El pasado 14 de mayo, lunes, falleció nuestro querido amigo
Pablo Moyano Llamas a la edad de 79 años.
Ésta es la noticia del fallecimiento, publicada en Diario Córdoba:
R. CASTRO 15/05/2012
El sacerdote Pablo Moyano Llamas falleció ayer, a primera hora de la mañana, en Montemayor, de cuya parroquia de la Asunción era párroco emérito, y donde ha ejercido su ministerio pastoral durante cincuenta años. La noticia, por lo inesperada, ha causado una gran impresión en la población. Pablo Moyano, natural de Santaella, donde había nacido en el año 1932, realizó sus estudios en el Seminario Conciliar de San Pelagio de Córdoba, siendo ordenado sacerdote el 21 de junio de 1959. Su primer ministerio se desarrolló en San Calixto, donde ejerció como párroco y capellán del convento de religiosas carmelitas, pasando posteriormente a Montemayor, donde ha desarrollado prácticamente toda su vida sacerdotal, vinculándose con los lazos de una entrega generosa, de una convivencia fraterna y de una unión con el pueblo. Tres han sido las facetas que han brillado en la vida de Pablo Moyano: primera, la de su ministerio sacerdotal como párroco, tanto en los años conciliares y postconciliares, con lo que conlleva de trabajo pastoral con niños, jóvenes y personas mayores, a los que Pablo atendió siempre y abrió nuevos horizontes. Mantuvo su porte externo y su vestimenta, la sotana, de la que se sentía orgulloso frente a los vaivenes y cambios que se prodigaron a lo largo de los años. La segunda faceta de su ministerio ha sido la de la enseñanza, principalmente en sus años de profesor en el Instituto de Santaella. Y la tercera faceta abarca sus afanes culturales, que le llevaron a una serie de actividades relacionadas con la arqueología, con los trabajos como académico de la Real Academia de Córdoba, y con el periodismo. Durante muchos años, desde los lejanos 70, comenzó a colaborar con nuestro periódico, como corresponsal y como articulista. De su pluma y, sobre todo, de su corazón sacerdotal salieron centenares de artículos que desarrollaban siempre temas de actualidad. Y todavía seguía enviando sus artículos, ya con menos periodicidad, manteniendo ese espíritu de llevar a las páginas del periódico sus inquietudes y sus puntos de vista. Pablo Moyano consideró siempre al CORDOBA como su casa, y durante años celebró diversas comidas con periodistas en Montemayor. En el ámbito cultural, hemos de destacar sus trabajos hasta lograr que Montemayor contara con un Museo arqueológico, donde fue colocando piezas históricas muy valiosas, que encumbraron la historia y la trayectoria del pueblo. Como académico, impulsó la Asociación de Cronistas locales y provinciales, con viajes y visitas a monumentos o a paisajes históricos de especial interés. Su muerte repentina ha causado un gran impacto en Montemayor, en todos los que le conocieron y trataron, y especialmente en nosotros, sus compañeros y amigos. Mañana, miércoles, tendrá lugar la misa de corpore insepulto, en la parroquia de la Asunción, a las 10.30 horas. La silueta de Pablo Moyano nos hace recordarle como un sacerdote fiel, cumplidor de su misión en todo momento, mientras escuchamos la vieja melodía, en los preciosos y delicados versos del poeta: "...Día y noche, la canción sin fin de tu muerte se levanta como el mar alrededor de la isla soleada de la vida". Descansa en la paz del Señor.
ANTONIO GIL
Ésta, la noticia del sepelio en Montemayor, donde fue enterrado el día 16 y también publicada en Diario Córdoba:
19/05/2012
Nos ha dejado don Pablo Moyano Llamas, presbítero de la Iglesia, miembro de la Real Academia, historiador, cronista, y el cura de nuestro pueblo.
Nos dejó en vísperas de San Isidro Labrador, patrono de nuestros campos y romería de Montemayor, una fiesta que a él le encantaba y con la que se volcaba cada año.
Impresionante la despedida de don Pablo, le lloró y veló todo el pueblo y gran parte de la Campiña. Fue recibido en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, su parroquia, el mismo 15 de mayo a la 1 de la tarde. Hacía un calor sofocante y dentro del templo un frescor y quietud especial. Llegó don Pablo, tenía un semblante de paz, sosiego y felicidad que llamaba poderosamente la atención. Fue vestido con casulla roja y dorada y en su pecho, un rosario de la Virgen de la Sierra. Desde su llegada al templo hasta las 23 horas de la noche del 15 de mayo se le oficiaron dos misas y le estuvo velando el pueblo hasta que se cerraron las puertas de la iglesia.
El día 16 se le dió santa sepultura. Desde las 9 de la mañana un hervidero de personas comenzó a llegar a la iglesia, personas sencillas, amigos y autoridades. Su féretro, rodeado de estandartes de todas las hermandades de Montemayor, el Amarrado, Hermandad de Jesús, El Resucitado, San Isidro, el Cristo de la Juventud, estandarte y banderas de las hermandades de Santaella, Montalbán y casi 30 coronas de flores de amigos e instituciones, llegadas de todos los puntos de Córdoba y la provincia. Cuando doblaron, comenzó a entrar la comitiva en la iglesia: más de 40 sacerdotes, el vicario, eméritos y, cerrando la comitiva, nuestro obispo, un torrente de voces limpias, vibrantes y varoniles entonaron un himno que te hacían sentirte más cerca de Dios. Se ofició la misa con la participación de innumerables sacerdotes y con una entrañable, cercana y sobre todo una catequesis ejemplar de nuestro señor obispo. Fue un funeral impresionante como pocos se han visto.
Hemos despedido, como bien merecía, al cura de nuestro pueblo, el cura con sotana, don Pablo, "comiéndose y matando a todos los niños que se encontraba por la calle", un hombre de gran cultura y que ha contribuido muchísimo a los estudios sobre la historia de Montemayor. Todos sentimos que alguien nos falta, alguien que de una forma u otra ha estado presente en la vida de cada uno de nosotros, en nuestros acontecimientos familiares, y en todos los recuerdos, y aún lo sigue estando. No sé si soy la persona más adecuada para escribir sobre don Pablo, es difícil hablar de una persona con la que has convivido desde que tienes uso de razón, con la que, familiarmente, me unía algo más que amistad y la relación característica con el cura del pueblo. Don Pablo formó parte de mi familia.
Recuerdo que hace más de 30 años nos regaló la imagen de la Virgen de la Sierra, que colocamos en el campo, y a partir de entonces le damos una misa oficiada por él mismo, en la que siempre nos recuerda lo importante que es ser buenas personas y lo importante que es dar las gracias por lo que se tiene.
Nuestro cura era una persona culta, amante del estudio y las antigüedades. Ha realizado una labor muy importante en beneficio de nuestro pueblo, a través de sus investigaciones y de sus estudios, ha recuperado parte de la historia y del patrimonio de Montemayor. Sin duda alguna ha contribuido enormemente a la promoción de nuestro pueblo, lo ha dado a conocer y ha conseguido que esté presente en foros importantísimos, gracias a sus artículos y sus libros. Desde que llegó a Montemayor, hace más de 40 años, inyectó sus ilusiones en el pueblo, con sus ideas modernas, renovadas y sus numerosas iniciativas sociales, en las que los jóvenes tuvimos un papel especial, proporcionándonos El Teleclub, un lugar de encuentro donde disfrutar de la convivencia, el ocio, la cultura y acercándonos así a la propia Iglesia. Un incansable trabajador, con su sotana empolvada, recuperando el espacio del museo.
Don Pablo ha convivido con todos nosotros más de 40 años, trabajando para Montemayor, con lo mejor y peor del pueblo, un magnifico pueblo sin duda alguna, pero con su problemática, como cualquier otro, pero siempre a su servicio.
En su labor pastoral, don Pablo ha sido un magnífico profesional. Era un excelente orador, por medio de sus artículos y homilías sabía transmitir el verdadero sentido cristiano de la vida y llegar al fondo de las conciencias de las personas. Don Pablo ha sido un buen sacerdote, con sus fortalezas y debilidades, con sus virtudes y sus defectos, como todos nosotros. Ha pasado toda una vida al servicio de los demás, algo que en estos días de duelo todo Montemayor ha dado muestra de reconocimiento y agradecimiento. Desde sus errores y desaciertos, como cristiano y hombre, sus buenos consejos como amigo, y sus homilías y recomendaciones como sacerdote, creo que nos ha ayudado mucho a reflexionar, aceptar los avatares de la vida e intentar ser mejor persona.
Agradecemos enormemente y hemos tenido una gran suerte que este cura de pueblo haya formado parte de nuestras vidas y que de alguna manera ha contribuido en nuestro enriquecimiento personal.
"El recuerdo es el único Paraíso de donde jamás podemos ser expulsados". Y no dudes, Pablo, que siempre serás recordado y estarás presente en este pueblo.
Gracias, don Pablo. Descanse en Paz.
M Dolores Jiménez Aguilar
Montemayor