LA VILLA DE SANTAELLA EN LA EDAD MODERNA
(1569 - 1733)
El texto a continuación es el contenido de la conferencia del mismo título que don Juan Aranda Doncel pronunció en el Círculo de Labradores de Santaella
en mayo de 1986, dentro del ciclo 'Estudios históricos de una villa cordobesa'.
Santaella constituye una de las poblaciones más representativas de la Campiña cordobesa durante los siglos de la llamada Modernidad. Esta especial significación en el conjunto de localidades que forman parte
de la mencionada comarca ha perdurado hasta la actualidad. El protagonismo obedece, sobre todo, a la riqueza y feracidad de las tierras que componen su dilatado término municipal, ya que el volumen de habitantes se halla muy por debajo del que corresponde a los densos núcleos demográficos de la zona.
El objetivo básico de nuestro estudio es el análisis de la realidad histórica de la susodicha villa a lo largo de la época moderna en sus distintas vertientes: demográfica, económica, social, política. Las acotaciones cronológicas vienen justificadas por hechos trascendentales en la vida local que tienen lugar en las citadas fechas. En 1569 se produce la exención y la ruptura de la dependencia existente con la ciudad de Córdoba que, sin duda, marca un hito importante. Lo mismo cabe afirmar respecto a 1733, año en el que el vecindario deja de estar sometido al régimen señorial que ejercen, de manera interrumpida, los marqueses de Santaella desde mediados del siglo XVII.
EL MARCO URBANO Y LA TRAYECTORIA DEMOGRÁFICA
La superficie del casco urbano no experimenta sensibles variaciones en el período 1569-1733. En las décadas finiseculares del Quinientos ya se ha consumado la expansión del caserío, situación que se va a mantener en la centuria siguiente, debido a la acentuada crisis demográfica. La recuperación de efectivos humanos que se constata en el primer tercio del siglo XVIII tampoco altera la extensión que ocupan las edificaciones, puesto que el incremento de la población resulta bastante inferior a los niveles alcanzados en el último cuarto del XVI.
La estructura urbana de Santaeila se articula en torno a dos grandes núcleos perfectamente diferenciados. Una zona antigua de origen medieval que se localiza en el interior de un recinto amurallado. La otra parte situada a extramuros abarca un espacio mayor que, a modo de inmenso arrabal, corresponde a la expansión que se inicia en el siglo XV y termina en el segundo tercio del XVI.
El llamado barrio de la Villa queda delimitado por las murallas que lo circundan. Es el casco histórico propiamente dicho y ha perdido el carácter defensivo que tuvo en su origen. La trama urbanística ofrece un conjunto abigarrado de calles estrechas y tortuosas. No obstante, encontramos algunos casos excepcionales como la calle Nueva que como su mismo nombre indica se ha abierto en fechas recientes.
Por lo general la documentación no especifica los nombres de las calles y casi siempre hace referencia a la denominación del barrio. Sin embargo, en el siglo XVIII y, de manera especial, en las décadas centrales suelen figurar alusiones concretas. Entre las diversas fuentes cabe destacar el Catastro de Ensenada que incluye una nutrida relación de vías, cuyo nomenclátor ha pervivido hasta nuestros días: Nueva, Osario, Pósito, Iglesia, Concepción y Carnecería.
En esta zona se levantan el templo parroquial y el castillo, los dos edificios de mayor envergadura tanto en la arquitectura religiosa como en la civil. La estructura y fisonomía del primero cambian totalmente con las obras realizadas en la antigua mezquita musulmana. La construcción se lleva a cabo en el ámbito cronológico que estamos estudiando, salvo el cuerpo de campanas de la torre que será reformado tras sufrir serios desperfectos, originados por el terremoto de 1755 que destruyó la capital portuguesa
La fortaleza de la villa en esta época ha perdido totalmente su función defensiva primitiva, aunque con carácter honorífico se mantiene el título de alcaide del castillo hasta la incorporación de Santaella al régimen señorial de los Aguayos. El mencionado cargo va a estar vinculado, mediante concesión real, a miembros cualificados de la nobleza cordobesa.
Los dos últimos que ocupan la alcaldía van a ser don Juan Agustín de Godoy Ponce de León y su hijo don Luis Antonio, quienes pertenecen a una familia de la aristocracia que reside en la antigua capital del Califato. El primero logra de Felipe IV dicha merced, concedida a mediados de marzo de 1630, y toma posesión en el verano del mismo año. Varios meses después comparece personalmente ante el cabildo municipal y comunica que el monarca "le a hecho merced de la vara de alguazil maior desta villa". La decisión real provoca un fuerte malestar en el ayuntamiento, puesto que sus integrantes habían suscrito un memorial en el que se oponen a la enajenación de este oficio. El poderío político queda reforzado más tarde con la compra de dos regidurías. El descontento de las autoridades locales se exterioriza y la postura mantenida resultará ineficaz. A finales de mayo de 1632 el beneficiario remite un escrito en el que, de manera velada, recrimina la actitud mantenida:
"(...) la uilla acordó en su ayuntamyento por algunos de sus regidores y contradixeron tres cosas, la primera, según tengo entendido, que por quanto yo tenía quatro officios en este ayuntamiento se pidiese a su Magestad que, conforme la ley del reino, no se me permitiese mas de uno; lo sigundo que se me contradijese el preuilegio que su Magestad fue seruido de hacerme merced de darme de acotarme de pasto, yeruas y caza el heredamiento de Billar Gallego".
El testimonio constituye una prueba elocuente del rechazo al control político que tiene en sus manos don Juan Agustín de Godoy. Al mismo tiempo los capitulares muestran una decidida e inútil oposición al cerramiento, mediante la correspondiente autorización real de la finca Villar Gallego, un cortijo de su propiedad con una superficie de 900 fanegas de tierra.
Las tensiones no impiden unas relaciones oficialmente cordiales que se dejan traslucir en las actas de las sesiones municipales. Sirva como ejemplo el acuerdo tomado a principios de marzo de 1631 de enviarle una felicitación por haber sido nombrado, en calidad de miembro de la Orden de Santiago, gobernador del partido de Llerena.
A su muerte le sucede en el cargo un hijo suyo, don Luis Antonio de Godoy Ponce de León. El nombramiento está fechado en Madrid el 22 de diciembre de 1647 y al ser menor de edad se encuentra bajo la tutela de su madre doña Catalina de Cañete.
Junto al templo parroquial y el castillo, la zona más antigua de la población alberga una pequeña construcción religiosa, la ermita de Nuestra Señora de la Concepción. El edificio sirve de aposento a los predicadores forasteros que vienen cada año a la iglesia mayor en Adviento y Cuaresma.
El estado de conservación del recinto amurallado resulta bastante precario a juzgar por diversas referencias documentales, En los lustros centrales del siglo XVII presenta un aspecto lamentable. Así, en octubre de 1642 el municipio manda que "se le den del caudal de los Propios deste concexo a Juan Peñuela veynte reales por auer derriuado una parte de murallas desta uilla que se están cayendo y están mandadas derriuar porque no suceda alguna desgracia".
A pesar de que las murallas amenazan ruina y las autoridades ordenan su demolición, en la centuria siguiente se mantienen en pie algunos lienzos. A finales de mayo de 1728 el corregidor plantea la necesidad de solucionar el deterioro de la cerca por los peligros que corre el vecindario:
"En este Cauildo el señor correxidor requirió a este conzejo que así el arco que llaman de las Ymágenes, ynmediato a estas Casas Capitulares, como algunos lienzos de muralla que van aziendo zerca hasta la hermita de Nuestra Señora de la Conzepzión, sitio uno y otro de gran frequenzia para yr a la yglesia mayor de esta uilla y se frequenta mui hordinario por la uezindad que ai en ella y que, prezisamente, an de yr por dicho sitio y maiormente el paso de todas las funziones públicas y prozesiones que salen de la dicha yglesia que no pueden yr por otra parte, están amenazando ruina por auer descarnado por los zimientos con los temporales y ser tan antiguo que a no ponérseles con tiempo remedio puede ocasionarse muchas desgrazias".
El testimonio del corregidor nos ilustra acerca del estado del recinto defensivo y, asimismo, ofrece una información de primera mano en torno al Arco de las Imágenes, el único acceso a la zona antigua del casco urbano que registra un permanente y masivo tránsito de personas.
El Arco de las Imágenes comunica el barrio de la Villa con el resto de la población. Con motivo de unas obras que se realizan en sus inmediaciones, el ayuntamiento decide en septiembre de 1747 "colocar la ymagen de nuestro Padre San Francisco de Paula para que ésta esté con la correspondiente desencia y se ponga una luz en dicho arco, para lo que por esta Villa se entregue mensual un quarto de azeite a Joseph Peraba, portero de este cauildo".
Fuera de las murallas se encuentra un gran arrabal en el que cabe distinguir una serie de núcleos. En primer lugar destaca por su importancia la Plaza, auténtico centro neurálgico de la población. En este lugar se desarrolla la vida política local, ya que se levantan las Casas Capitulares. Asimismo, se localizan otros edificios de carácter público como las Carnicerías o la Cárcel. También se alza el hospital de San Mateo, una institución benéfico-sanitaria destinada a cobijar enfermos pobres forasteros y de la localidad.
Al mismo tiempo, este espacio abierto sirve de marco y concentra buena parte de la actividad mercantil. Aquí están situadas varias tiendas y cuatro de las siete tabernas dedicadas a la venta de vino que se establecen por acuerdo del municipio en mayo de 1640. Por último, constituye el lugar de encuentro por excelencia de los habitantes de Santaella.
La Plaza es el punto donde confluyen las tres vías más importantes de acceso a la población. En el llamado camino de Ecija existe un reducido núcleo de casas que en esta época recibe el nombre de arrabal de Abajo. En sus inmediaciones se encuentran la fuente del Pilón y la ermita de la Vera Cruz.
Entorno al denominado camino de Córdoba se desarrolla otro pequeño barrio que se conoce con el nombre de arrabal de la Fuente Nueva. La mayoría de las viviendas se concentra en la calle Mesón y contiguo al establecimiento de hospedería se halla un pilar que por sus dimensiones recibe el nombre de Pilarejo. El tramo comprendido entre la Plaza y esta fuente es una zona muy transitada, de ahí que las autoridades locales muestren un vivo interés en las obras de mantenimiento que se realizan con el objetivo de conservar en buen estado la calzada. Veamos, a modo de ejemplo, algunas decisiones adoptadas por el ayuntamiento en distintas fechas.
A mediados de noviembre de 1731 acuerdan empedrar el mencionado trayecto con el fin de dar salida a las aguas de lluvia que se acumulan en la Plaza, sobre todo en invierno:
"En este cauildo se acordó que en atención a que las aguas de toda esta villa en el yvierno caen todas a la plaza pública y salen por el arco que va a la carnecería y caen a el barranco de ella, el que se viene metiendo con la continuazión de las aguas en dicha plaza, lo que es de gran perjuizio a esta uilla, mandaron que desde el pilar del Pilarejo a dicha Plaza se empiedre para que las dichas aguas vaian por dicho empedrado sin que se reciua perjuizio alguno y el costo que tubiere se saque de los Propios de este conzejo"
A finales de marzo de 1743 los capitulares deciden ejecutar las obras necesarias en vista de "lo deteriorado y perdido que se va poniendo el paso y camino que sale de esta villa por el Pilarejo". Dos años más tarde los miembros del cabildo acuerdan idénticas medidas "en atención a que el paso del Pilarejo, camino real de Córdova y La Rambla, está tan demolido y derrumbada la calzada antigua que dificulta el paso aún a un hombre y que de no remediarlo se acabará de perder y sea maior la ruina". Los problemas continúan, ya que en el verano de 1746 se aprueba una propuesta del regidor don Bartolomé del Postigo en la que pone de manifiesto la conveniencia de llevar a cabo obras urgentes de reparación:
"Por dicho señor Don Bartolomé del Postigo se propuso que bien consta a sus merzedes que el paso que llaman del Pilarejo, que lo da a el camino real de Córdoba, Rambla y otras partes, se halla totalmente arruinado, hauiéndose robado por el arroyo la muralla que contenía el terreno y que no haciéndose promptamente el reparo sobre quedar zerrado el paso a dichos caminos puede arruinar las casas por lo que se hacía preciso practicar la obra y reparo de la muralla o zuda que contenía las abenidas, lo que entendido por dichos señores acordaron se haga la referida obra".
En el arrabal de la Fuente Nueva se halla la ermita de San Sebastián y a corta distancia dos fuentes que abastecen de agua a la población, la de la Mina y la del Cañuelo. A principios del siglo XVIII se abre un camino que desemboca en esta última, si nos atenemos a la propuesta hecha en diciembre de 1709 por el alguacil mayor de la villa.
El barrio de los Paraísos se extiende desde la Plaza hasta el Arenal y es la zona donde reside un alto porcentaje de las familias integrantes de los estamentos privilegiados. El fenómeno viene confirmado por la nutrida presencia de mansiones en las que lucen, a veces, sus blasones en piedra.
La calle Corredera constituye el eje principal y enlaza el Arenal con la Plaza. Paralela a ella discurre el trazado de Paraísos que desemboca en el tramo final en Corredera. Estas dos arterias se hallan unidas por unas vías transversales como las calles del Viento y de Santa Lucía. En esta última se encuentra la ermita de la misma advocación. También se localizan en este distrito algunas callejas que reciben el nombre de Camaretas y Palillos. Finalmente desde Corredera sale la calle Ballinas que linda con los ejidos de la villa.
Por último, el barrio del Arenal es el lugar por donde acceden los viajeros y mercancías procedentes de Málaga y Puente Don Gonzalo. Marca los límites del casco urbano y comienzan las tierras del ruedo. Junto a las pequeñas hazas dedicadas al cultivo de cereales aparecen olivares de los que algunas suertes se localizan en las inmediaciones de la laguna del Arenal. La vía más importante de esta demarcación es la calle Arenal que se prolonga en el denominado Arenal Chico.
La mayoría de las calles están empedradas y el mantenimiento exige continuas y gravosas obras de reparación y conservación a costa de los recursos procedentes de los bienes de Propios. Así, a finales de marzo de 1650 un maestro, un oficial y varios peones se ocupan alrededor de un mes en el arreglo de las vías más céntricas. En abril de 1707 se libran 300 reales "para el empiedro de las calles y sitios públicos de esta villa".
El casco urbano de Santaella alberga prácticamente a la totalidad de habitantes que se contabilizan en el conjunto del dilatado término municipal. No obstante, registramos algunos núcleos de población diseminada en las huertas de la Boca del Salado y en las ventas como las del Buey Prieto, en el camino de Aguilar a Ecija, y del Arrecife. También hay que mencionar el pago de Viñas Viejas o de la Guijarrosa, sin duda, el punto de mayor entidad demográfica.
La evolución demográfica de la villa a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII presenta una serie de etapas bien diferenciadas que se constatan de manera elocuente a través de las cifras de vecinos en distintas fechas:
Los valores numéricos del cuadro resultan muy significativos y permiten conocer a grandes rasgos las diversas fases por las que atraviesa la población de Santaella en las mencionadas centurias.
La primera etapa abarca el período 1530-1580 y ofrece como rasgo característico una acentuada expansión que traducida en términos cuantitativos alcanza un elevado porcentaje, más de un 55%. En el intervalo de medio siglo los efectivos humanos pasan de 450 vecinos en 1530 a 700 en el año 1580.
El incremento del vecindario viene a ratificar las directrices que presenta la demografía en las localidades del Reino de Córdoba. Las causas de este aumento sustancial obedecen a un crecimiento vegetativo y a un saldo favorable de los movimientos migratorios. Este último factor resulta decisivo a partir de 1569 con motivo de la instalación en Santaella de moriscos granadinos deportados por orden de Felipe II. La presencia de una densa comunidad explica el alza que se produce en la década de los setenta que sitúa a la población de la villa en el nivel más alto alca.nzádo durante la Edad Moderna.
Las vicisitudes de esta minoría disidente nos resultan bien conocidas gracias a los padrones conservados y a diversos testimonios que ponen de manifiesto los problemas sufridos. La mayor densidad de cristianos nuevos en las poblaciones cordobesas de realengo, excep-tuando a la capital, se localiza en Santaella. El censo elaborado en marzo de 1571 arroja un total de 130 personas. Esta cifra se incrementa en los meses siguientes hasta lograr una suma de 204, oriundos de la villa malagueña de Casarabonela, a finales de ese año. Seguramente, las causas estriban en la llegada de nuevas remesas humanas.
En cumplimiento de una pragmática real, ordenando la salida de todos los moriscos del Reino de Granada asentados en la Andalucía del Guadalquivir, son conducidos a Córdoba. El 7 de diciembre hacen su entrada 122 cristianos nuevos a cargo de Juan de Bustillo, vecino de Granada, y Juan Pérez de Gálvez, alcalde ordinario de Santaella. Cuatro días más tarde arriba un segundo grupo formado por 22 personas. Como justificante de la entrega se confecciona un padrón nominal que nos sirve para conocer la distribución por sexos y edades:
La estructura atendiendo al sexo presenta un número de varones similar al de mujeres, 104 y 100 respectivamente. No obstante, el equilibrio se rompe en la mayoría de los intervalos. En el reparto por edades observamos un escalonamiento casi perfecto. Las cifras descienden a medida que avanzamos cronológicamente. Los menores de 20 años constituyen el grupo más numeroso, 44,5%, mientras que los mayores de 50 significan sólo un 12,2%. Por último, los comprendidos entre 20 y 50 años totalizan un 43,3%. A tenor de los citados porcentajes deducimos que se trata de una población bastante joven.
La anulación de la orden de salida para los moriscos recogidos en Córdoba especifica que podían residir en esta ciudad. Sin embargo, una gran parte vuelve a Santaella. Con ocasión de la visita efectuada en febrero de 1580 a la mencionada villa por el visitador general del obispado figuran en la documentación datos demográficos muy interesantes. El informador declara que "esta uilla tiene setecientos vezinos con los moriscos que serán veinte e cinco casas".
El regreso de la comunidad disidente a la villa campiñesa se lleva a cabo de manera forzada contra la voluntad de los protagonistas. El hecho lo confirma un escrito dirigido el 17 de mayo de 1580 al corregidor de Córdoba:
"Alonso de Tapia, morisco, por mi y en nombre de los demás vezinos moriscos que agora están en la villa de Santaella, digo ques así que nosotros fuimos alistados en esta cibdad por orden de su magostad y por ruego de caualleros nos lleuaron a la villa de Santaella, en la qual nos dan tan mala bida que no se puede sufrir ni lleuar. Suplico a uuestra merced por mi y en los dichos nombres mande dar su requisitoria para que nos traygan a esta cibdad donde estamos alistados".
La petición alude de forma certera a las causas que motivan el nuevo traslado y a las pésimas condiciones de vida. A pesar de que la demanda obtiene la aprobación del municipio cordobés, la mayoría de los moriscos permanece en Santaella. La confirmación nos la proporciona el censo de 1581 que registra 140 disidentes. La cifra de libres supera con creces a la de esclavos. En el primer grupo el reparto por sexos presenta un equilibrio cuantitativo: 56 varones y 55 mujeres. Lo mismo cabe afirmar en las personas sometidas a cautiverio. Diez años más tarde los efectivos humanos de la comunidad morisca bajan de manera espectacular, si nos atenemos a los valores numéricos que aparecen en el padrón de 1589: 79 libres y 3 esclavos.
El descenso experimentado afecta también, si bien con menor intensidad, al conjunto de la población de Santaella que, al igual que numerosas localidades cordobesas, presenta síntomas evidentes de una crisis demográfica en las décadas finiseculares del siglo XVI.
En los primeros lustros del XVII el cambio de tendencia se acentúa más debido a la epidemia desatada en los inicios de la centuria y a la expulsión de los moriscos en 1610. Ambos hechos constituyen factores decisivos que explican una notoria disminución del número de habitantes.
Así, en 1632 se contabilizan únicamente 350 vecinos, la mitad de la población censada en 1580. Las declaraciones de las autoridades municipales también hacen referencia a la crítica situación. En septiembre de 1634 los miembros del cabildo acuerdan pedir una rebaja de las cargas fiscales, esgrimiendo como principal argumento que "esta uilla está muy amenorada de la bezindad que solía tener y las haciendas muy disminuidas".
La sangría demográfica se intensifica a partir de 1640 y se mantiene hasta finales de la centuria del Seiscientos. En septiembre de 1643 el ayuntamiento denuncia los excesivos tributos impuestos por la ciudad de Córdoba que, a su juicio, están provocando la despoblación de la villa:
"Acordaron que atento a questa villa fue de ochocientos vezinos y a benido a tanta diminución que oy de presente no tiene más de decientes y sesenta vezinos en que entran todo xénero de xente, sigún consta de empadronamientos que se an fecho en esta villa, y en todos los repartimientos que la ciudad de Córdoua hace de efectos del servicio de su magestad reparte a esta villa conforme a la becindad que antiguamente tenía, de lo qual es mui agrabiada y danificada en tanto grado que por ello se ba despoblando y los vezinos se ban a bibir a otras partes huyendo de los ecésibos pechos, porque como se les reparte lo que se abía de repartir a ochocientos vezinos a los dichos decientes poco más no lo pueden pagar y se ban huyendo con lo qual esta dicha villa no puede pagar y se destruye con costas de executores que bienen a la cobranca de los dichos efetos, todo lo qual hace la dicha ciudad de Córdoua maliciosamente, atento a questa villa es esimida de su xuridición, la cargan por descargar a las que son de su xuridición, lo qual es en perjuicio del patrimonio rea! de su magestad porque se perderán las alcabalas reales y serbicio ordinario como se ban perdiendo por lo que dicho es".
El testimonio documental resulta harto elocuente. Quizá las cifras de vecinos, por tratarse de un asunto fiscal, enmascaran un poco la realidad tanto por exceso como por defecto. Los 800 vecinos señalados nunca llegaron a registrarse en Santaella, mientras que los 260 infravaloran el volumen de población en el año 1643.
De cualquier forma, el agravamiento de la crisis a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII es un hecho incuestionable. Los 118 vecinos censados en 1694 con motivo de un reclutamiento de soldados, a pesar del" margen de ocultamiento propio de este tipo de documentación, permiten calibrar de manera aproximada la enverga-dura del retroceso demográfico. Las causas obedecen a un notorio aumento de las tasas de mortalidad, provocado por las epidemias y las levas, y un saldo de signo negativo en los movimientos migratorios.
La mortífera peste de mediados de la centuria del Seiscientos asesta un duro golpe a la población de Santaella. Una amplia información de las medidas preventivas adoptadas y de la cronología del contagio viene recogida en las actas capitulares del municipio que, a su vez, permiten conocer todo el proceso.
En el verano de 1645 el concejo decide realizar un control de las personas que entran y salen de la villa "ante las noticias de que ay peste en Marvella, Gibraltar y otros lugares que tocan a la marisma" (19). A finales de abril de 1648 las autoridades extreman las precauciones" por quanto se sabe que las ciudades de Córdoua, Ecixa y lugares circunuezinos se están guardando del Reino de Murcia y Valencia y otras partes por tener contagio de peste" (20). En esta ocasión se mandan tapiar los accesos a la población y colocar puertas en las tres entradas que se utilizan para el comercio exterior: calle del Pilarejo en el camino de Córdoba, arrabal del camino de Ecija y barrio del Arenal.
En marzo de 1650 el miedo aterroriza al vecindario, puesto que la peste está azotando localidades próximas. Con este motivo los miembros del cabildo en unión de algunos vecinos particulares deciden garantizar el abasto de pan en caso de peligro:
"Todos juntos dixeron que por quanto públicamente se dice en esta villa que en la de Montalván y la de la Rambla ay mal de contaxio y que muere muncha xente y en Córdoua y Aguilar y otras partes y que esta uilla está cercada de estos lugares y es necesario el ponerle cobro y guarda y que para ello se a de señalar molino de pan para moler de los questán en la ribera del río Monturque, término desta villa".
A mediados de mayo del citado año el ayuntamiento celebra un cabildo abierto "en razón de que el marqués de esta villa, que está retirado de presente en la villa de Montero, desea venir y entrar en Santaella, o si no ha de entrar por razón del mal de contaxio que ay de presente en Córdoua y La Rambla, Montalbán, Puente don Goncalo, Aguilar y otros lugares". El tema provoca un agrio debate en el que se imponen los partidarios de negar la entrada al titular de la villa por razones sanitarias. Sin embargo, una semana más tarde el acuerdo va a quedar revocado por el propio concejo, cuyos integrantes deciden que "el marqués venga a esta villa y su casa y que pare en la hermita de Nuestra Señora del Valle a hacer la quarentena, esto porque no se nos quite la comunicación ni el comercio de los lugares donde ay salud, que no por otra causa ni racón".
A partir del último cuarto del siglo XVII se adoptan medidas preventivas de nuevo ante el temor de un brote pestilente. En julio de 1676 el marqués de Santaella remite desde Córdoba una misiva en la que comunica los rumores que existen de un contagio en el puerto de Cartagena. De inmediato los responsables del gobierno municipal deciden el aislamiento de la población:
"(...) fue acordado que se cerque y barree esta uilla tapando de dos tapias en el alto con su barda todas las bocas de calle que salieren al campo y cerrando de cimiento los postigos que salieren a él y redificando los portillos que se hallaren, de forma que por ellos y por las dichas cercas no se pueda entrar, dejándose tres puertas para el seruicio, la una en la calle del Pilarejo es la que se señala para entrar y salir forasteros y los vezinos que fueren a otras partes con testimonios y la otra en la calle del Arenal y la otra en la calle de la cárcel, junto a el mármol gordo, para el seruicio del agua y de la jente que bibe en el barrio del arrabal. Y que el dicho barrio, que está separado desta uilla, se barree todo en contorno dejando dos puertas, la una al camino de Ecija a donde está la fuente que llaman el Pilón, de donde esta uilla se abastece, y la otra donde acaua la calcada que abaja desta uilla al dicho arrabal".
La puesta en marcha del plan tropieza con dificultades de índole económica. Debido a la penuria de las arcas municipales se convoca urgentemente a! vecindario con el fin de buscar una solución al problema.
A principios de junio de 1677 el corregidor de Córdoba comunica una orden del Consejo de Castilla en la que "se le manda que la ciudad y lugares de su distrito se guarden de la ciudad de Cartagena y su campo por aber buelto a tocar el contagio que padeció el año pasado". Posteriormente, en la primavera de 1680, las noticias que Ileqan son más preocupantes por "estarse guardando de la epidemia de la peste de que se dize estar picadas la ciudad de Málaga y Luzena y otras". Lucena será una de las primeras localidades cordobesas afectadas por el contagio procedente de tierras malagueñas.
Desconocemos en términos cuantitativos los efectos devastadores de las epidemias padecidas a lo largo de la centuria del Seiscientos. No obstante, constituyen uno de los factores decisivos en el incremento de las tasas de mortalidad.
Otra de las causas que origina el acusado descenso de la población es el reclutamiento de soldados. El fenómeno cobra especial importan- cia desde 1640 a raiz de los conflictos surgidos en Cataluña y Portugal. En febrero de 1642 Santaella aporta dos soldados de los 150 que corresponden al Reino de Córdoba y en mayo del mismo año se le reparten 25 mozos. En el verano de 1644 le toca a la villa un cupo de 14 soldados "para serbir a S.M. en el ejército de Badajoz'. A finales de octubre de 1659 la población sirve "con cuatro soldados para el ejército de Cataluña". Las movilizaciones se vuelven a repetir en los lustros finales del siglo XVII.
La crisis demográfica toca fondo en las últimas décadas del Seiscientos y a partir de estas fechas se produce un cambio de tendencia que origina una ligera recuperación, frenada con motivo de la Guerra de Sucesión. Los reclutamientos y levas se intensifican en el bienio 1705-1706 a juzgar por las frecuentes referencias en las actas capitulares del municipio.
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Al finalizar el conflicto se inicia un despegue que cobra una cierta vitalidad desde el primer cuarto del siglo XVIII. El fenómeno se traduce rápidamente en un aumento de los efectivos humanos como lo prueba el hecho de que en 1726 y 1732 se contabilizan 167 y 178 vecinos respectivamente. La tendencia continúa en fechas posteriores con una mayor intensidad, a tenor de los valores numéricos que arrojan los registros efectuados. En el interrogatorio del Catastro de Ensenada figuran 315 vecinos seglares y 12 eclesiásticos. En el censo realizado en el ámbito diocesano en 1781 la población de Santaella asciende a 1827 habitantes, 895 varones y 932 mujeres. Si aplicamos un coeficiente cuatro resultan 457 vecinos aproximadamente. Los susodichos datos corroboran de manera bien expresiva el fuerte crecimiento producido.
Las causas estriban en unas altas tasas de natalidad y en un superávit de las corrientes migratorias. El alcance del movimiento inmigratorio se puede medir a través de las peticiones de vecindad elevadas al concejo de la villa por forasteros. En el período 1730-1780 el gobierno municipal autoriza la residencia de numerosas personas que, por lo general, han vivido hasta esos momentos en localidades próximas y labran en arrendamiento o poseen tierras en el ubérrimo término de Santaella. Sirva como botón de muestra un par de ejemplos.
A finales de agosto de 1731 pide ser admitico como vecino don Nicolás de Gálvez y Oñamayor, residente en la Puente de Don Gonzalo, en base a que ha contraído matrimonio con una santaellana y es propietario de bienes rústicos en el término. En octubre de 1734 solicitan el cambio de residencia Alonso y Antonio de Luque Prieto, hermanos vecinos de La Rambla y labradores del cortijo de Peñuelas.
A pesar de la fuerte expansión registrada en la centuria del Setecientos los niveles demográficos se hallan por debajo de los alcanzados en el último tercio del siglo XVI cuando Santaella logra eximirse de la jurisdicción de la ciudad de Córdoba.
Ya hemos señalado como la mayor parte de los habitantes que moran en el término de Santaella reside dentro de los límites del casco urbano. Si tomamos como punto de referencia el padrón elaborado en 1732, resulta que de los 178 vecinos censados 163 viven en el interior de la población, cifra que representa un 91,5%. El 8.5% corresponde a 15 familias instaladas en La Guijarrosa y en las huertas de la Boca del Salado.
La distribución de vecinos en el conjunto de barrios y calles presenta unos ostensibles contrastes. Veamos el reparto a partir de la información recogida en el mencionado censo de 1732:
El cuadro nos pone de relieve unas disparidades numéricas bastante notorias. El antiguo barrio de la Villa alberga sólo un 14% del total, mientras que los núcleos de mayor entidad demográfica se localizan en la zona de expansión: Plaza, Corredera y Paraísos. Seguramente en los vecinos adscritos a la calle de Santa Lucía están incluidos los del Arenal. Por último, en el denominado arraba de Abajo, junto al camino de Ecija, vive un reducido número de familias.
(Los documentos de la época dan datos de población en 'vecinos', que equivale aproximadamente a familias. El concepto individual (almas) no aparece hasta siglos más tarde.)
LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS Y LOS PROBLEMAS DE ABASTECIMIENTO
En el conjunto de la economía de Santaella a lo largo de la época moderna las actividades propias del sector primario tienen un peso específico innegable. En cambio, las artesanales y mercantiles están reducidas a la mínima expresión. El protagonismo del agro guarda una relación muy directa con la riqueza y feracidad de sus tierras.
La superficie del término, según los datos aportados por el Catastro de Ensenada, asciende a 45.539 fanegas, de las que más de un 90/o se dedican a la agricultura. Los límites quedan fijados en el ultimo tercio del siglo XVI con motivo de la separación de la villa de la jurisdicción de la ciudad de Córdoba. En esta fecha se llevan a cabo los deslindes aue figuran en el real privilegio de exención concedido por Felipe II:
"El término propio de la dicha Villa comenzaba en un mojón que está en el camino de el Arrezife que ba a la ziudad de Ezija. por vajo de la venta que llaman de el Arrezife, desde el qual sigue la cordillera y mojonera al río de Genil hasta el cortijo que llaman el Rincón de Estepa, guardando por partidor las aguas de el m.smo no Genil,cuo distrito linda todo con término de la dicha ciudad de Ezija; y desde dicho sitio empieza a lindar con término de la villa de Estepa y corriendo desde él ba a parar a la vereda que llaman de Pata de Mulo que llega al dicho río Genil y desde él comienza a lindar con el término del Marquesado de Priego, quedándose la dicha vereda por el de la dicha villa v desde dicho sitio y lindero prosigue por su mojonera a tierras de el "cortijo de la Veguilla a otro mojón desde donde empieza a lindar con término de la villa de La Rambla, continuando dicha mojonera asta zerrar con el primer mojón de la dicha venta de el Arrezife, que este es divisorio de el término de la dicha villa, el de la ziudad de Ezija y villa de La Rambla".
La trayectoria económica de la villa discurre paralela a la evolución demográfica. En el siglo XVII atraviesa por una fase crítica que se agudiza a partir de 1640, debido a la presión fiscal agobiante que se ve obligado a soportar el vecindario. Las continuas peticiones de recursos por parte de la hacienda real en las décadas centrales de la centuria acentúan la crisis. Entre los diversos testimonios cabe mencionar el cabildo abierto celebrado a principios de enero de 1644. La convocatoria del mismo obedece a la urgente necesidad de adoptar medidas con las que solucionar los graves problemas, situación reflejada de manera elocuente en la intervención del alcalde ordinario don Luis de Esquive! y Herrera:
"En este cabildo propuso el dicho señor don Luis de Esquibel y Herrera, alcalde hordinario, que ya se be por bista de ojos la destruyción y perdición desta villa y la poca becindad que a quedado en ella y de como cada día se ban becinos della a bibir a otras partes y que, si Dios no lo remedia, dentro de pocos años quedará despoblada y destruyda totalmente siendo un lugar de tan grandes comodidades para ser rico y aumentado, pues tiene tan grande campiña y tan buena para pan senbrar y munchas heredades y tan buenas y con estas comodidades está tan destruyda y acabada como se be. Que se bea entre todos el ynconbeniente y la causa donde esto resulta y se procure remediar que todo quanto fuere en su mano se prefiere y promete de hacer por el aumento y acrecentamiento desta villa".
Las palabras del alcalde ordinario constituyen un fiel indicador de la acusada crisis económica y demográfica. Al mismo tiempo, pone de manifiesto la excelencia de las tierras que componen el término municipal.
Un elevado porcentaje, más de un 90%, de la superficie cultivada está dedicada a cereales, a juzgar por las cifras recogidas en el Catastro de Ensenada. Valores numéricos inferiores aparecen en otras fuentes documentales menos precisas. Así, en febrero de 1747 don Bartolomé Vicente del Postigo, capitular del ayuntamiento, declara que "bien consta a este conzejo que en el término de esta villa se comprehenden más de treinta y dos mili fanegas de tierra de pan sembrar en más de setenta y dos cortijos y hazas sueltas".
La mayor parte del término está formado por tierras acortijadas en las que se contabiliza un número de fincas superior al consignado con unas extensiones variables. Tanto uno como otro extremo vienen confirmados por una relación nominal de cortijos, fechada en 1722, en la que se especifican los nombres de las haciendas y la superficie del tercio sembrado en cada una de ellas que se halla expresada en fanegas:
El cuadro permite conocer la superficie de las fincas. A la cabeza se hallan siete cortijos que sobrepasan las 1.000 fanegas: Canillas, Barrionuevo, Toril, Fontanar, Donadío, Ingenieros y Fuente de los Santos. En el extremo opuesto aparecen nueve propiedades con menos de 100 fanegas: Cirujanillo, Mohedana, Carnefillas, Carrascosa, Rejona, Veguilla, Angosturas, Canteruela y Antojos. Las demás arrojan valores numéricos intermedios entre los dos citados.
Prácticamente, la totalidad de las tierras acortijadas pertenecen a forasteros e instituciones ajenas a la población. En primer lugar destacan los miembros de la aristocracia cordobesa. Veamos como muestra algunos ejemplos. En 1631 don Juan Agustín de Godoy posee las fincas conocidas con el nombre de Villar Gallego. En torno a 1641 don Antonio Venegas de la Cueva es el dueño del cortijo denominado Garabato y por las mismas fechas el propietario de Membrilla Alta es don Diego de Aguayo y Godoy, quien pocos años después recibe el título de marqués de Santaella y compra la jurisdicción de la villa. También el clero secular y las comunidades religiosas instaladas en la antigua sede califal tienen una amplia representación en el conjunto de propietarios. Por último, el cortijo de Ingenieros con más de 1 500 fanegas forma parte del patrimonio del ayuntamiento de Córdoba.
Por lo general las grandes fincas no son cultivadas directamente por los dueños. La explotación de las mismas se lleva a cabo en régimen de arrendamiento con la particularidad de que los beneficiarios asímismo son forasteros. La mavoría vive en pueblos limítrofes como La Rambla, Puente Don Gonzalo y Montalbán. En cambio, otros moran en localidades más distantes. Así, en 1663 don Nicolás Orbaneja, clérigo capellán avecindado en Córdoba labra el cortijo Cabeza del Obispo y tres años más tarde el arrendatario de Samacón es el licenciado don Luis de Benavides y Piédrola, capellán residente en Montilla.
Los vecinos de Santaella obtienen muy poca utilidad de las fértiles tierras de su término municipal. Incluso el aprovechamiento de pastos va a quedar reducido con el acotamiento de fincas, un fenómeno que se intensifica a partir del siglo XVII. Al igual que en otras localidades de la campiña cordobesa, Felipe IV concede numerosas licencias para cerrar las grandes propiedades a cambio de una compensación económica que ingresa la exhausta hacienda real. La medida daña los intereses de las capas sociales bajas v de los pequeños ganaderos que solían beneficiar los pastos una vez alzados los frutos
A principios de enero de 1631 el concejo tiene noticia de que don Juan Agustín de Godoy ha sido autorizado para cercar alrededor de 900 fanegas de tierra en Villar Gallego. Diez años más tarde don Antonio Venegas de la Cueva acota el cortijo Garabato, pero el municipio decide oponerse sin éxito, arguyendo que lesiona los intereses del vecindario de Santaella y de La Rambla:
"(...) este concejo acordó que se contradiga la dicha posesión que se le dio al dicho don Antonio Benegas del cerramiento del dicho cortijo, por quanto está el baldío del dicho cortijo y todos los más cortijos del término de esta villa y por quanto es perniciosa para la comunidad desta villa el dicho cerramiento y de sus vecinos por ser paso al dicho cortijo para las heredades dellos y demás vecinos de la Rambla y cerrándose se perderán los heredamientos, de lo cual se le sigue mucho perjuicio a S.M. y a los vecinos desta villa y a los de La Rambla".
De nuevo los integrantes del concejo elevan sus protestas en el verano de 1645 por la cerca levantada en el cortijo de Membrilla Alta, propiedad de don Diego de Aguayo y Godoy. En esta ocasión el rechazo se debe a que el dueño "no consiente que entre ganado y defiende el agua de un pozo caudaloso que está en la Vereda de la Membrilla que linda con dicho cortijo y el camino de Ecija y ejido y nabazo de la Venta de Siete Torres, siendo realengo el dicho pozo, ejido y vereda".
El acotamiento de fincas continúa a lo largo del siglo XVIII y en los lustros centrales de esta centuria figuran más de 20 cortijos vallados. La postura del municipio, tras librarse de la jurisdicción señorial, se mantiene, aunque a la postre no consiga resultados positivos. A mediados de febrero de 1744 denuncia a las franciscanas del convento de Santa Cruz de Córdoba por el intento de cerrar las tierras que poseen en el cortijo de Culebrilla:
"(...) el cerramiento de dichas tierras, sobre carecer de título o priuilegio, sería perjudicial no solo a el común de vezinos de esta villa sino también a los yntereses reales por la falta que haría para la cría de ganados mayormente quando en esta villa ay más de veinte y dos cortijos cerrados, los mayores que componen más de las dos tercias partes de las tierras que comprehende su término".
Frente a la gran superficie ocupada por los cortijos, las tierras del ruedo alcanzan un porcentaje muy reducido en el conjunto del término municipal y la estructura de la propiedad se caracteriza por una atomización en pequeñas hazas. En ambos casos el cultivo preferente será el cereal.
Sin duda, los cereales, trigo y cebada, casi monopolizan los feraces suelos de Santaella. A continuación le sigue el olivar que durante el siglo XVI protagoniza una notoria expansión en zonas de tierra calma o viñedo. Disponemos de numerosos testimonios que confirman el hecho. Así, en 1583 la cofradía del Rosario posee un olivar de 50 pies en el pago de Viñas Viejas. En 1572 figuran entre los bienes de la ermita de Nuestra Señora de la Concepción "un pedaco de olibar en el pago de las uiñas y otro pedaco de olibar en las dichas uiñas en que ay en anbos pedacos setenta pies de olibos". El aumento de las plantaciones de olivos a costa de la vid en la centuria del Quinientos se constata en otras poblaciones de la campiña cordobesa.
Durante la primera mitad del siglo XVIII el olivo conoce una nueva fase expansiva también en detrimento del viñedo y de la tierra calma. La causa fundamental estriba en una mayor rentabilidad de la explotación del aceite. Un ejemplo bien significativo lo tenemos en la petición del ayuntamiento al Consejo de Castilla solicitando autoriza-ción para transformar una extensa haza en olivar. Los motivos de esta reconversión de cultivos obedecen al deseo de incrementar las rentas de los bienes de Propios:
"Parece que el único modo de superar estos yncombenientes y que el conzejo logre más utilidades en sus Propios y la Real Hazienda mayor ingreso en sus contribuziones es el que respecto de que esta villa tiene entre sus Proprios una haza que llaman del Ánsar que se compone de ziento y treinta fanegas de tierra calma a corta diferencia, contigua y unida a el pago de oliuares del ruedo y linda con tierras de la Dehesilla del Salado, hazas de San Mateo y camino alto de La Rambla, se ponga de plantío de oliuar".
La incidencia de la expansión del olivar se puede calibrar a través de la información que aporta el Catastro de Ensenada a mediados de la centuria del Setecientos: cerca de 3.300 fanegas que representan un 8% de la superficie cultivada del término municipal.
Las plantaciones de olivos se concentran en tres zonas a tenor de las declaraciones realizadas en 1737 por un grupo de labradores y ganaderos de la villa, "en el término ay tres matas de oliuares, la una en la Guijarrosa, otra detrás de las Torres y la otra del Valle". La más importante se localiza en el pago de Viñas Viejas o La Guijarrosa que desde el siglo XVI experimenta una transformación del plantío y alcanza su máximo desarrollo en el XVIII.
Por último, el papel de la vid se halla reducido a la mínima expresión como lo prueba la información aportada por el Catastro de Ensenada. La superficie de viñedo va disminuyendo a lo largo de las centurias de la Modernidad en favor del olivar. Pagos tradicionalmente dedicados al cultivo de la uva desde la época bajomedieval —Viñas Viejas— cambian de fisonomía al ser reemplazados a partir del siglo XVI por los olivos.
El secano ocupa prácticamente la totalidad de las tierras producti-vas, ya que el regadío qued? limitado al conjunto de huertas situadas en la llamada Boca del Salado. Estas alcanzan una suma de 25 fanegas y abastecen de hortalizas y frutas a los habitantes de la villa.
La feracidad de las tierras y el alto porcentaje de superficie cultivada explican el oscuro papel de la ganadería en el conjunto de la economía santaellana y constituye un mero complemento de la agricultura. La cría de las distintas especies pecuarias —vacuno, ovino, cerda, mular y caballar— está orientada a satisfacer las necesidades del vecindario y cubrir la demanda de carne y de animales de labor.
La falta de pastos impide una hipotética potenciación ganadera, problema que se agrava con la política de acotamiento de cortijos puesta en marcha desde el siglo XVII. En años de sequía las dificultades llegan a tal extremo que las cabezas de ganado se ven obligadas a salir del término o bien el gobierno municipal arbitra soluciones de emergencia. Así, en junio de 1737 los propietarios de caballos solicitan al concejo que reserve los pastos de los olivares de la mata del Valle con el fin de evitar que perezcan de hambre:
"(...) parecemos y decimos que ya consta a vuestra merced la esterilidad que generalmente se padece, la que generalmente se señala en las Yslas del Río de Monturque, dehesa destinada para la conseruación y augmento de yeguas y cauallos de raza, por cuio motibo es constante que los más de nosotros estamos en la precisión de mantener las yeguas en la Sierra fuera del término de esta villa a expensas de nuestros propios caudales y siendo esto tan grauoso y por esto no poder subsistir, y en atención a que en el término de esta villa ay tres Matas de oliuares (...) y que con la reserua de una puede quedar en parte superada esta falta en el tiempo que lo permita y no se haga daño al fruto pendiente de aceytuna se a de seruir vuestra merced que la referida Mata del Valle se guarde, de suerte que no se permita la entrada a ganado alguno, con cuia dilixencia se dará tiempo a que se crie la yerba".
El artesanado tiene un escaso desarollo en Santaella y cubre las necesidades mínimas de la población. Los oficios más importantes cuentan con alcaldes y veedores, nombrados por las autoridades municipales, que controlan y vigilan las actividades del gremio. Al mismo tiempo son los encargados de examinar y autorizar el ejercicio de la profesión.
En el primer tercio del siglo XVII los miembros del concejo acuerdan designar alcaldes "para que puedan nonbrar y examinar a los demás oficiales que ay en esta villa e tomarles quenta del uso de sus oficios y darles carta de examen". La medida afecta a un total de siete actividades profesionales: sastres, zapateros, albañiles, cardadores, tejedores, herreros y tundidores. En la susodicha relación destacan los oficios ligados directamente con la fabricación de tejidos de lana —cardadores, tejedores y tundidores— lo que permite deducir la existencia de un centro pañero de cierta entidad. La mencionada industria sucumbe en esta centuria, puesto que en la siguiente no aparece el menor rastro.
Los datos recogidos en el Catastro de Ensenada confirman la debilidad del sector artesanal. La citada fuente documental registra cifras muy bajas en la mayoría de los oficios. Veamos como botón de muestra algunos ejemplos:
Por lo que a instalaciones industriales se refiere sobresalen las que se dedican a la transformación de productos agrarios. En torno a 1730 funcionan 25 molinos de aceite, fiel indicador de la expansión del olivar, y 3 de harina.
También las actividades mercantiles carecen de importancia, excepto la comercialización de productos del campo. La exportación de trigo y aceite constituye el nervio del tráfico comercial que se orienta a tierras cordobesas y andaluzas, aunque en ocasiones traspasa las fronteras de la región. En los años centrales del siglo XVIII los cuatro arrieros de la localidad que aparecen en el Catastro de Ensenada se dedican preferentemente al transporte de granos a diversos pueblos y a la conducción de aceite a Madrid y a otros lugares.
La importancia del comercio del aceite en la economía de Santaella viene refrendada por numerosos testimonios. Unos de los más significa-tivos lo encontramos en una petición elevada al ayuntamiento por un qrupo de vecinos en noviembre de 1641:
"En este cabildo se leyó una petición presentada por Antonio de Gálbez, familiar del Santo Oficio de la Ynquisición y de Bartolomé Garda Moral, que es del tenor siguiente: Antonio de Gá_vez famiha_ del Santo Officio, Bartolomé García Balderrama del Moral, Diego García de Baena, Juan de Gálvez de Baena, Fernando Ruiz Tafur, todos vecinos de esta villa, decimos que para el nueuo repartimiento de quiebras de millones para que están concedidos adbitnos uno de los quales que se an fecho a sido el que se paguen medio real en cada arroba de aceite que se hendiere en esta villa, el qual es de gran perjuicio para los vecinos de esta villa porque los harrieros que bienen a conprar el aceite no lo quieren conprar sauiendo que an de pagar el dicho derecho y se van a otras partes donde no se paga, todo en perjuicio de la becindad y de la real hacienda porque los vecinos no pueden pagar los derechos a su magestad y se pierden las alcaualas reales que en esta uilla están en fieldad. A Vuestra merced pedimos y suplicamos se sirban de revocar el dicho adbitrio mandando no se cobre y quando lugar no aya lo minoren".
El desarrollo del comercio se halla estrechamente vinculado a las comunicaciones. Las tres vías que registran un mayor tráfico de personas y mercancías son las de Córdoba, Puente Don Gonzalo y Edja. Asimismo, debemos mencionar algunos caminos que Pasan por el término municipal de la villa. Uno de los más transitados es el de Aguilar a Ecija que discurre por la Venta del Buey Prieto y las huertas que llaman de la Boca del Salado.
El camino más concurrido es el que parte de Santaella en dirección a Córdoba con un ramal a poca distancia de la población que va a La Rambla A lo largo de las primeras décadas de la centuria de Setecientos tanto el marqués de Santaella como los miembros de cabildo municipal prestan una especial atención a esta vía por el interés económico de la misma. En el verano de 1709 el concejo tiene conocimiento de un decreto del titular de la villa en el que ordena la construcción de una" calzada a la altura del Salado:
"En este cabildo se bio un decreto del Marqués de esta villa mi
Señor en que es seruido de mandar se haga una calzada, a costa de los Propios de la villa, en el río del Salado por el camino que desta uilla ba a la ziudad de Córdoua de la calidad y condiziones que se contienen en dicho decreto".
Afínales de noviembre del citado año el marqués comunica mediante un decreto la entrega de 1.000 reales a don Feliciano del
Pino Carrillo, alguacil mayor, "para ayuda al gasto que tiene echo en la obra de la puente que le a formado en la pasada del Salado en el camino que desta villa ba a Córdoua".
El texto hace referencia a una obra de envergadura, la construcción de un puente con un solo ojo en el cauce del Salado que evitaría los graves problemas de circulación originados por las lluvias y las inundaciones.
La construcción del puente se inicia en septiembre de 1709 y seis años después se encuentra casi acabado. En efecto, a finales de mayo de 1715 el marqués de Santaella don Diego Nicolás de Aguayo insta a los capitulares para que terminen cuanto antes las obras:
"Atendiendo a que la puente empezada en el arroio del Salado término desta dicha mi Villa, está quasi acauada y, por no auerse perficzionado, suxeta a que la primera abenida se la lleue, perdiéndose lo la gastado en ella, y que es nezesarísima para el comerzio desta dicha Villa, por el presente ordeno al conzejo, Justizia y Reximiento de ella que, visto este mi decreto, de los primeros efectos que aiga de sus Propios y rentas y, no hauiéndolos adjudicando sus tierras en la concurrente cantidad, disponga el finalizar y perfizionar dicha puente".
La conservación del susodicho puente exige continuas obras de mantenimiento. Así, en septiembre de 1717 el señor de la villa manda a las autoridades municipales que "hiziesen empedrar y aderezar de todos los reparos que nezesitasse la puente de el Salado". En la misma fecha decreta la ejecución de otro puente sobre el Salado en el camino de La Rambla:
"(...) asimismo que en el dicho Salado y en el camino que de esta villa va a la de la Rambla se hiziese un pontón fuerte y seguro capaz de que pudiesen pasar cabalgaduras, coches y carretas, respecto de ser un camino mui passaxero y que en todo el ibierno no se podía trajinar por no poderse pasar dicho Salado".
La realización de las mencionadas obras públicas constituye un factor decisivo en el desarrollo del comercio y en definitiva en a revitalización económica de Santaella que se constata en el siglo XVIII después de finalizar la Guerra de Sucesión.
El abastecimiento a la villa de Santaella durante la época moderna plantea dificultades. El municipio juega un papel destacado Para asegurar la provisión, fija los precios de los alimentos básicos y castiga los fraudes. De la larga nómina de productos vamos a ceñir nuestro estudio a ciertos artículos de primera necesidad como trigo, aceite carne vino sal y nieve. Asimismo el suministro de agua al vecindario llega a preocupar seriamente a las autoridades locales.
El trigo para el abasto de la población procede de las feraces tierras campiñesas y, por lo general, el volumen resulta suficiente para satisfacer la demanda. Normalmente, en años de cosecha buena o mediana se comercializan los excedentes que se hallan en manos de forasteros. La exportación de granos se centra en el ámbito geográfico del Reino de Córdoba, aunque también se dirige a núcleos urbanos de la región cornó Sevilla, Málaga o Granada. A veces el monarca impone la obligación de abastecer a la Corte. Así, en mayo de 1730 el ayuntamiento recibe la orden de enviar trigo a la ciudad de la Alhambra:
"en este Cauildo por su merced el señor Correxidor se hizo notoria una carta orden despachada por el señor Marqués de la Paz, primer secretario de Estado de fecha en el soto de Roma a los once del corriente, en que SM que Dios guarde es servido de mandar que el Concejo de esta villa remita diariamente a la ciudad de Granada el trigo que se hallare en esta villa para el abasto de su numeroso pueblo y el de la Corte que reside en dicha ziudad y sus cercanías y, vista por este Conzejo la dicha real orden, mandó se guarde, cumpla y ejecute, según y como S.M. lo manda" .
Los altibajos en la producción son frecuentes y guardan una estrecha relación con las incidencias climáticas. También las plagas de langosta y paulilla causan verdaderos estragos en los sembrados. Por ejemplo a lo largo del siglo XVII una de las peores cosechas fue la de 1650 mientras que las de 1678 y 1679 llaman la atención por su abundancia. En la primavera de 1581 la presencia de la langosta arrasa los frutos. A finales de junio de 1630 el municipio se ocupa de los graves daños que puede ocasionar la paulilla si no se adoptan medidas urgentes:
"Se trató que ha sobrevenido este presente año paulilla en los trigos y cebadas que hay sembrados en el término de Santaella ques muy dañosa y perniciosa a los panes, si no se pone remedio se perderán y será gran ruina a los vecinos y forasteros que labran en este término".
Los problemas surgen cuando las malas cosechas hacen peligrar el abasto. Las soluciones adoptadas suelen ser la entrega a los panaderos de granos del Pósito, la inmovilización de las partidas de trigo con el fin de que no se exporten fuera y la importación de trigo extranjero.
Con cierta frecuencia el concejo decide repartir trigo a los panaderos para que vendan el pan a unos precios más bajos que los vigentes en el mercado. La medida obedece a la necesidad de abastecer a las capas populares que no pueden adquirir este alimento básico por carecer de recursos. A mediados de noviembre de 1677 los miembros del cabildo acuerdan la entrega de 24 fanegas de trigo con el fin de paliar la falta de pan:
"En este Cauildo se trató y confirió como de presente esta uilla está padeciendo estrema necesidad de falta de pan amassado y que para remediarla se a hecho y están haciendo todas las diligencias, no se alia y porque de la falta se pueden originar graues ynconbenientes, para escusarlos y que los vecinos, y en particular los pobres, no sean afligidos, acordó el Cauildo que del Pósito desta villa se saquen por aora veinte y quatro fanegas de trigo y que se den a panaderos para que lo amasen y se venda".
En la primavera de 1680 se toman idénticas medidas, ya que aparte de los problemas derivados de la escasez de pan existe el temor de un contagio que ha hecho su aparición en Lucena:
"Y asimesmo se acordó, respecto de aber falta de granos y no hallar trigo los panaderos que comprar para el abasto desta villa, se saque un caíz de trigo del pósito de ella y se les entregue a Alonso Ruiz Carretero, Juan Cañero y Bartolomé de Gálbez Escamilla, a cada uno de ellos, quatro fanegas para el abasto de los vezinos desta villa en que an de dar en cada una fanega quarenta y cinco panes de a treinta y dos onzas que se a de hender en casa de Gregorio Gutiérrez a prezio cada un pan a siete quartos"
En el período de tiempo comprendido entre 1569 y 1733 el Pósito se localiza en distintos lugares de la población y, a veces, no existe un edificio destinado a almacenar el trigo. En el último cuarto del siglo XVII se encuentra en las afueras del casco urbano, circunstancia que mueve al concejo a ordenar el traslado a una casa particular con el fin de evitar los hurtos.
"En este Cabildo se trató y confirió como las cassas de, Pósito están en el canpo yermo y despoblado y en ellas encerrado la cantidad de trigo que este presente año se a cobrado y por estar el precio tan subido que pasa de setenta reales y se teme que sucederá o puede suceder el ronper dichas cassas y hurtar el dicho trigo y procurando el cabildo asegurarlo en quanto le es pusible, acordó que el dicho trigo se mude a las cassas de Matías Fernández de Doblas, vezino de esta villa".
El lugar exacto lo conocemos a través de una referencia documental que aparece en las actas capitulares correspondientes a 1681. En ellas se especifica que el Pósito "está en las cassas del canpo extramuros de esta villa a la calle de los Paraysos".
A comienzos del siglo XVIII, concretamente en 1706 una parte del trigo se guarda en casas particulares, de ahí que en la mencionada fecha se pide autorización a la Real Chancillería de Granada para construir "un alfolí, respecto de que las creces del trigo que se reparten se convierten todas en los alquilares y arrendamientos de las casas en que se encierran dichos granos".
En enero de 1716 el municipio informa que "el pósito viejo extramuros de esta Villa se demolió por no estar en paraje de serbir para con los materiales hazer las obras de la cárzel y pilarejo". El desmantelamiento del antiguo Pósito obliga a utilizar edufucuis particulares lo que implica el pago de los correspondientes alquileres. La situación se mantiene hasta Mediados de junio de 1735, fecha en la que el ayuntamiento acuerda almacenar el grano en el castillo.
"En este Cauildo se acordó que por quanto el Pósito desta villa no tiene paneras propias donde encerrar y recoger el trigo de que se compone su caudal por lo que es preciso alquilar para ello todos los años los graneros necessarios en diferentes cassas particulares y que estos se pagan del caudal de trigo de dicho Pósito por no tenerlo de marauedís; y esto es de mucha costa a el referido Pósito, la que se le podrá escuzar recogiendo sus granos en los quartos más seguros del castillo desta villa y dos silos que ay en el, donde muchos años se a encerrado en ellos trigo por diferentes particulares, y en cuio sitio se podrá mantener con más seguridad y menos riesgo de corrupción haciendo para ello las puertas y demás reparos que sean necesarios todo lo qual, sin duda, le será menos costoso que pagar alquileres continuamente".
La vieja fortaleza continúa utilizándose como Pósito en 1746, pues en agosto de ese año un regidor propone la ampliación de las instalaciones:
"Por el señor Don Bartolomé del Postigo, rexidor decano se propuso que bien consta a sus merzedes que el Pósito de esta villa sólo tiene dos graneros, el uno es una quadra en una torre antigua que aun no cauen mili fanegas de trigo y el otro una ñaue pegada a la misma torre de veinte varas de largo y seis de ancho a corta diferencia y siendo el caudal que actualmente tiene dicho Pósito quatro mili y quinientas fanegas de trigo pocas más o menos no cauen en dichos graneros, cuia experiencia se tiene aun quando se hallaua con menos caudal, mayormente en el año de quarenta y tres, que fue preciso yncluir mucha parte de el en dos aljibes o silos que están en el patio con cuias umedades se vicia el trigo exponiéndolo a el riesgo de que no pueda ser útil para el principal fin que le toman ios labradores que es la sementera, razones porque se hace preciso hacer mayor el expresado granero y es fácil y no muy costoso corriendo dicha ñaue las doze varas que tiene de tramo porcima de la muralla y arco que sube a la Villa".
El hecho de que el castillo sea el lugar donde se almacena el trigo en 1746 constituye una prueba de que el edificio barroco de la calle Paraísos, en cuya fachada aparece la fecha de 1736, no se utiliza como Pósito.
La inmovilización del trigo recogido en el término constituye otra de las medidas decretadas por el ayuntamiento para asegurar el abasto a los habitantes de la villa. Así, en febrero de 1647 se acuerda que "no se saque ningún trigo de esta villa por la necesidad que ay en ella por no aber trigo y, si alguno ay, lo tienen personas poderosas que no son labradores y lo benden por ececibos precios con lo qual perecen los pobres porque no lo hallan a mercar". El texto hace referencia al acaparamiento de granos en manos de un reducido grupo de personas que espera obtener pingües beneficios a costa de las necesidades que padece el vecindario.
En el verano del mismo año la situación se agrava de tal forma que los capitulares deciden expropiar con la correspondiente indemnización 4.000 fanegas de trigo:
"En este cabildo se acordó que atento que en esta villa no se halla pan ni trigo para podello amasar y los pobres perecen de hanbre y están sin remedio y en esta villa se coxe muncho pan en su término por ser de muncha campiña y los que tienen el dicho trigo son jente poderosa, como son mayorasgos de Córdoua y otras partes y el señor obispo y cabildo de la santa Yglesia de la ciudad de Córdoua de los diezmos que les tocan en esta juridición y munchos labradores forasteros que labran en este dicho término, las quales todas se lleban y sacan el trigo a otras partes sin querer dar ninguno a esta villa, coxiéndose en su término y juridición, y, para que esta villa pueda pasar y sus becinos este año, acordaron se saquen de las personas que tubieren rentas y diezmos y de sus labradores que coxieren pan en este dicho término quatro mili fanegas de trigo para yllo amasando para dar a los pobres necesitados y pasaxeros y para esto se haga un repartimiento con ygualdad, conforme a la publicidad y renta de cada uno, y ansi lo acordaron".
De nuevo, debido a la mala cosecha, en julio de 1650 el concejo acuerda "prohibir la salida de trigo y cebada de esta villa para asegurar el abastecimiento de ella y no falte pan".
En raras ocasiones la esterilidad absoluta de los sembrados causa notorias dificultades que obligan a las autoridades locales a recabar fondos con los que importar granos de otras zonas de la región o bien adquirir trigo extranjero en los puertos de Sevilla o Málaga. Así, en junio de 1737 los vecinos de Santaella consumen trigo ultramarino comprado en la capital hispalense.
La producción de aceite, gracias a la expansión del olivar en los siglos XVI y XVIII, atiende las necesidades de la población y los excedentes se canalizan hacia la antigua sede califal y otras zonas de Andalucía.
El suministro de carne al vecindario lo saca a subasta cada año el municipio y se remata en el lidiador que ofrece mejores condiciones tanto en calidad como en precio. Excepcionalmente, la falta de pujadores plantea dificultades que son resueltas por el concejo me- diante la asignación de un cupo de reses a los labradores, quienes es- tán obligados a entregar el número de cabezas que les corresponde
En las Carnicerías de la villa se vende carne de ovino cerdo y vacuno, las especies ganaderas que tienen una mayor demanda El abasto dura todos los meses del año, salvo en la época de Cuaresma Aquellas ocupan un edificio próximo a la Plaza, cuyo mantenimiento exige con cierta frecuencia obras de reparación. Así, a principios de noviembre de 1669 los miembros del cabildo municipal deciden reparar la carnicería pública desta villa porque está amenazando ruina los tejados y casilla donde se matan las reses".
Uno de los principales cometidos del ayuntamiento en la provisión de los artículos de primera necesidad será el control y vigilancia de los fraudes. Un ejemplo lo tenemos en la denuncia efectuada por un regidor en abril de 1694:
"En este conzexo se dixo por el señor Andrés Laguna, rexidor que el ofizial de las Camizerías de esta uilla hurtaba mucho en los pesos en penuizio de los vezinos y pobres, que se pusiese remedio en ello y entendido por los dichos señores, dixeron que el dicho señor rexidor asista en dicha Carnizería al tiempo de darse carne y cuide se pese con toda legalidad y, si aliare peso falto, le saque de cada uno dos reales y la carne perdida, el dinero para este conzexo y la carne para dicho señor".
La escasa o nula incidencia de la vid en la superficie cultivada del término de Santaella motiva la dependencia del exterior en el suministro de vino. Procede de las localidades próximas de La Rambla y Montilla. En mayo de 1640 se organiza la venta a los consumidores, estableciéndose un total de siete tabernas situadas en distintos lugares del casco urbano: cuatro en la Plaza, dos en el Arenalejo y una en el arrabal de Abajo.
El aprovisionamiento de sal también depende de fuera y, normal-mente, se trae de las salinas de Duernas. Los niveles de consumo se pueden medir de forma aproximada a través del número de fanegas contratado por el toldero. Los valores carecen de uniformidad y presentan disparidades bastante acusadas:
El cuadro refleja de manera elocuente el descenso del consumo a partir del último tercio del siglo XVII y culmina en el primer lustro de la centuria siguiente. Sin duda, la crisis demográfica es un factor explicativo del hecho.
La nieve constituye un artículo de primera necesidad por sus aplicaciones en el campo de la medicina; se emplea para cortar as hemorragias, bajar la fiebre, combatir las inflamaciones, suavizar los dolores y otros usos. Ello motiva la constante preocupación de las autoridades municipales en tener aprovisionada la población, ya que, a su juicio dependía en buena medida la salud del vecindario.
El consumo de nieve alcanza un volumen importante en los siglos XVII y XVIII sobre todo en las ciudades. Esta elevada demanda obedece sin duda, a la utilización con fines terapéuticos. También el tomar bebidas heladas, especialmente en los meses de verano, contribuye a incrementar de forma notoria el gasto de un producto, cuyo abastecimiento depende del exterior.
Hasta finales de la centuria del Seiscientos no se inicia la provisión de nieve a Santaella y continuará en el siglo siguiente. El concejo muestra un vivo interés en asegurar el abasto por la importancia bajo un punto de vista sanitario. Al mismo tiempo suele conceder una subvención al abastecedor con el fin de enjugar las pérdidas ocasionadas por el deshielo. Una buena prueba es la decisión adoptada a finales de julio de 1708:
"Asimismo, el conzejo acordó que por quanto se espenmentan todos los veranos en esta villa muchas enfermedades y no ai quien traiga a ella niebe para el gasto de los enfermos, mandaron que por razón de ayuda de costa se le den a Juan Ximénez, quien se obliga a tenerla en su casa, ciento y zinquenta reales, por quanto es para alibio de los vezinos".
La misma persona se responsabiliza del abastecimiento, sólo durante los meses de verano, en fechas posteriores. Así, en junio de 1713 el municipio acuerda la concesión de 100 reales para ayuda de costa y en noviembre de 1715 recibe idéntica cantidad "por el trauajp y asistenzia que a tenido en traer de la Rambla niebe en el agosto próximo passado deste año, venderla en su cassa y mermas que se le consideran".
Por último, el abastecimiento de agua a la población representa un objetivo prioritario del cabildo municipal que se refleja en las actas capitulares. Las cinco fuentes que a lo largo de la Edad Moderna suministran y cubren las necesidades de los habitantes de Santaella se localizan en las proximidades del casco urbano: Pilarejo, Mina, Pozo Techado, Cañuelo y Pilón.
El funcionamiento de las mismas exige continuas obras de reparación y mantenimiento a cargo del erario municipal. A principios de julio de 1648 el ayuntamiento decide el arreglo de las fuentes del Cañuelo y de la Mina "por estar maltratadas las cañerías". A comienzos de diciembre de 1706 se respalda una propuesta para efectuar las obras necesarias en las de la Mina y Pilón. Tres años más tarde se abre un camino a la fuente del Cañueto para facilitar a los vecinos la traída del agua. En el verano de 1722 se acuerda la realización de nuevos reparos con el fin de asegurar el abastecimiento:
"Se acordó que por quanto se experimentaba la cortedad de aguas que ai en el ruedo de las fuentes de esta villa y que con ella no se puede mantener para el gasto de vezindario y ganados de los labradores de ella, se acordó el que se compongan el pilar del Pilarejo su cañería, el Pozo Techado y fuente de la mina".
LOS GRUPOS SOCIALES
Los rasgos que definen la sociedad de Santaella en el período 1569-1733 son los propios del Antiguo Régimen. La población se halla dividida en estamentos que se caracterizan por una marcada rigidez, pues el acceso a un estrato superior ofrece serias dificultades. Aristocracia y clero constituyen los grupos privilegiados frente a los integrantes del denominado estado llano en el que figuran personas con unos niveles económicos muy dispares. Por último hay que destacar la presencia de minorías marginadas.
La nobleza está formada por unas veinte familias aproximadamente. Representan un exiguo porcentaje en el conjunto de habitantes que moran en la villa. Sin embargo, en líneas generales gozan de una elevada posición derivada de la gran masa de recursos que se traducen en voluminosos y saneados ingresos. Los hidalgos, en su mayoría, son hacendados labradores que poseen fincas rústicas e inmuebles en el casco urbano.
El poderío económico va a quedar reforzado con el político, ya que monopolizan determinados cargos del gobierno municipal. Así, todas las regidurías se hallan en sus manos, lo mismo que los oficios reservados a los hijosdalgo como alcalde ordinario, alguacil mayor y alcalde de la hermandad.
Disponemos de varias relaciones nominales que permiten establecer con exactitud el número de hidalgos y la identidad de los mismos en el siglo XVII. La primera corresponde a 1642 y en ella figuran 21 personas:
La cifra de hijosdalgo residentes en Santaella se eleva a 19 personas, ya que don Francisco Ramírez y don Juan de Furiel viven en La Rambla y Córdoba respectivamente. Otros moran en la villa desde fechas recientes como don Cristóbal Félix de Cárdenas, quien solicita avecindarse en junio de 1634.
La mayoría de los hijosdalgo censados en 1642 desempeña cargos en el gobierno local. El puesto de alcalde ordinario será ocupado en distintos años por don Cristóbal Félix de Cárdenas y don Luis de Herrera Esquivel. Entre los regidores aparecen Miguel Fernández Bermejo y Pedro de Gálvez Baena. Pedro del Postigo el Viejo figura como alférez mayor en 1630 y en el mismo año don Juan Ramírez de Biedma es teniente de alcaide del castillo, por delegación de don Juan Agustín de Godoy, con voz y voto en el cabildo.
El formar parte de las estructuras del Santo Oficio prestigia a los hijosdalgo, de ahí que algunos -Andrés Fernández Valderrama, Miguel Fernández Bermejo, Antonio de Gálvez y Alonso Téllez Bermejo— poseen el título de familiares extendido por el tribunal de la Inquisición de Córdoba.
Los efectivos humanos arrojan valores numéricos sensiblemente iguales en las décadas posteriores. Los padrones de hijosdalgo realizados en 1670 y 1675 confirman el hecho:
La cifra de hijosdalgo en el último cuarto del siglo XVII es prácticamente idéntica a la de los años cuarenta de esta misma centuria. Asimismo, continúa el protagonismo en la política local como se atestigua a través de numerosos ejemplos. Entre ellos podemos citar a don Pedro Ramírez de Biedma, teniente de corregidor, y a los regidores Pedro García de Valderrama y don Alonso del Postigo Gálvez.
A los apellidos de rancio abolengo —Postigo, Gálvez, Valderrama, Doña Mayor— se incorporan otros que van a tener un gran arraigo en la vida local como Lorite y Olaegui. A finales de agosto de 1672 el cabildo municipal de Santaella recibe como hidalgo a don Juan de Lorite Montano y Barrionuevo, hijo de don Antonio de Lorite Barrionuevo y de doña Catalina de Carvajal y Montano, vecino de Puente Don Gonzalo.
En las décadas finiseculares del Seiscientos la cuantía de hijosdalgo experimenta escasas variaciones, puesto que en el censo elaborado a mediados de febrero de 1682 figuran 21 personas:
Al igual que en las relaciones anteriores se constata la presencia de hidalgos recién avecindados en Santaella. Es el caso de don Simón de Gálvez Peralta y Lucena, alguacil mayor del Santo Oficio en la ciudad de Vélez-Málaga, quien será reconocido como tal hidalgo a finales de agosto de 1675.
También los eclesiásticos constituyen un grupo muy reducido con la particularidad de que forman parte del clero secular, ya que a lo largo de la época moderna no se instalan en la villa comunidades religiosas, una situación que se ha mantenido hasta nuestros días.
A la cabeza figura un vicario que, normalmente, ostenta el puesto de comisario del Santo Oficio y tiene autoridad sobre todos los clérigos. Un rector ejerce la titularidad de la parroquia que cuenta con la ayuda de varios sacerdotes que reciben el nombre de servidores. Finalmente, algunos clérigos extravagantes, llamados así porque no gozan de un beneficio, y una cifra variable de capellanes. A partir de las últimas décadas del siglo XVI se constata que, por lo general, en Santaella los cargos de vicario y rector los desempeña una misma persona.
Las rentas de la fábrica parroquial de Nuestra Señora de la Asunción se hallan gravadas con tres beneficios, tres prestameras y un préstamo que gozan individuos y comunidades ajenas a la vida local. En la documentación referida a la visita y cuentas tomadas por el visitador general del obispado en febrero de 1580 sé especifica la identidad de los beneficiarios de las susodichas prebendas:
"Ay en esta yglesia tres beneficios sinples seruideros e dos prestameras e un préstamo. El uno de los beneficios está anejo a la capilla de Cobos en Ubeda. El otro posee Villasante, resydente en Castilla, que Luis Rodríguez, notario de la audiencia obispal, cobra por él los frutos. El otro el doctor Ahunida que reside en Granada, cobra los frutos su tío Pedro Ximénez de Ahunida, vezino de Córdoua. Vale cada uno destos beneficios con las casyllas a mili ducados.
La una de las prestameras está aneja al monasterio de Santisteban de Salamanca. La otra posee el racionero don Francisco de Góngora, racionero de Córdoua, y agora su sobrino don Luis. El préstamo se reparte en las dos canongías de la dicha yglesia catedral de Córdoua, que la una es del maestro Gaitán e la otra del canónigo don Alonso de Góngora".
Entre los que disfrutan beneficios adscritos a la parroquia de la villa se encuentran los dominicos del convento de San Esteban de Salamanca y el célebre poeta cordobés don Luis de Góngora y Argote.
Los efectivos humanos del clero varían a lo largo del período estudiado, registrándose los valores numéricos más altos en los lustros centrales del siglo
XVII. A finales de 1563 tienen establecida su residencia en Santaella ocho clérigos: Diego Ortiz, vicario, Luis Pérez, rector. Francisco Muñoz de Gálvez, Alonso Rodríguez, Nicolás Pérez, Hernando de Baena,
Juan Bermejo y Francisco Muñoz de la Cuadra. Posteriormente la cifra experimenta un aumento sensible, ya que en febrero de 1580 se contabilizan diez eclesiásticos de los que seis son presbíteros.
A lo largo de la centuria del Seiscientos la población eclesiástica que mora en la villa campiñesa se incrementa de forma espectacular pues en marzo
de 1640 aparecen 18 personas. En el espacio de 60 años el aumento producido es de un 90%. En la mencionada fecha se contabiliza media docena de
presbíteros que llevan a cabo diversas tareas en la parroquia y con un nivel de formación muy aceptable: Ldo Melchor Fernándes del Postigo Valderrama,
vicario y rector, Ldo Alonso Hidalgo, Ldo. Antonio de Gálvez Márquez, Juan Alonso Crespo, Fernando Ruiz de Villamayor y Miguel Ruiz.
Los restantes clérigos, a lo sumo, han cursado Latinidad y algunos reciben las órdenes con el único fin de gozar un beneficio o disfrutar del fuero
de eclesiástico que lleva aparejado exenciones fiscales y otras ventajas. Figuran también presbíteros que son acaudalados
labradores. El caso más significativo es el del hacendado don Miguel Vicente Fernández Alcaide y Lorite, hijodalgo notorio al igual que sus ascendientes.
En fechas posteriores comienza un descenso paulatino a juzgar por la información suministrada por el Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII.
La mencionada fuente documental anota 12 eclesiásti-cos, 8 presbíteros y 4 clérigos capellanes.
La inmensa mayoría de los habitantes de Santaella forma parte del estamento llano en el que cabe distinguir una serie de categorías socioeconómicas.
En primer lugar encontramos los labradores que cultivan directamente sus propiedades o bien explotan grandes fincas en régimen de arrendamiento.
A continuación los artesanos, comerciantes y otros sectores de las llamadas capas medias. Tales grupos sociales carecen de entidad numérica.
Por el contrario, los trabajadores sin cualificar y jornaleros del campo alcanzan cifras importantes. En el Catastro de Ensenada aparecen 264
asalariados que se dedican temporalmente a las faenas agrícolas y también desempeñan trabajos duros en el interior del casco urbano. La susodicha fuente
al referirse a los albañiles especifica que "no ay determinados peones en dicho oficio, pues siruen de tales los jornaleros del campo a quienes en los
días que los nezesitan les pagan el mesmo jornal que devían ganar en el campo".
Finalmente, en la villa de Santaella durante la época moderna encontramos minorías que se hallan al margen de la sociedad: moriscos, esclavos y
gitanos. Los efectivos humanos de la comunidad morisca resultan bien conocidos y la trayectoria demográfica ha sido estudiada en el apartado referido
a la población. Sin embargo, desconocemos el número de esclavos y gitanos. Los primeros se hallan en manos de los estamentos privilegiados y
constituyen un signo de ostentación externa de riqueza. Los hidalgos suelen emplearlos en servicios de carácter doméstico, realizando tareas propias
de criados, sirvientes y lacayos.
LA RELIGIOSIDAD POPULAR
La población santaellana a lo largo de la Edad Moderna vive de manera intensa el fenómeno religioso, exteriorizándose con múltiples y variadas
demostraciones. Las diferentes capas sociales ofrecen muchas pruebas de un fervor inusitado, pero nos limitaremos a poner de relieve los indicadores más
importantes. A través de ellos se puede calibrar la religiosidad popular y descubrir una faceta tan significativa de la mentalidad de sus habitantes.
Son numerosas las devociones locales que despiertan un gran entusiasmo en el vecindario. En primer lugar cabe destacar las advocaciones de las
diversas ermitas que se levantan tanto en el interior como en las proximidades del casco urbano. Durante la época moderna figuran cinco ermitas,
cuya situación viene especificada en un documento fechado en 1580:
"Ay cinco hermitas de las adbocaciones siguientes: Nuestra Señora del Valle questá fuera de la uilla. La Veracruz en el arraual abajo.
La Concepción, junto a la yglesia donde posan los predicadores quando aquí bienen. San Sebastián questá en el arraual de la fuente nueua.
La otra está en el barrio que dizen de los Paraísos ques de Santa Lucía".
La ermita más concurrida es la de Nuestra Señora del Valle, debido a la intensa devoción de los vecinos de Santaella a la citada
advocación mariana. Sin embargo, el patrimonio de la misma carece de importancia y los mayores ingresos proceden de las limosnas de los fieles.
En las cuentas tomadas en marzo de 1572 por el visitador general del obispado figura un olivar "junto a la hermyta ques de veinte e quatro pies".
Posteriormente los recursos aumentan mediante donaciones o adquisiciones de bienes. A principios de mayo de 1692 don Fernando de Esquivel y Cárdenas,
vecino de Córdoba, regala un pedazo de olivar con 54 pies. En agosto de 1718 don Juan Zafra y Almagro, residente en Ecija, vende al mayordomo de la
ermita 21 olivos por 419 reales.
A finales de junio de 1788 el santuario posee cinco suertes de olivar que suman una extensión de 51,25 aranzadas. También percibe 91
reales anuales en concepto de rentas producidas por tres censos que totalizan 3.052 reales de capital.
Las limosnas de los devotos constituyen la principal fuente de ingresos. Los donativos en metálico y en especie, principalmente trigo
y aceite, presentan notorias fluctuaciones cuantitativas a lo largo del período que tratamos.
La administración de los bienes corresponde al mayordomo de la cofradía. Por lo general, la mayordomía está ocupada por individuos pertenecientes
a las capas sociales altas que desempeñan cargos en el gobierno municipal.
Los datos del cuadro nos llevan a afirmar que algunos mayordomos desempeñan su función a lo largo de varias décadas. El largo mandato de
Miguel Fernández de Baena arroja un balance positivo, a juzgar por las realizaciones que se llevan a cabo. En el edificio del santuario se ejecutan
costosas obras de reparación y se construye el aposento del santero. A pesar de ello en 1580 el visitador general del obispado manda que
"en la hermita de Nuestra Señora del Valle se aderece el tejado de la hermita, de forma que no se llueba, encalando muy bien e reparando el
cauallete del tejado questá todo avierto".
En esta época se compran unas andas con el fin de procesionar a la Virgen y un manto y una saya para vestir a la imagen, cuyos gastos aparecen
especificados en las cuentas tomadas en marzo de 1572:
"Doze myll trescientos e setenta e quatro marauedís que dixo avelle costado unas andas de madera e dorado e de toda costa que se hizieron en
la cibdad de Ecija para la dicha ymagen. Descárgansele más onze reales que dixo avele costado un arquita pequeña en que tiene los vestidos de la
ymagen. Descárgansele más veinte myll e nuevecientos e quarenta e nueve marauedís que, según la relación de su libro scripta de mano del dotor Lope
de Ribera vicario desta villa, le costó un manto y saya de Nuestra Señora del Baile de raso blanco y tafetán encarnado con franjas de oro.
El texto encierra un gran interés puesto que aporta la primera referencia documental en torno al atuendo de la Virgen y corrobora que en la
mencionada fecha la imagen se halla vestida. Ello contradice la opinión de eruditos locales, quienes afirman que la talla se viste en el siglo XVIII.
Los ingresos se destinan a sufragar una serie de gastos ordinarios y extraordinarios. Entre los primeros hay que mencionar los ocasionados
con motivo de la solemne fiesta anual que se hace en el santuario el 8 de septiembre en la que, normalmente, predica un orador forastero de
renombre y cuenta con la presencia de músicos que se traen de localidades próximas como La Rambla. Otros desembolsos fijos son el consumo de cera,
misas, derechos parroquiales, explotación de los bienes rústicos y salario del santero.
Dentro de los gastos extraordinarios los más costosos son los originados por las obras de conservación en el edificio y en la calzada de la ermita.
Así, después de la reedificación llevada a cabo por el sacerdote y hacendado labrador Alcaide Lorite a mediados del siglo XVIII, en las cuentas dadas
por el mayordomo en 1788 se incluyen partidas gastadas en el empiedro del camino que se dirige al santuario. A finales de la susodicha centuria el
arquitecto José Díaz Acevedo, vecino de Ecija, inspecciona la iglesia y ordena la realización de obras urgentes que se inician el 16 de octubre de 1798
y terminan el 15 de enero del año siguiente. Los trabajos efectuados importan 9.731 reales y figuran descritos en la rendición de cuentas hecha por el
administrador en 1809:
"Del mismo libro de asiento y de los rezivos que presentó, consta hauerse gastado en asegurar las paredes de la hermita con siete maderos de pino
de Utrera y dos barras de hierro que la atraviesan por haverse sentido a causa de un fuerte temporal, con la demás obra que con este motivo se subscitó.
Y asimismo la que se hizo en la muralla, componer el navo del camarín, trastechar su texado con tejas verdes y azules traídas de Sevilla y recorrer quando
ha sido preciso todas las oficinas, incluyendo aquí los materiales de cal, yeso, ladrillo y demás".
En la relación de gastos extraordinarios figura el arreglo de ornamentos y vasos sagrados. También se incluye la adquisición de lámparas y piezas de
plata para la imagen de la Virgen.
La ermita de la Vera Cruz se localiza en el arrabal del camino de Ecija y, posiblemente, su construcción data de la primera mitad del siglo XVI.
En ella se venera un Cristo al que los santaellanos profesan una intensa devoción. Los ingresos proceden de las cuotas de entrada de los cofrades,
las limosnas en especie y en metálico de los fieles y el dinero recogido por los hermanos con la bacina, quienes recorren las calles del pueblo los
días de fiesta y, de manera especial, el Jueves Santo. La identidad de los mayordomos nos lleva a concluir que los dirigentes de la hermandad se recluían
en las capas sociales altas.
La ermita de Nuestra Señora de la Concepción, levantada en pleno corazón del barrio de la Villa, dispone de mayores recursos. Posee en el último
cuarto del siglo XVI tres pequeños olivares, "el uno junto a la laguna del Arenal, un pedayo de olibar en el pago de las uiñas y otro pedaco de olibar
en las dichas uiñas en que ay en anbos pedacos setenta pies de olibos". Además cuenta con las entradas y cuotas que pagan los miembros de la cofradía y
con las limosnas del vecindario. Estos últimos ingresos alcanzan una cifra de cierta entidad, ya que los donativos en metálico depositados por los
habitantes de Santaella desde febrero de 1582 hasta marzo del año siguiente ascienden a 420 reales. Entre los mayordomos de la hermandad se constata
la presencia de algunos sacerdotes e hijosdalgo.
El origen de la ermita de San Sebastián se remonta a la época bajomedieval. Sin embargo, la imagen del santo que recibe culto en la susodicha iglesia
se ejecuta entre marzo de 1575 y mayo de 1577 Así en las cuentas dadas por el mayordomo al visitador general del obispado en esa última fecha aparecen
4.896 maravedís que "parece aver dado e pagado por la hechura, dorado e barnizado del santo que hizieron para la dicha cofradía ques su adbocación
San Sevastián".
La ermita de San Sebastián tiene un exiguo patrimonio -una casa y dos olivares- del que obtiene una corta renta, 32,5 reales en 1572 Los mayores
ingresos proceden de las cuotas de los hermanos y de los donativos de los fieles. La administración corre a cargo de los mayordomos, quienes pertenecen
a familias de la nobleza local y excepcionalmente, encontramos algún artesano
Las relaciones de mayordomos corroboran el protagonismo de los apellidos de rancio abolengo de la población al frente de las hermandades erigidas
en las distintas ermitas. En ocasiones la misma persona ocupa cargos en distintas cofradías como el hidalgo Alonso Téllez Bermejo, quien en 1637 desempeña
la mayordomía de la Vera Cruz.
Por último en la transversal que une el final de las calles Paraisos y Corredera se levanta la ermita de Santa Lucía, cuya situación económica
resulta harto precaria. A finales de 1563 el visitador general del obispado declara que "halló que avía otra hermita de Santa Luzía, no tiene fábrica ni
mayordomo". Lustros más tarde encontramos un mayordomo al frente de la cofradía. La penuria de medios plantea serias dificultades a la hora de afrontar
gastos indispensables como obras de reparación. La conservación del edificio necesita continuos trabajos de albañilería que alcanzan un costo elevado.
Así, en febrero de 1580 el doctor Carlos Montero, visitador de la diócesis, ordena reparar la iglesia con el fin de que no se hunda:
"Mandó asimysmo el señor uisitador que la hermita de Santa Lucía se reteje e reparen todos los tejados porque se llueue y se encale y enluca la hermita
por de dentro e por de fuera se reboquen y encalen los agujeros de las paredes y se reparen como conviene".
Las cinco ermitas mencionadas mantienen una mayor o menor actividad a lo largo de la Edad Moderna, salvo la de Santa Lucía que no aparece en el primer
tercio del siglo XVIII. En cambio figura otra con la advocación de Nuestra Señora de la Fuensanta. Un documento fechado en 1726 señala que las ermitas de
la localidad son las de "Nuestra Señora de la Concepción, el Santo Xpto de la Vera Cruz, Nuestra Señora del Valle, la de la Fuensanta y San Sevastián".
Creemos que la Virgen de la Fuensanta recibe culto en una de las ermitas antiguas y no dispone de santuario propio. En un inventario de cuadros y
esculturas realizado en la primera mitad del siglo XIX se registra en la iglesia de San Sebastián una imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta.
No cabe la menor duda de que la Virgen del Valle y, a partir de mediados del siglo XVII, San Francisco de Paula van a ser objeto de una especial
devoción entre los habitantes de Santaella. La susodicha advocación mariana despierta un fuerte entusiasmo religioso corroborado por numerosos testimonios.
En el período 1569-1733 Nuestra Señora del Valle recibe demostraciones de un intenso fervor plasmado en rogativas, procesiones y
fiestas religiosas. Tales actos se organizan con el fin de implorar su patrocinio en momentos y situaciones difíciles. En la primavera de 1659 se traslada
la imagen en procesión al templo parroquial con motivo de las persistentes lluvias. A principios de abril de 1668 el municipio acuerda hacerle un
novenario debido a la pertinaz sequía:
"Que atento a que está tratado de traer a Nuestra Señora del Balle de su Santa casa a la yglesia mayor desta villa en procesión porque ruegue a Dios
Nuestro Señor nos socorra con su rocío por la necesidad que padecen los panes, este concexo acordó se le haga un novenario y la cossa de cera y limosna de
los ministros de la yglesia se pague de los propios deste concexo".
Idénticas razones son las que motivan la celebración de los mismos actos en marzo de 1718. También en esta ocasión los gastos corren a cargo de las
arcas municipales:
"Por quanto se a traido a la yglesia parroquial de esta dicha villa de su santa casa a la debota ymagen de Nuestra Señora del Valle para hazerle un
nobenario de fiesta con sermones y rogatibas porque su Magestad ynterzeda con su hijo Santísimo nos conzeda a todos los católicos christianos el benefizio
del agua por la nezesidad que de ella tienen los campos y sembrados en la presente ocasión, acordaron dichos señores que el último día de dicho nobenario
se haga una fiesta por este conzejo a dicha Santa Ymagen con sermón, misa cantada y demás requisitos correspondientes, para la qual y que la disponga
y dirija dichos señores nombraron por diputado a dicho señor Don Luis de Olaigui, quien dé quenta a este conzejo de los gastos que se hizieren para que
se le libren en sus propios y rentas".
La intercesión de la Virgen del Valle vuelve a pedirse por los vecinos de Santaella con ocasión de las epidemias que azotan a la población durante
la época moderna. Así, en el verano de 1648 los capitulares deciden librar una cantidad determinada para sufragar los gastos de las fiestas religiosas
en honor de la citada advocación "con motivo de la peste que ay".
La financiación de las celebraciones religiosas arroja valores numéricos muy dispares y, normalmente, los capítulos de gastos mayores corresponden
a cera, limosna al predicador y cohetes. Un ejemplo significativo lo tenemos en las cuentas presentadas en abril de 1706 de la fiesta a Nuestra Señora del
Valle:
"-De zera menuda para el altar, ziriales y manos de los eclesiásticos se gastaron siete libras que a ocho reales y medio montaron cinquenta y nueue reales e diez e syete marauedís.
- De beinte cirios para la Villa y acompañamiento se gastaron doze libras y media de zera que a dicho precio montan ciento y seis reales y medio.
..
- A la iglesia de traer a Nuestra Señora de la fiesta y boiber a llebar a Nuestra Señora a su santa casa ciento y diez reales.
- Al muy reverendo Padre Maestro fray Antonio Martínez que predicó en dicha fiesta se le dieron de limosna tres doblones que montaron ciento y ochenta reales.
- De ruedas y coetes setenta y ocho reales.
Que según pareze monta todo quinientos y treinta y quatro reales de vellón".
A lo largo del siglo XVII, sobre todo en los lustros centrales, asistimos a una intensificación del fervor religioso propiciado por las calamidades
que sufren las poblaciones, especialmente los mortíferos brotes epidémicos. Esta situación da lugar a la proliferación de novenarios, rogativas y
procesiones solicitando la intervención de las advocaciones que tienen un mayor arraigo popular en las respectivas localidades o bien surgen nuevas
devociones.
El fenómeno se constata de forma clara en Santaella a mediados de la centuria del Seiscientos. Un indicador bien elocuente será el nombramiento de
San Francisco de Paula como patrón de la villa en 1650. Los motivos de esta designación figuran en el acuerdo municipal adoptado el 1 de mayo del
susodicho año:
"(...) dijeron que por las noticias que an tenido de los muchos milagros que el Santísimo Patriarca el Señor San Francisco de Paula a obrado en muchas ciudades y lugares a donde le an elegido por patrono y abogado dellos en particular para la defensa del achaque de peste y contajio de que de presente están ynficionados muchos lugares y este por la misericordia de Dios y los ruegos e yntercesión deste gran santo está oy de presente muy buenos y sanos todos los vezinos del.
Y para conservar esta salud el Cauildo desta villa por sí y en nombre de los demás vezinos que son y fueren adelante nombran juran y votan por
Patrono y abogado y defensor desta villa a el Santísimo Patriarca Señor San Francisco de Paula, el qual nombramyento de Patrono haze este cauildo en la
mejor vía y forma que ubiere lugar y tubiere aprouación de su Yllustrísima el Señor Obisoo de Córdoba y sin perjuicio de los nombres de Patronos que ya tienen
adquirido, el Señor Santiago por España y los Señores San Acisclos y Santa Victoria por este Obispado.
Y reconocidos del favor y mercedes que dicho Nuestro Señor haze a esta villa por los ruegos e intercesión de este santo, el cauildo de ella desde hoy
en adelante le dedica jura y promete de hacerle una solemne con vísperas, missa y sermón y procesión general por las calles desta villa a la cual fiesta se obliga
el dicho cauildo a asistir a ella por cauildo los oficiales del y asímismo a que de los bienes y Propios de este conzejo se paguen todos los gastos y costas
que tuviere el hacer la dicha fiesta en cada uno año
Y por ser el día del santo en Cuaresma como de hordinario es y no poderse celebrar la dicha fiesta con el regozijo y solemnidad devida se transfiera la
zelebración della para después de la pasqua de resurrección e domingo o día de fiesta que señalare el vicario que es o adelante fuere de la yglesia mayor
desta villa
Y asímismo dixeron que para que se conserue la dicha deboción y vaia adelante combiene que se haga cofradía y ermandad y que se traban las reglas de
donde ubiere fundada cofradía del dicho Patriarca Señor San Francisco de Paula para que se obserue y guarde lo contenido en ella y así lo acordaron y
firmaron los que supieron".
El nombramiento de San Francisco de Paula obedece a una supuesta intervención en favor del vecindario durante el contagio de 1650.
Los habitantes de Santaella imploran la intercesión del santo debido a la fama de milagroso en este tipo de calamidades. Entre los prodigios que se le
atribuyen cabe mencionar la desaparición de la peste en la isla de Cuba en 1602, suceso recogido en la Crónica General de los Mínimos, orden religiosa
fundada por él:
"En el años de mil y seyscientos y dos corrió un pestilente contagio en la Isla de la Habana, como huuiesse en ella muchos españoles y entre ellos el
capitán Pedro Martínez de Oñate. acordáronse de los grandes magros que auían oydo siempre dezir que obraua el glorioso confessor San Francisco de Paula:
en su mismo día, a dos de Abril se determinaron hazerle una soleníssima processión y fue Nuestro Señor seruido que luego cessó la peste en
toda la Isla"
El testimonio corrobora la aureola popular en España y su difusión en las tierras del Nuevo Continente.
Posiblemente, otro factor que contribuye en la decisión de nombrar patrón a San Francisco de Paula es la presencia de frailes mínimos del convento
de la Victoria de Córdoba en el pago de La Guijarrosa, donde poseen una finca que dispone de una amplia casa de labor y tiene incorporada una capilla bajo
la advocación de Nuestra Señora de la Victoria.
El acuerdo municipal se comunica al titular de la diócesis para que conceda la correspondiente autorización. Unos lustros más tarde, el 23 de junio de
1662, el prelado don Francisco de Alarcón aprueba la iniciativa del concejo de Santaella.
El deseo de aplazar la fiesta del santo hasta después de la Pascua de Resurrección para celebrarla con mayor solemnidad y manifestaciones de regocijo
explica que no tenga día fijo y la fecha suele variar cada año. Así, la de 1704 tiene lugar el domingo 6 de abril y la de 1729 el 27 de junio.
En ocasiones la falta de recursos obliga al municipio a retrasar la celebración. Sirva como botón de muestra la decisión adoptada a mediados de agosto de
1747:
"En este cauildo se dixo que en atenzión a que se halla pasado el tiempo en que esta villa practica la fiesta de Señor Padre San Francisco de Paula,
Patrón de ella, lo que no se a executado por hallarse alcanzada y que se hace preciso se haga y practique dicha fiesta, para que así se haga acordaron
que de los efectos mas promptos y que entran en poder del Depositario de Propios por los diputados nombrados se haga y practique dicha fiesta con el
costo que a sido estilo en esta villa".
Precisamente, los agobios de la debilitada hacienda municipal motivan, a veces, la suspensión de la celebración religiosa anual en honor del patrón.
El hecho viene corroborado por un acuerdo de los capitulares a finales de marzo de 1732:
"En este Cauildo se acordó que en atención a que esta uilla tiene por su patrono a el Señor San Francisco de Paula, sita en la yglesia parroquial
de ella, a quien este conzejo le tiene votada una fiesta en cada un año en el día dos de abril y que el año próximo passado no se hizo la dicha fiesta,
se acordó que en los días dos del mes de abril próximo que viene y en el día tres se le hagan a nuestro santo y patrono dos fiestas, la una por lo
correspondiente a el año passado y la otra por lo respectiuo a este año". En realidad las cantidades libradas por el concejo para sufragar la fiesta
del patrón no alcanzan cifras muy altasy presentan unos notorios altibajos. La documentación especifica de manera pormenorizada los capítulos de gastos
en la fiesta dedicada a San Francisco de Paula, cuya imagen se procesiona por las calles de la localidad. La distribución realizada en 1704 puede
servir de modelo:
"- De los derechos parroquiales por vísperas, missa y prozesión quatro ducados.
- Al Padre Maestro fray Andrés de Velasco por el sermón quatro escudos.
- De siete libras de zera a siete reales y medio, zinquenta y dos reales y medio.
- De los fuegos que se truxeron de Ezija, zinquenta y ocho reales.
- Del propio que fue por la zera, quinze reales.
- Al que fue por los fuegos, ocho reales.
- Dos libras de dulze que se truxeron para los señores eclesiásticos, diez reales.
- A dos hombres que barrieron desde el arco de Nuestra Señora de la Conzepzión hasta estas casas capitulares para que pasase la prozesión, tres reales.
Que todas las dichas partidas conponen doszientos y zinquenta reales de uellón los mismos que para los dichos gastos de la dicha fiesta se le libraron y
entregaron por Pedro Muñoz Vexarano, mayordomo de los Propios deste conzejo".
Aparte de la fiesta religiosa anual, los vecinos de Santaella manifiestan su devoción al patrón en numerosas ocasiones. Los habitantes de la localidad
imploran su protección y ayuda en situaciones calamitosas o decisivas. Así, en agosto de 1733 el ayuntamiento acuerda celebrar una fiesta solemne para
pedir una sentencia favorable en el pleito sobre la jurisdicción de la villa:
"En este Cauildo se acordó que respecto de que este conzejo se halla con noticia de la Villa y Corte de Madrid, por medio de su agente de que para el
día catorze del corriente se ve en el Real Consejo de Hacienda el pleyto que esta villa tiene pendiente con Don Joseph Diez de Tejada, vezino de la
ziudad de Antequera, sobre el retracto de la jurisdicción real, señorío y vasallaje de esta dicha villa y su término deseando este conzejo el mejor éxito
en la sentencia que sea fauorable para la libertad de este pueblo, mandaron el que el día diez de este mes se haga una fiesta solemne a el Señor San
Francisco de Paula, Patrono de esta villa, en la que esté el Santísimo Sacramento manifiesto, en la que se le pida a S.M. por el mejor acierto en la vista
y sentencia de dicho pleyto".
Durante el siglo XVIII la Virgen del Valle y San Francisco de Paula continúan siendo las principales devociones, fenómeno corroborado por los actos
de culto celebrados en honor de las susodichas advocaciones en momentos difíciles. A finales de marzo de 1706 se acuerda procesionar ambas imágenes y
pedir por el buen éxito de las campañas bélicas de Felipe V en la Guerra de Sucesión:
"El cabildo acordó que por quanto a llegado a su notizia el que Su Magestad, Dios le guarde, a salido a campaña a oponerse a sus enemigos y de nuestra santa fee y deseando el que su Magestad logre feliz viaje, acierto en sus operaziones y que consiga triunfar de los referidos y para que esto se consiga, se determinó hazer fiesta a Nuestra Señora del Valle, que tiene su santa casa estramuros de esta villa y que es el asilo y refujio no sólo de esta villa sino es de las de su comarca, y que para esto sea transportada a la Yglesia Parroquial de esta Villa, saliendo de ella en prozesión con San Francisco de Paula, nuestro Patrón, el sábado de la dominica yn albis por ser los días que se siguen de Semana Santa y en el dicho día domingo se zelebre la fiesta con la mayor solenTdad y fausto que permitiere la cortedad de esta Villa con sermón, para lo qual se conbidará al muy reberendo Padre Maestro frai Antonio Martínez del Horden de Nuestra Se-
ñora del Carmen Calzados extramuros de la ciudad de Córdoua"
A mediados de septiembre de 1720 se hacen rogativas debido a las alarmantes noticias que llegan, provocadas por el contagio declarado en a ciudad
francesa de Marsella. La petición de lluvias motiva el traslado en procesión de San Francisco de Paula al santuario de la Virgen del Valle y un novenario
en la primavera de 1734:
"En este cauildo se acordó que, en atención a la falta de aguas que Dios Nuestro Señor no nos embia para los campos y que estos se van secando,
se haga una procesión general de penitencia llebando a Nuestro Padre y Patrón San Francisco de Paula a la casa y hermita de Nuestra Señora del Valle
extramuros de esta villa nuestra Madre y protectora para traer a S.M. a la yglesia maior de ella, donde se le haga un novenario pidiéndole a Dios
Nuestro señor por su ynterposi- zión nos embíe las pluvias necesarias para los campos"
A principios de mayo de 1735 el concejo sufraga tres fiestas religiosas en gratitud por haberse resuelto favorablemente el pleito de la jurisdicción:
"Assimismo por dichos señores se acordó que en atención a auerse gastado ziento reales de vellón del costo que han tenido de costo tres fiestas que
este conzejo a hecho, las dos a el Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Valle en acción de gracias de auer conseguido el pleyto de su jurisdición y
la otra a San Francisco de Paula, Patrono de esta villa..."
.
Otra advocación mariana que goza de una intensa devoción en Santaella es Nuestra Señora de la Candelaria. Todos los años se celebra una función
religiosa solemne, en la que suele intervenir un predicador forastero, y una procesión que recorre las principales calles de la población y cuenta con la
presencia del cabildo municipal en pleno.
La religiosidad popular también se manifiesta a través de un movimiento cofradiero que ofrece una notoria pujanza. A lo largo de la Edad Moderna hemos
localizado media docena de hermandades, sin contabilizar las erigidas en honor de las advocaciones ya mencionadas de las ermitas. Un crecido número de
vecinos forma parte de estas instituciones piadosas y asiste a los actos de culto que se celebran durante el año.
La cofradía del Santísimo Sacramento, como su mismo nombre indica, está dedicada a la exaltación del sacramento de la Eucaristía y participa de lleno
en la festividad del Corpus. Los ingresos proceden de las cantidades entregadas por los hermanos, las limosnas depositadas por los fieles y los bienes
propios. El patrimonio se va engrosando de forma paulatina durante el período de tiempo estudiado. El hecho viene refrendado por los inventarios
correspondientes a 1563 y 1633. En la primera fecha aparecen registrados una suerte de olivar y un censo que renta cerca de 59 reales anuales.
En el primer tercio del siglo XVII una casa en mal estado de conservación y 22 censos que suman alrededor de 6.400 reales de principal y los réditos
ascienden a 303 reales anuales.
La administración se halla en manos del hermano mayor o mayordomo, cargos adscritos, generalmente, a miembros del clero parroquial. Juan Bermejo,
presbítero, está al frente de la cofradía varios lustros en el último cuarto del siglo XVI y en el primer tercio de la centuria siguiente el licenciado
Cristóbal Fernández de Higuera.
La procesión del Corpus ofrece cada año un espectáculo deslumbrador con un boato muy vistoso en el que el centro de atracción es la custodia.
En el inventario de objetos de plata realizado en 1637 aparece descrita la que recorre las calles de la población hasta mediados del siglo XVII:
, „ , .
"Una caja de custodia de plata con sus bidros para el día del Corpus que tiene ocho viriles grandes, quatro en la tapa y quatro en la caja
guarnecidos en plata dorada con quatro campanillas de plata y en lo alto de la tapa un capitel y en él puesta otra campanilla y en medio de la caja una
media uiñeta dorada donde se pone el Santísimo Sacramento y encima del capitel una cruz. Pesa cinco libras y doce onzas".
Unas décadas más tarde, concretamente en 1656, el platero cordobés Antonio de Alcántara labra una nueva custodia procesional en forma de torre con
tres cuerpos superpuestos, rematados por la figura de San Miguel. A partir de la citada fecha esta valiosa obra de arte se procesiona el día del Corpus.
Varios clérigos llevan las andas de la custodia que se estrenan en el siglo XVI a comienzos de la década de los setenta. En las cuentas
tomadas por el visitador general del obispado en marzo de 1572 se incluye una partida de gastos que asciende a 108,5 reales "para acabar de pagar las
andas del Santísimo Sacramento (...) y de la funda de las dichas andas e de la traída".
Las calles del itinerario procesional han sido adecentadas previamente y el suelo está cubierto de ramos y juncia. En 1632 la cofradía gasta
"cuatro reales en juncia y tres reales de sahumerio". A finales de mayo de 1712 el ayuntamiento invierte 225 reales "en los que auían colgado las calles,
junzia que auían mandado traer y ocho zirios de a dos libras cada uno para el conzejo". También los vecinos colocan artísticos altares, cuyos gastos
corren a cargo de las arcas municipales. Así, en mayo de 1704 los capitulares mandan librar ciertas cantidades con este fin:
"En este cauildo se trató y confirió que respecto de estar mui próximo el día del Corpus y ser de su obligación el dar zirios de tres
libras a sus capitulares y escriuano, hazer dos altares y quemar fuegos para el culto y reuerenzia al Santísimo Sacramento, acordó este conzejo se le
ynbie a Don Sebastián de Molina, vezino de Córdoua, un honbre para que remita con él seis zirios de a tres libras cada uno (...). Y asimismo acordó este
conzejo se le encargue al señor correxidor mande traer de Ezija hasta cantidad de sesenta reales de cohetes y ruedas (...) y que tanbién ajuste su
merzed con Pedro Garzía el hazer los dos altares de madera y uestirlos en zinquenta reales cada uno, que es lo que pareze quiere por hazerlos,
y en la forma dicha arriua se le satisfará y que tanbién aderezo la Cruz de la plaza".
Las manifestaciones folklóricas constituyen un ingrediente más en la grandiosidad de los actos religiosos. Participan en el desfile procesional
danzas con instrumentos musicales y ropajes coloristas que intentan transmitir a la nutrida concurrencia determinados mensajes. También la presencia de
ministriles solemniza la festividad. En 1632 la cofradía del Santísimo destina treinta reales a "una danca para la fiesta del Sanctísimo Sacramento"
y en 1634 ocho reales a "darles de comer y beuer a los dancantes que dancaron en la fiesta principal". A principios de mayo de 1630 el concejo acuerda
"la celebración de la fiesta del Corpus y su octaua como en años anteriores y se traiga una danca y ministriles".
Al igual que en otros muchos lugares de la geografía cordobesa y española, en la fiesta del Corpus de Santaella encontramos la figura monstruosa
del grifo o de la tarasca. Sabemos que en la procesión celebrada en 1655 intervino el grifo y la danza de la judiada.
En los inicios de la década de los sesenta del siglo XVI se funda en la iglesia parroquial la cofradía del Nombre de Jesús que, en un breve espacio
de tiempo, consigue un fuerte respaldo popular. A finales de 1563 se contabilizan 142 hermanos, cifra muy alta ya que representa un 25% de los vecinos
censados en el susodicho año. Al principio los únicos ingresos son las aportaciones de los cofrades y óbolos depositados en el cepo. Posteriormente,
en 1580 el visitador general del obispado autoriza a los integrantes de la hermandad el postular por las calles de la villa: "El señor visitador dio
licencia al dicho prioste e cofrades de la dicha cofradía para que de aquí adelante pidan limosnas para ayuda al seruicio de ella".
La creación de hermandades bajo la advocación del Nombre de Jesús se debe a la iniciativa del Concilio de Trento que ordena su establecimiento
en todas las parroquias del área católica para desterrar la costumbre de las blasfemias. Tienen una gran aceptación popular en el conjunto de la diócesis
cordobesa, destacando las de algunos pueblos de la Campiña como Castro del Río y Montero.
También las cofradías erigidas en honor de las Animas del Purgatorio llegan a calar en la población. La fundación de la de bantaella se documenta
en torno al último tercio del siglo XVI. La dirección se encuentra en manos del clero parroquial. Así, en 1637 ocupa el cargo de hermano mayor el
licenciado Alonso Hidalgo.
Durante el episcopado del dominico fray Martín de Córdoba y Mendoza (1578-1581) se difunden por el ámbito diocesano las cofradías de Nuestra Señora
del Rosario, advocación mariana potenciada por la Orden de Predicadores. Santaella no va a ser una excepción y en febrero de 1580 ya está fundada la
hermandad, siendo el primer hermano mayor Bartolomé de Baena, regidor. A éste le sucede Andrés Jiménez de Gálvez.
Los recursos proceden de un reducido patrimonio formado por un pedazo de olivar con 50 pies en el pago de Viñas Viejas y un solar en el casco
urbano. Las limosnas en especie y en metálico son otra fuente de ingresos importante.
Tanto los cofrades como los fieles en general rinden culto a la Virgen del Rosario que se encuentra en la parroquia de Nuestra Señora
de la Asunción. En las cuentas dadas por el mayordomo a principios de 1580 se incluyen los gastos realizados en el vestido de la imagen:
"Asimismo parece por el dicho su libro auer gastado en el dicho tienpo en un bestido que se hizo para la ymagen de Nuestra Señora e otros gastos por
menudo tocantes al seruicio de la dicha cofradía setecientos e treinta e un reales que se le descargan".
Por último, las cofradías de penitencia juegan un papel relevante en la celebración de la Pasión. El fuerte arraigo popular explica que se hayan
mantenido a lo largo de los siglos y sean las mismas que en la actualidad participan en los desfiles procesionales de Semana Santa.
La más antigua es la cofradía de la Vera Cruz que tiene su sede en la ermita de la misma advocación. Aparte de la artística talla del Cristo los
miembros de la hermandad veneran una imagen de la Virgen que sacan el Jueves Santo. Las cuentas tomadas al mayordomo en marzo de 1575 permiten documentar
y conocer los gastos realizados en el atuendo de Nuestra Señora:
"(...) veinte e un myll marauedis gastados en ocho baras de tela de oro a sesenta e ocho reales la bara y quatro varas y media de tafetán carmesí
entredoble a ocho reales y medio la bara y tres baras y media de lienco negro a dos reales y quartillo la bara y en seis baras y media de a ocho reales
la bara para un manto y una saya para la ymagen de Nuestra Señora".
La cofradía de Jesús Nazareno se documenta en la primera mitad del siglo XVII. Entre los bienes patrimoniales figura una casa donada en 1741 por una
vecina de Santaella . A través de un inventario realizado en los años veinte de la centuria decimonónica sabemos que las alhajas de la hermandad se
reducen a una diadema de plata de San Juan y a "quatro milagros pequeños de oja de plata". Los susodichos exvotos vienen a confirmar el intenso fervor
de los habitantes de la villa campiñesa a la imagen de Jesús.
Finalmente, la cofradía del Santísimo Cristo de la Columna data de 1754 y la iniciativa de la fundación corresponde al matrimonio formado por
Francisco Sánchez, quien sería el primer hermano mayor, y doña Rosa María de Cárdenas. El 7 de abril del mencionado año se reúne en el templo parroquial
un grupo de personas y se acuerda erigir la hermandad. Las constituciones serán aprobadas por el prelado de la diócesis don Martín de Barcia el 1 de
noviembre de 1757.
La palabra constituye uno de los vehículos más directos y eficaces a la hora de despertar y mantener el fervor religioso; a través del pulpito el
clero logra conectar con la masa de fieles. Las predicaciones adquieren un protagonismo relevante en determinadas épocas del año, sobre todo en Adviento
y Cuaresma. A la cabeza figuran los trinitarios y carmelitas calzados y les siguen los basilios y mercedarios. La inmensa mayoría de los predicadores
se trasladan desde la antigua sede califal y permanecen en la villa varias semanas. La única excepción viene representada por fray Gregorio Antonio y
fray Juan García de Torquemada, trinitarios conventuales en la vecina localidad de La Rambla.
El concejo libra anualmente una cantidad variable en concepto de ayuda de costa a los predicadores. Los valores numéricos oscilan y arrojan una media
de 250 reales hasta el primer cuarto del siglo XVIII. A partir de 1723 los capitulares deciden, en la sesión celebrada el 11 de noviembre del citado año,
rebajar a 150 reales la asignación debido a la precaria situación de las arcas municipales.
LA INDEPENDENCIA DE LA JURISDICCIÓN DE CÓRDOBA
En los albores de la época moderna la totalidad de los núcleos realengos están sometidos a la jurisdicción de la ciudad de Córdoba.
Las relaciones de dependencia son muy acusadas, ya que la capital tiene unas ampiias facultades sobre los ayuntamientos de esos lugares y el
sometimiento se plasma en los más variados aspectos. Así, realiza o aprueba el nombramiento de los oficios concejiles, designa a los escribanos,
confirma o rechaza las ordenanzas elaboradas por los cabildos de los mencionados pueblos, autoriza los impuestos y distribuye, en función de la riqueza
y del volumen de habitantes, las prestaciones económicas a la monarquía.
Las acuciantes necesidades de la hacienda real introducen mutaciones sustanciales en los siglos XVI y XVII, pues el área territorial experimenta
una sensible merma con la venta de poblaciones a miembros de la nobleza o con la independencia de las sometidas a la antigua sede califal.
A lo largo de la segunda mitad del XVI varias localidades importantes quedan segregadas de la jurisdicción de Córdoba y pasan a dominio señorial o
bien se transforman en lugares eximidos. La ciudad eleva al monarca fuertes protestas mostrando su disconformidad, pero la oposición va a resultar
infructuosa. El fenómeno adquiere especial relevancia en la década de los sesenta cuando Felipe II autoriza la desmembración de cuatro poblaciones sujetas
hasta ahora al municipio cordobés: Adamuz, Pedro Abad, Castro del Río y Santaella. Las tres primeras se convierten en señoríos, mientras que la última
quedará como lugar eximido.
Santaella va a ser el primer pueblo del Reino de Córdoba que consigue la exención. Las gestiones de las autoridades municipales se inician formalmente
en julio de 1564, fecha en la que otorgan un poder al licenciado Juan Gutiérrez de León para que negocie ante el Consejo de Hacienda las condiciones de
la emancipación.
Las razones esgrimidas por los miembros del ayuntamiento se basan en la excesiva distancia a la capital y en los perjuicios económicos a los
habitantes de la villa en la administración de justicia:
"(...) digo que por quanto por parte de la dicha villa e vezinos della se suplicó a su Magestad les hiziese merced de los hesimyr e apartar de la
juredición de la dicha cibdad de Córdoua y daréis juredición por si, alta, vaxa, mero mysto ynperio, para que las justicias de la dicha villa la puedan
usar y hexercer en la dicha villa y en sus térmynos y dezmería, atento que la dicha villa estaua seis leguas de la dicha ciudad de Córdoua y los vezinos
della recibían y reciben mucho daño por auer de yr a seguir sus pleitos e causas a tan lexos e por muchas causas y daños que dello se les avían seguido
y seguían, dexando perder su justicia por no la yr a pedir a la dicha ciudad de Córdova e por escusar las molestias, vexaciones y agrabios que las
justicias e regimyento de la dicha ciudad hazían y hazen a los vezinos de la dicha villa sobre cosas libianas y tubiendo los presos en la cárzel dellas
e ynponiéndoles culpas sin cometer delitos y llebándoles mucha cantidad de marauedís sin devellos e haziéndoles otras muchas molestias e bexaciones,
según todo lo susodicho como más largamente consta por los memoriales".
A finales de julio de 1565 se establecen las condiciones de la emancipación. En primer lugar la elección de los cargos municipales se llevaría a
cabo en la villa y no sería necesaria la confirmación de los mismos en Córdoba. Los miembros del concejo quedan facultados para la elaboración de
ordenanzas. Asimismo, el ayuntamiento se compro-mete a mantener el numero de capitulares existentes y a otras cláusulas:
"Que en la dicha villa se helijan los alcaldes y alguaciles, mayordomos e otros oficiales en cada un año, segúnd que lo an de uso e de costumbre,
sin que sean obligados de inbyar a Córdoba a confirmar las suertes.
Que la dicha villa no se aumente en el cavildo ni fuera del jurado ni regidor, sino que se quede como se está en quanto a esto e que su magestad
ni sus sucesores no harán en esto nobedad.
Que se quede el pasto comúnd en pasto, talas, cortas, prados e abrebaderos, ropas e labrancas e otros aprovechamyentos segúnd y de la manera que
a estado hasta agora.
Que los alcaldes e cabildo de la dicha villa puedan hazer las ordenancas que convengan para la buena gobernación de la dicha villa y sus térmynos
e que balgan syendo por su magostad confirmadas con que para las hazer se ayan de juntar personas de la dicha ciudad de Córdoba y villa de Santaella y
que se hagan en lo tocante a los aprovechamyentos e cosas comunes de conformidad de anbas partes.
Que las justicias y oficiales de la dicha villa puedan poner guardas y mayordomos e otros oficiales en el dicho su térmyno e dezmería, los quales
puedan denunciar, prender y las prendas que las tales guardas tomaren dentro de los términos e dezmería de la dicha villa se juzguen por las
justicias della, aunque sean de vezinos de la dicha cibdad de Córdova y de otros qualesquier lugares.
Que luego concedida la dicha merced se mande a las justicias de la dicha cibdad de Córdoba e cabildo della que remitan a las dichas justicias
de la dicha villa de Santaella todos e qualesquier presos, procesos e pleitos que antellos estubieren pendientes, ansí ceviles como crimynales, y
en qualquier tienpo comencados que estuvieren por sentenciar difinitibamente que sean de vezinos de la dicha villa de Santa Ella e los questubieren
en grado de apelación ante las justicias de la dicha cibdad los remitan a la Chancillería de Granada y los que en el dicho grado de apelación
estuvieren antel cabildo de la dicha ciudad los remitan al cabildo de la dicha villa para que se fenezcan e acaben en ella".
La concesión de la independencia a Santaella lleva aparejada una compensación económica a la corona que va a ser establecida por el Consejo de
Hacienda. La cantidad fijada se eleva a 9.000 maravedís por cada vecino residente en la villa campiñesa. A principios de septiembre de 1565 Felipe
II comisiona a Bernardino de Mier para que lleve a cabo la inspección de los límites del término y el recuento de la población.
Tras el cumplimiento de las diligencias pertinentes, el concejo se obliga a ingresar cerca de 16.500 ducados a la hacienda real por el privilegio
de exención. Dicha cantidad se haría efectiva en el plazo de un año y repartida en tres pagas iguales. La culminación del proceso tiene lugar el 9 de
noviembre de 1569, fecha en la que el rey sanciona la emancipación.
A pesar de que Santaella consigue librarse de la jurisdicción de la ciudad de Córdoba, ésta mantiene la facultad de someter al juicio de residencia
a la población campiñesa. En las capitulaciones firmadas por los representantes del municipio y el Consejo de Hacienda figuran varias cláusulas relativas
a este punto:
"Que quedando la dicha villa devaxo del corregimiento de la dicha cibdad de Córdova en quanto a visita y no más, el corregidor della pueda yr si
quisiere una vez en cada un año a hazer la dicha visita, la qual aya de hazer y haga ante los oficiales de la dicha villa, sin que pueda estar en
la dicha villa ni en su térmyno más de ocho días en la visita ni otra cossa alguna ni llebar consigo jurado ni regidor ni veyntequatro
de la dicha cibdad.
Que durante la visita del dicho corregidor aya prebención entrel y los alcaldes de la dicha villa y que no les revoque así las causas antellos
pendientes ni saque presos algunos fuera de la juredición de la dicha villa, sino que pasados los dichos ocho días remita los dichos procesos e presos
a los alcaldes della para que los fenezcan e acaben.
Que las sentencias dadas por los alcaldes de la dicha villa, ansí en las causas ceviles como en las criminales, e de las que diere el tal
corregidor durante su visita de cualquier calidad y cantidad que sea se apele para Granada y no para Córdoua e no para otra parte e de las que se
dieren hasta en quantía de diez myll marauedís aya lugar apelación para el cabildo de la dicha villa".
Estas cortapisas desaparecen totalmente en el primer tercio del siglo XVII. En 1639 Felipe IV concede, a cambio de un servicio económico a la
monarquía de 1.300 ducados, el "priuilexio de las residencias de las justicias y rexidores y demás empleados en el seruicio de la jurisdiczión".
La mencionada cantidad se va a lograr a costa de grandes sacrificios del vecindario y a la postre resultarán infructuosos, ya que unos lustros más tarde
la villa pasa a dominio señorial.
Desde 1569 el gobierno municipal está constituido por dos alcaldes ordinarios, uno por el estado de hijosdalgo y otro por el estamento llano,
alguacil mayor, alcaide de la fortaleza, alférez mayor y tres regidores. Las personas que ocupan estos oficios se recluían mayoritariamente entre los
hidalgos locales y miembros de la nobleza cordobesa. En torno a los años treinta de la centuria del Seiscientos el poder se concentra en manos de don
Juan Agustín de Godoy, caballero de la Orden de Santiago avecindado en Córdoba, quien posee dos regidurías y goza de la alcaidía del castillo.
Sin duda, las decisiones adoptadas por los capitulares van en beneficio de sus propios intereses. Por otro lado, la administración de la justicia
funciona mal, a juzgar por las afirmaciones hechas en un cabildo abierto celebrado a principios de enero de 1644:
"(...) abiendo bisto y considerado las causas de donde resultaba la perdición que tenemos, dixeron todos los susodichos, unánimes y conformes,
que lo susodicho pende por cosa clara y ebidente de no aber persona forastera en esta villa que nos gobierne y rixa porque los alcaldes ordinarios
que cada año se elixen en esta villa para el gobierno della son naturales y parientes y amigos de todos los vezinos della, porque todos son gente
antigua y solariega y naturales y todos están enparentados unos con otros y, de fuerca, a qualesquiera que hicieren por alcaldes an de ser muy
enparentados con los demás vezinos por cuya causa no les pueden castigar los delitos que cometen particularmente a los ricos que con sus ganados
se comen las heredades y no se les puede apremiar a que paguen a los mocos sus serbicios por cuya causa los pobres no quieren serbir como deben
y procuran de aprovecharse de los esquilmos de las heredades".
El testimonio constituye un fiel reflejo de una situación lamentable que, por supuesto, incide con mayor gravedad en las capas sociales
más bajas.
EL SOMETIMIENTO DE LA VILLA AL RÉGIMEN SEÑORIAL
La delicada situación de la hacienda real en la época de Felipe IV origina numerosas enajenaciones de localidades realengas en favor de
la nobleza. A consecuencia de las ventas realizadas, el área señorial en el Reino de Córdoba aumenta de manera considerable. En 1628 don Antonio
Alfonso de Sousa compra la jurisdicción de Aldea del Río. Al año siguiente don Francisco del Corral y Guzmán se obliga a pagar a la corona alrededor
de 45.000 ducados por la adquisición de Almodóvar del Río y la alcaidía del castillo. La villa de Posadas pasa a engrosar el patrimonio del marquesado
de Guadalcázar en 1630. Hornachuelos pasa en 1637 a manos del almirante don Lope de Hoces. El fenómeno también se da en las poblaciones de la
Sierra Norte. Así, en 1633 don Melchor Fernández Carreras compra la aldea de Villaralto. Cuatro años más tarde, don Pedro Gómez de Cárdenas
adquiere Villanueva del Rey. La misma situación continúa en los lustros siguientes.
La incorporación de Santaella al régimen señorial en 1649 se inserta en un marco más amplio que afecta a gran parte de la geografía cordobesa. Sin
embargo, las causas directas de la venta de la localidad campiñesa no obedecen a los agobios financieros de las arcas reales, sino a los que padece
la hacienda municipal. Las onerosas cargas y deudas que pesan sobre la misma obligan a la enajenación de la villa en favor de los Aguayos.
Resulta indispensable analizar las vicisitudes de los recursos municipales en los años cuarenta del siglo XVII con el fin de conocer los graves
problemas que motivan la transformación de villa eximida en señorial. El origen de las dificultades se halla en las pesadas cargas fiscales que deben
soportar tanto el concejo como el vecindario.
A mediados de diciembre de 1641 cinco capitulares se ofrecen, a título particular, como avalistas en el censo impuesto sobre los bienes de Propios.
La medida se toma para hacer frente a la cantidad exigida "por la merced que su magestad concedió a esta villa de bisita de residencia de que no le
residenciase la justicia de la ciudad de Córdoua como antes lo hacía". En marzo de 1642 el ayuntamiento renuncia en favor de un regidor a las tierras
realengas compradas para aumentar el patrimonio municipal. Las causas estriban en la imposibi-lidad de abonar el precio de la venta:
"(...) por quanto este concejo está imposibilitado de poder acudir al servicio de S.M. en pagarle los marauedís a que se obligó por razón de la
dicha venta por los grandes enpenos y deudas que tiene, por aber gastado mucha cantidad de marauedís en el seruicio de su magestad en la condución de
las tropas que a remitido para los exércitos de Tortossa, Cataluña y Portugal, y para que su magestad sea más bien seruido y pagado con
puntualidad (...) se acordó ceder y traspasar a Miguel Fernández Bermejo, vecino de esta villa, las dichas tierras de la Majada del Tobar con las
mismas condiciones de la compra hecha por el concejo".
Unos días más tarde el citado regidor presta 200 ducados al municipio "para pagar al señor conde de Frixiliana los corridos del censo que se
le pagan de los propios del concejo".
Los servicios económicos a la corona alcanzan unos crecidos valores monetarios y obligan a las autoridades municipales a establecer en la villa
gravosos arbitrios. En el verano de 1643 las Cortes de Castilla deciden ingresar en los años siguientes a las exhaustas arcas reales 300.000 ducados.
En el reparto corresponden a Santaella 82.878 maravedís que se obtienen mediante un impuesto sobre cada cabeza de ganado vacuno que pastase en el
término, pues "era el adbitrio más suabe y menos dañoso que abía y se podía hallar en esta villa". En mayo de 1644 se imponen nuevas cargas para
recaudar los maravedís correspondientes a la quiebra de millones.
El endeudamiento del municipio alcanza tal gravedad que el 29 de marzo de 1648 don Diego de Aguayo y Godoy compra la jurisdicción de la villa
por 15.000 ducados, "de que se hizo depósito para combertirlos en la extinción de los débitos de la dicha villa y redención de censos que estaban
cargados sobre ella y sus Propios". En la citada fecha el ayuntamiento celebra una sesión y decide contratar los servicios del licenciado Juan Bermudo
Valderrama, abogado residente en Ecija, "para que se alie presente en la benta de la jurisdición desta uilla questá tratado de venderse y darse
a vasallaxe a el señor don Diego Manrique Godoy y Aguayo, y que sea consultado este negocio, en medio y forma que mexor sea para esta república y
bien della". Finalmente, el 19 de julio de 1649 Felipe IV, mediante una real cédula, reconoce en favor del susodicho noble "el señorío,
jurisdicción y vasallage de la villa de Santaella, sus términos, diezmerías y jurisdicción civil y criminal alta y baja, mero mixto imperio,
para que fuese suya propia y la tubiese y gozase como bienes propios suyos habidos y adquiridos por justos y derechos títulos por juro de heredad
para siempre jamás para él y sus herederos y succesores en su Casa y Mayorazgo".
Santaella permanece sometida al régimen señorial desde 1649 hasta 1733 y durante este largo período de tiempo cabe señalar cuatro etapas.
La primera termina a finales de 1692. La segunda se inicia en 1693 y concluye en 1706; presenta como rasgo característico el que la jurisdicción
no la ejerce el titular del señorío por encontrarse sus bienes embargados. En el verano de 1706 la Casa de Aguayo recupera el gobierno de la villa que
mantiene hasta 1718. La etapa final abarca desde 1718, año en que de nuevo la autoridad de los marqueses queda en suspenso, hasta 1733 en que el
pueblo consigue la independencia.
El primer señor de la villa don Diego de Aguayo y Godoy sucede al frente de la Casa a su hermano don Juan de Aguayo, quien recibirá de Felipe
IV el título de marqués de Villaverde. Al tomar posesión solicita al monarca el cambio de denominación del marquesado por el de Santaella, ya
que había comprado la mencionada población reciente-mente. El rey accede a la petición mediante un decreto expedido el 20 de junio de 1649.
El I marqués de Santaella pertenece a una distinguida familia de la aristocracia de Córdoba, donde ocupa una veinticuatría en el gobierno
municipal. Se halla en posesión de un hábito de caballero de la Orden de Santiago y presta distintos servicios a la corona: Capitán de Caballos
Corazas en el Reino de Ñapóles y Comisario General de la Artillería en el Estado de Milán y de la Caballería de Andalucía. Contrae matrimonio
en dos ocasiones. La primera con doña Inés María Carrillo de Córdoba y Bocanegra y en segundas nupcias con doña Inés Alfonso de Sousa.
Muy poco tiempo goza del señorío de Santaella, puesto que fallece en 1651. Hereda el título don José de Aguayo y Manrique, caballero de la Orden de
Alcántara, hijo primogénito del primer matrimonio. El II marqués gobierna la villa hasta diciembre de 1692 y a partir de este momento nombra y
aprueba los cargos municipales el alcalde mayor de Córdoba en calidad de "juez del concurso de acreedores formado a los bienes libres del señor
don Diego Manrique y Aguaio, primero marqués que fue desta dicha uilla mi señor, en virtud de Real probisión de su magestad y señores de su
Real Consejo". A pesar del litigio entablado, la jurisdicción de la población campiñesa no se incluye entre los bienes vinculados y, por ende,
sujeta como los demás bienes libres a embargo.
Esta situación se prolonga hasta finales de mayo de 1706, fecha en la que don Diego Nicolás de Aguayo y Manrique, III marqués de Santaella,
satisface una cantidad importante y recupera el ejercicio pleno de la jurisdicción señorial:
"En la ziudad de Córdoba en ueinte y ocho días del mes de mayo del-año de mili setezientos y seis su señoría el señor don Francisco de Salzedo y Aguirre, corregidor y justicia mayor desta ciudad (...), auiendo visto estos autos de pago de acrehedores a los bienes concursados de don Diego Manrrique de Aguaio, primer marqués de Santa ella, y remate fecho en don Diego Nicolás de Aguaio, marqués actual de dicha villa, el día catorze del presente mes de mayo y que son pasados los nuebe días porque quedó auierto el remate con zitación de todos los acrehedores y que en dicho término no a auido mayor ponedor; dijo que, en la mejor forma que de derecho deua y aia lugar, aprobaua y aprobó el dicho remate y lo declara por zerrado y perfecto y que las partes estén y pasen por él, se guarde y execute como en él se contiene -y en conformidad de las posturas y pujas fechas por el dicho don Diego Nicolás de Aguaio le adjudicaua y
adjudicó".
A la muerte del III marqués de Santaella, acaecida en Andújar en el verano de 1718, la jurisdicción de la villa, junto a los demás bienes libres,
sale a pública subasta para con su venta hacer frente a los acreedores. En abril de 1728 se remata en favor de don José Diez de Tejada y Trujillo,
vecino y regidor perpetuo de Antequera, por 84.000 reales. Sin embargo, el remate no tiene lugar debido a la oposición del concejo que va a hacer uso
del derecho de retracto.
En junio de 1726 los capitulares muestran, por vez primera, un vivo interés en comprar la jurisdicción y librarse del dominio señorial:
"(...) siendo de dichos vienes libres la jurisdiczión desta uilla, señorío y vasallaje, una de las alajas ymbentariadas en dicho concurso como
uienes libres de dicho señor marqués la que manda uender en pública almoneda, deseando esta uilla el común aliuio de todos y redimirse de tal bejazión
en que a esperimentado grauísimos atrasos desde que fue vendida, y auiéndose conferido entre todos el benefizio común que desto se sigue y que con
libertad se seguirá qualquiera caso que se ofrezca sin el yugo de señorío, determinaron el que se conpre la dicha jurisdiczión".
La decisión vuelve a ser refrendada en un cabildo abierto celebrado en agosto de 1728 y se comisiona a don Miguel Vicente Alcaide y Lorite
para que lleve a cabo las gestiones y acciones pertinentes. De inmediato se arbitran medidas tendentes a conseguir los 84.000 reales necesarios para
optar a la compra. En primer lugar se decide la venta de 200 fanegas de tierra pertenecientes a los bienes de Propios. También se ven obligados a pedir
un préstamo de 44.000 reales a don Andrés Fernández de Valderrama, caballero de la Orden de Calatrava residente en Ecija. Como garantía un grupo de
vecinos se compromete al pago de diversas cantidades. La identidad de los mismos nos lleva a afirmar que se recluían entre los estamentos privilegiados
y los estratos sociales con una posición económica desahogada. Por fin en el otoño de 1733 se adjudica la jurisdicción al propio concejo de Santaella
que logra, tras múltiples esfuerzos económicos, liberarse del régimen señorial y consigue la tan ansiada independencia.