorosos, bien construidos y cargados de admiración.
¡Qué brillante es la descripción de nuestra amada torre en el primer soneto dedicado a este representativo monumento!
La metáfora residente entre los dos primeros endecasílabos no puede describir mejor esa imagen de la torre que todos admiramos y todos conservamos en la retina: «¡Cálido abrazo de barranco y cielo!». Aparte de esta acertadísima expresión, este soneto nos deleita con otras metáforas enriquecedoras que describen la estampa del hermosísimo monumento como lírico adagio en pétrea sinfonía, identificación esta llena de fuerza expresiva y de significado, que nos deja un guiño del autor a su otra faceta artística, la música a la que tanto favor le hace. También, haciendo gala de nuestra torre, qué bien nos transporta a los momentos en que suenan las campanas a agonía, la cual describe como plegaria a Dios. Con la bellísima personificación, el aire se vuelve donaire en tu cintura nos lleva otra vez a la sublime descripción de este importante símbolo de nuestro pueblo, resaltando esta vez su arte y su imponente significado histórico para Santaella: «¡Regia historia dormida en su fanal arquitectura de soledades plena!». Acaba el soneto genialmente, mostrándonos también a la torre como oración de los santaellanos cuando sus sones de campana tocan a gloria.
Se va a continuación el poeta desde nuestra amada torre santaellana a la monumental e histórica ciudad de su vida estudiantil: Granada. Nos ofrece Rafael sobre la ciudad nazarí un soneto alejandrino en el que desde el primer momento muestra su amoroso lazo hacia ella y enumera esos rasgos propios que la engrandecen: sacra, lorquiana… sabiendo asociar con inteligencia la composición en granos de la granada, del fruto, con los sentimientos que le unen a la ciudad.
A continuación, a la inversa de como hizo Góngora en su momento, el poeta se sitúa en su querida Córdoba para hablarnos de sus sueños con Granada, con su mundo gitano y sus poemas de Lorca.
Da paso en el primer terceto a una sublime descripción que se detiene en la admirable Sierra Nevada, gracias a la cual nos presenta a Granada como una bellísima novia blanca rodeada de unos tesoros que no son sino sus monumentos: Alhambra, Albaicín y Alcaicería. Y ya en el último terceto valora plenamente el poeta la grandeza de todo lo que a él le enseñó la sabia capital granadina.
Lleno de verdades y, ¿por qué no?, curiosidades, está el genuino SONETO BIOGRÁFICO-ESTRAMBÓTICO en el que el sujeto lírico recorre con mucha fluidez su vida entre metáforas, hipérboles y expresiones curiosas. Con la identificación de un polluelo rompe el poema para llevarnos a los inicios de su vida, llenos de incertidumbre. Su entrañable tiempo de seminario y su definitiva elección de otro camino marcan el segundo cuarteto. Alude a su querida vocación como profesor en la siguiente estrofa y deja patente en el último terceto su amor a su cultura cordobesa y andaluza: cordobés nací y andaluz muero. Después de este sutil recorrido, como no puede ser de otra manera, termina este genuino poema con otra genial curiosidad, un epitafio que se autorrealiza: «Aquí olvida, olvidado, Rafael, romanticón y enamorado».
Más profundo y plenamente entrañable es el soneto que la colección nos ofrece a continuación «A MIS HIJAS». El título ya nos revela a las protagonistas de sus versos y la suma importancia de la composición. Dos implacables versos de cariz conceptista empiezan el soneto con una brillante caracterización de las dos protagonistas. De mitología griega viste el poeta a la primera, textualmente dice: «Entre vestal y Venus la primera», y con rasgos propios de cultura andaluza presenta la segunda: «... y entre mora y gitana la segunda».
Esta caracterización esbozada así, de primeras, toma una significativa profundidad conforme avanzamos en el poema, cuando el poeta declara con magistrales metáforas que sus hijas son lo más importante de su vida: premio de pasión profunda, «... la luz cuando perdí mi estrella, fuente donde mi amor rebosa, mi sangre con la sangre de ella», y las últimas: en vida sois mi vida, palma siempre victoriosa… de ese apoteósico terceto en que deja patente en que sus hijas son lo máximo que tiene en su vida y serán lo máximo que habrá dejado cuando, textualmente dice el poeta: «... dé mi guerra por perdida».
Tras la alegre inspiración y máxima motivación para la vida que respira el poema «A MIS HIJAS», nos ofrece la siguiente página la imponente solemnidad y auténtica sobriedad que transmite el soneto in memoriam al sacerdote D. Juan Jurado Ruiz. Una sucesión de imponentes metáforas nos presenta al religioso como auténtico virtuoso en el primer cuarteto: símbolo humano.., cálido fuego de volcán sagrado, ánfora plena de un morir quemado… y al mismo tiempo revelan con total claridad al buen lector el trágico suceso que experimentó el heroico protagonista. Siguen ensalzándose sus sublimes valores en las siguientes estrofas con más expresiones que ensalzan su fe, servicio y admirable valentía, para que los muy emocionantes versos finales nos hagan reflexionar sobre cómo el mismísimo Dios ha de recibir un ejemplar y admirable mártir como este párraco, al que nos unimos todos de corazón al leer este soneto de Rafael.
Termina este misceláneo capítulo con un emocionante soneto que a todos los santaellanos puede levantar el ánimo. Este poema tiene la autoría de Andrés Sauces Marín y la revisión de nuestro querido poeta Rafael. Los dos cuartetos recrean y relacionan sutilmente elementos tan identificativos como Capilla, Campiña y Campana, unidos al sentimiento que despierta la esencia de nuestro pueblo, del cual exalta su pasado y mira a su futuro: «... cantar tu pasado y tu mañana». En este sentido, el primer terceto alude a los antiguos pobladores de la legendaria Santaella y la última estrofa nos presenta la metafórica imagen de un coro de ángeles que eleva a Santaella, simbolizando así toda esa bendita gracia que respira nuestro pueblo y que tan artísticamente se describe en este carismático soneto.
Este sublime poemario tan magnífico con estas valiosos sonetos tan bien construidos y tan sugerentes lo va a completar su autor con un apéndice a todas luces adecuado y verdaderamente interesante, pues, queridos lectores, después de que nos hayamos deleitado de ese genial perfume que nos han ido dejando los sonetos de Rafael, resulta oportuno, ¿por qué no?, este breve y a la vez acertado repaso de los principales poetas de nuestra lírica que han cultivado el soneto, los temas más utilizados y las mejores composiciones de estos ilustres y muy conocidos escritores. De esta forma, estas páginas últimas del libro nos guían muy bien hacia históricos sonetos como los lopistas «Un soneto me manda hacer Violante», «Desmayarse, atreverse, estar furioso», «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?». De Quevedo, el titulado «Amor constante más allá de la muerte» o el que empieza «Miré los muros de la patria mía», u otros tan significativos como el gongorino «Mientras por competir por tu cabello», «Estas que fueron pompas y alegría» de Calderón, o «Soneto al ciprés de Silos», que se destaca entre los que compusieron los poetas del 27.
Aún nos deja este librito tan enriquecedor y valioso, una última sorpresa, un breve epílogo que recopila los tres brillantes sonetos que el Doctor D. Alberto López Palomo dedicó a la Coral Diego Manrique de Santaella por su XXX aniversario. Estos sublimes versos —que espero que conozcan y, si no, aquí podemos disfrutarlos— nos evocan con mucho talento esos fabulosos cantos de nuestra coral con los que, como el poeta dice, vibra el aire y la alondra se estremece… el ruiseñor se mece. Igualmente, estos sonetos nos brindan muy logradas y bellas metáforas hacia la música de la coral como oro del pentagrama, talismán de la música más bella, dulce caricia de la gentil doncella, armónico esplendor de eternos sones o sirénico Corinto de emociones.
En definitiva, queridos lectores, hoy se presenta un tesoro, pues se trata de un libro en el que brilla cada una de sus páginas llenas de auténticos diamantes, que son todos y cada uno de los sonetos de nuestro querido Rafael Ruiz González. Disfrutadlo al máximo. Muchas gracias.