HOMENAJE AL AUSENTE DEL AÑO |
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Bienvenida del Presidente de la Hermandad
Sr. Cura Párroco, Sr. Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de Santaella, Sr. Presidente de la Hdad. del Valle, Sr. Presidente de la Hdad. de Ausentes del Valle, Sra. Presidenta de la Agrupación de Cofradías, Sres. Presidentes de las distintas Hermandades de Semana Santa de Santaella, Señoras y Señores, bienvenidos todos.
Es para mí un orgullo y una enorme satisfacción, tito Ángel, que hoy seas tú el elegido, un enorme orgullo poderte homenajear en ésta nuestra casa-Hermandad ahora que me está tocando a mí ser el Presidente. Porque eres sobradamente merecedor de esta distinción. Tú siempre has sido una persona dispuesta a trabajar por todo aquello que huela a Santaella, por todo aquello que huela a Tu Pueblo. Desde cada uno de los lugares donde has vivido, ya sea Madrid, Tarrasa, Sevilla…, no te ha importado lo lejos que estuvieses de tu querida Santaella, siempre has estado al pie del cañón para lo que hiciera falta, con la Hdad. de Ausentes, con tu Verónica, con la Coral, con el Revuelo, con la organización de la Magna, con la restauración de la Iglesia y sus campanas, con tantas y tantas cosas con las que has colaborado y participado directamente siempre. Porque tú eres así, entregado, dispuesto y con un sentido del compromiso con tu familia, con tus amigos, con tu gente y con tu tierra que ya quisiéramos muchos.
Emilio Cabello Arroyo
Presentación, por Mª Victoria Arroyo JarabaEn Córdoba a veintisiete de marzo de dos mil dieciocho. No os asustéis que voy a acabar muy pronto. Os prometo que voy a ser muy breve. Y sí, estoy más vista que el TBO en estos menesteres. Y también lleváis razón en pensar que no lo hago tan bien como para repetirme tanto, pero si os paráis a pensar un poco encontraréis las poderosas razones que motivan este hecho: · En primer lugar, que esta mi queridísima Hermandad de María Santísima de la Soledad siente verdadera devoción por las mujeres (¿verdad, queridos hermanos?). No podía ser de otra manera, teniendo por titular nada menos que a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, cuya enseñanza y ejemplo llevamos todos los cristianos amasados en el ADN y cuya vida es ejemplo de lucha y compromiso por la libertad, la justicia y la paz. · En segundo lugar, porque soy una mujer fácil. Me atrevería a decir que demasiado fácilmente me dejo convencer para hacer cosas que requieren reflexión y tiempo. Y estos señores de la Soledad no te dejan que hagas ni lo uno ni lo otro (¿verdad, Ángel?) porque dejan el nombramiento para última hora y hay que ir con mucha premura. No tienen en cuenta que no están tratando con el gran Lope de Vega que era capaz de “más de ciento, en horas 24, pasaron de las musas al teatro”. Pero, en cambio, cuentan con que yo no tengo “vergüenza” porque la perdí o porque no llegué a tenerla nunca… pero la verdad es que esto es estar en familia y al final acabamos disfrutando todos de un buen ratito, que es de lo que se trata. · En tercer y definitivo lugar, porque yo no soy nadie, ni me han nombrado nada… pero hay que ver lo bien relacionada que estoy… (por algo, algunos de mis amigos me llamaban “Visitación López”). Es verdad que tengo la suerte de tener amigos hasta en el infierno y, cómo no, en mi pueblo, en mi Santaella; mejor dicho, en nuestra Santaella, que, además de ser “historia, rango y tronío” —como dicen las preciosas sevillanas de nuestro querido Rafael Ruiz González—, es un vivero de cariño y amistad con raíces tan profundas como las que nos unen a todos los presentes y a todos los que no están pero llevamos dentro de nuestro corazón, y desde luego, con nuestro homenajeado y querido Ángel.
Para mí, Ángel no es un amigo del alma, íntimo, entrañable, querido y admirado: es que es mi hermano. Porque, desde siempre y a la vez que yo lo adopté como amigo, mis padres y mis hermanos lo acogieron como uno más de la familia. Ángel era para todos un ejemplo a seguir de formalidad y buen comportamiento, tanto es así, que mi madre depositó en él la confianza y la difícil tarea de sacarme literalmente de la cama y llevarme a misa todos los domingos y fiestas de guardar, con trabajillo pero siempre lo conseguía. Como no podía ser de otra manera, este cariño fue siempre mutuo y los míos también fueron su familia: mi madre murió diciendo que había que hacerle a Ángel unas “magdalenitas” porque hay que ver lo bien que lo hacía siempre con ella, los detalles que tenía y que siempre le paraba en su misma puerta tanto la Borriquita, la Verónica, la Custodia y todo lo que dependiera de él. Y ahora, después de este preámbulo, vamos al grano: Queridos representantes del Excelentísimo Ayuntamiento, Hermandad de Hijos Ausentes de la Virgen del Valle y Junta de Gobierno de la Hermandad de María Santísima de la Soledad: Una vez más os tengo que felicitar por vuestra elección ya que me parece acertadísima y merecidísima. Todos los años por esta época esperamos vuestro dictamen para ver quién es el elegido y, año tras año, acertáis de lleno en vuestra elección: ni un solo año habéis errado el tiro, siempre dais y daréis en la diana pues los santaellanos, salvo algunas excepciones —que las hay— llevamos nuestro pueblo en el corazón y esa capilla y esa torre —ahora “Catedral de la Campiña”—, en nuestra retina. Un buen santaellano puede nacer donde le dé la gana (como los de Bilbao) y puede vivir donde encarte, incluso puede criticar algunas de las cosas que pasan por aquí, pero lleva esta tierra tan dentro de su alma que se convierte en esencia misma de ella. Yo sé que me entendéis, aunque yo no sepa explicarme.
Pues en este contexto situaremos a nuestro amigo Ángel Rivilla Toro que nace un 22 de abril de 1953 en el corazón del Barrio Bajo de Santaella, hijo de Manuel Rivilla Amaya (por cierto, hermano de esta Hermandad) y de Conchita “la de Torito” (¡ahí es ”na”!). Como deduciréis, éste pasa ampliamente la prueba de los ocho apellidos santaellanos…o incluso más. De toda la vida lo recuerdo como una persona formal y respetuosa: en el Instituto, a veces, los profesores lo ponían a vigilar la clase para que no se armara alboroto y ¡¡vive Dios que le temíamos!! Nos ponía más derechos que una vela, y es que como era tan responsable, los encargos los cumplía a rajatabla, así y todo, alguna vez que otra, él mismo también despertó las iras de algún que otro don José Arroyo, don Jesús o incluso de la señorita Gloria, que lo traía a mal traer con el dichoso latín. Entre su pandilla de amigos de siempre, los estudios, su Verónica, el club “Los 30” (fundado por la maravillosa iniciativa de nuestro querido Andrés el Walas, fallecido recientemente y que Descanse en la paz del Señor), algunas que otras escapadas a ferias y festejos de los alrededores y alguna que otra trapisonda, pasaron unos maravillosos años que, curiosamente, mientras pasaban no teníamos ni idea de que estaban siendo maravillosos, pero que luego resultaron fantásticos y enriquecedores en todos los aspectos de nuestra vida y, sobretodo, porque nos enseñaron el verdadero valor de la amistad, la camaradería, el respeto y el cariño porque sí, sin ningún interés de por medio. Y llegó la hora de marchar: había que dejar atrás terruño, amigos y sueños de juventud. Ahora tocaba hacerle frente a ese futuro que ya había llegado y Ángel, como todos nosotros, estaba preparado y en perfecto estado de revista; Santaella entera y su gente habían templado ese acero (lo que, en palabras de mi admirado José Antonio Marina se llama “la tribu entera”) y eso no se olvida. Ángel no lo ha olvidado nunca y lo que su pueblo le transmitió a través de familia, maestros, profesores, amigos y paisanos, Ángel se lo está devolviendo con creces: su cariño, entrega, empeño y voluntad son de sobra conocidos por todos y no duda un momento en utilizarlos si de servir a su tierra se trata. Pero en esta empresa de amor y entrega, me consta que nuestro amigo Ángel no ha estado nunca solo, nuestra querida amiga Catalina Arroyo Palma, también santaellana por los cuatro costados, y además su inseparable compañera desde hace por lo menos cuarenta años, ha compartido este sentimiento de amor, devoción y servicio por nuestro pueblo. Codo con codo, ambos han luchado para que en su hogar, los valores que ellos aprendieron de sus mayores, ese sentimiento y orgullo de ser de Santaella, creciera y madurara en sus hijos. El empeño ha sido grande pero el resultado no ha podido ser mejor, sus tres hijos: Manuel, Isabel y María del Valle son buena gente y santaellanos hasta la médula, con todo lo que ello conlleva. Cuando este sentir se ha mamado y vivido desde la cuna, imprime carácter y no se pierde nunca, así que ellos serán, a su vez, correa de transmisión de valores y sentimientos que transcienden a nosotros y que pervivirán siempre. Al final todos seremos ausentes de Santaella, pero seguiremos llevándola siempre dentro y viviremos en el recuerdo de su gente y en cada uno de sus rincones. No quiero ser pesada, así que ya acabo. Solo me queda felicitar a Ángel por este honor, daros un fuerte abrazo a todos, y pediros que perdonéis la falta de estilo literario, cosa que procuro suplir con la buena voluntad. Victoria Arroyo Jaraba
Presentación, por Cristóbal Río Bermudo
Muy buenas noches, PAZ y BIEN. Señor Presidente de la Hdad. de María Stma. de la Soledad, Señor Alcalde del Ayuntamiento de Santaella, Sra. Presidenta de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, Hermanos Mayores y Presidentes de las Hermandades de Pasión y Gloria, Hermanas y Hermanos, un cordial saludo a todos y muy especialmente a las personas que desde 2004 han sido nombradas como “Ausente del Año”. Poco voy a decir de Ángel Rivilla tras las palabras de María Victoria. Hablar de Ángel desde este atril es hablar de Semana Santa, de Teatro o de Revuelo de volantes, de la Virgen del Valle. Y ¿quién no conoce a Ángel?, podríamos preguntarnos. Concretamente yo lo conocí a través de su hija Valle, pues con mi hijo Jesús formaban pandilla junto a otros chavales. Luego llegaron los consejos informáticos y las ayudas de cómo hacer y deshacer entuertos con el Windows. A partir de ahí surgieron charlas sobre Semana Santa, sobre experiencias en Hermandades, de la Virgen del Valle y así un largo etcétera de cuestiones relacionadas en su mayoría con mantos, túnicas y enseres, cultos, actos y, entre medias, formación cofrade. Una vez consolidada nuestra amistad, comenzaron a surgir ideas y proyectos, uno de los cuales sigue aparcado, y digo aparcado porque quién sabe si con el paso de los años y las nuevas generaciones puede resurgir, y no es otro que la Hermandad del Stmo. Cristo de la Paz y Ntra. Sra. Madre y Señora de la Esperanza. Ángel es una persona comprometida, de todos es sabido que cuando dice SÍ, pone toda la carne en el asador. ¿Dudas?, pues claro que tiene dudas, como cualquier ser humano. Pero son dudas no por no estar preparado sino, como he dicho antes, ante el temor humano de no estar a la altura. Ese miedo siempre lo tendrá cualquier persona a quien se le encomiende un pregón, organizar un acto o simplemente hacer una presentación. A Ángel le he pedido tantas cosas, tantos consejos, tantas confesiones, que sería largo enumerarlas. Pero por recordar algunas, permítanme las más significantes y en las que más arduo empeño puso. No recuerdo bien si fue a finales de 2006 o principios de 2007 cuando le propuse que fuera el Pregonero de nuestra Hermandad. Como es normal en cualquier persona en la que recae la tarea de ser pregonero, la respuesta fue “déjame que lo piense” y para meterle aún más la mano en la llaga, le comenté lo especial y emotiva que sería esa Cuaresma. A los pocos días me llamó para aceptar el cargo y su pregón quedó grabado a fuego para todo el mundo cofrade de Santaella. Como ya he recordado anteriormente, largas, muy largas y continuadas fueron las charlas sobre la nueva Hermandad que pretendimos poner en nuestras calles el Sábado Santo y que aún permanece en el letargo, dormida, esperando que algún año resurja y despierte de ese profundo sueño. Recién terminada la Semana Santa del año 2013, concretamente en el mes de mayo, le comenté un proyecto que había germinado en el seno de la Agrupación de Cofradías, cuya Junta Directiva, dicho sea de paso, estaba compuesta solamente por dos personas: Juan Antonio Vera Lechuga y un servidor. El proyecto consistía en realizar una Procesión Magna para conmemorar el Año Santo de la Fe. Cuando acabé de explicarle, no dudó en ningún momento, no puso ni peros ni trabas ni desaliento, todo lo contrario. Quizás otra persona hubiera encontrado miles de trabas e impedimentos, pero Ángel no dudó. Yo sabía que no dudaría. Y utilizando el vocablo cofrade, puedo decir de la Magna “ahí queó”. La unión de pensamiento entre Ángel y yo viene determinada por un motivo muy importante. Sabemos lo que es vivir la Semana Santa de una manera quizás un poco diferente. En muchas ocasiones sabemos la diferencia que hay entre una Estación de Penitencia y una Procesión. Y a sabiendas de esas vivencias, el Lunes Santo del año pasado, pude comprobar por momentos al niño que Ángel lleva dentro y al rato al Ángel adulto y comprometido con su Fe. Podría haber rellenado centenares de folios, podría contaros miles de anécdotas, decenas de confesiones, podríamos hablar de emociones, de risas y por supuesto de lágrimas derramadas. Pero hoy no es el momento. GRACIAS. Cristóbal Río Bermudo
Agradecimiento de Ángel Rivilla ToroBuenas noches a todos. Agradezco su presencia al Excelentísimo Sr. Alcalde de Santaella, Sr. Cura Párroco, Sra. Presidenta de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, Sr. Presidente de la Junta de Gobierno de la Hermandad de María Santísima de la Soledad, representantes de la Hermandad de Hijos Ausentes de Santaella, Hermano Mayor o representantes de la Hermandad del Valle, hermanos de María Santísima de la Soledad, D. Fernando Rasero, Mari Peña y a todos cuantos habéis acudido a este acto. Queridos paisanos, amigos y familiares: En primer lugar, quisiera dar las gracias a la Hermandad de María Santísima de la Soledad, al Excelentísimo Ayuntamiento y a la Hermandad de Hijos Ausentes de Santaella por este reconocimiento que acaban de concederme, nombrándome “Ausente del Año 2017”. Reconocimiento que comparto con todos y cada uno de los “Hijos Ausentes de la Virgen del Valle de Santaella”. Un saludo muy cariñoso para todos mis compañeros que, en años anteriores, fueron nombrados “Ausente del Año”. Querida María Victoria, agradezco muchísimo tus palabras de presentación, así como las del Sr. Vocal de Cultos, Cristóbal Río y del Sr. Presidente de la Hermandad de María Santísima de la Soledad, Emilio Cabello Arroyo. ¡Pero os habéis pasao tres pueblos! María Victoria, nuestros sentimientos son recíprocos, hacia ti y hacia tus hermanos: María del Valle, Pepe, Manolo y Milagrosa, y por supuestísimo hacia tus padres Pepe y María Jesús, buenas personas donde las hubiere. Tu madre, de Fe inquebrantable, de Vida Cristiana, con la que yo me identifico plenamente. ¡La echamos mucho de menos! Echamos de menos su bondad, su sonrisa socarrona que heredó tu hermano Pepe, su presencia en la puerta de tu casa, cuando hacía una parada con las imágenes de las que he tenido el honor de ser vapataz, especialmente el Día del Corpus. Pepe, María Jesús, ¡siempre os llevaré en mi corazón! Mi primera maestra fue doña Rosalía Franquelo. Ella me enseñó, entre otras muchas cosas, Geografía de España: los ríos, golfos, cabos, sistemas montañosos, etc. También a interpretar las horas del reloj, a veces salíamos a la plaza, todos cogidos de la manita, para dar una clase práctica en el reloj del Ayuntamiento. Después, mi tío D. Rafael Amaya. Con él aprendimos toda la Anatomía del cuerpo humano del mundo: órganos, músculos, huesos... Tendríamos 6 o 7 años, ¡eran otros tiempos! Ellos, junto a los profesores que tuve más tarde, en el instituto, además de las asignaturas de Latín, Religión, Lengua, Ortografía, Historia, Matemáticas, Ciencias, etc., nos enseñaban también Reglas de Urbanidad, es decir: “A Saber comportarnos” respetando a nuestra familia, a nuestros mayores, a nuestros profesores; en definitiva, a todo el mundo. Doy las gracias a mis padres, a mis hermanos y a todos estos profesores por haber sabido transmitirme estos valores. Gracias por la labor realizada en la Enseñanza por todos ellos y especialmente por don Paco que, en aquella época, convencía a los padres para que al menos uno de sus hijos pudiera dejar de trabajar en el campo y se dedicara a estudiar… Santaella se convirtió en el pueblo de la provincia de Córdoba que más estudiantes tenía en función del número de habitantes. Y ¡aún sigue siéndolo! Siempre utilicé este argumento para presumir de mi pueblo, Allá donde estuviere. Éste y aquel otro que conocemos todos, que dice: ¡A Campiña, Capilla y Campana Nadie Nos Gana!
Mis Amigos, la Pandilla. ¡Cuántos recuerdos...! Sigo teniéndolos presentes, a todos, a diario. Nuestros paseos, cantando en las noches, por las calles de Santaella, Nuestras citas en el “Olivo” de la carretera de Puente Genil. Nuestros bailes en la viña de Antonio Ríder. Suele decirse que “Un verdadero amigo es el que sabe todo de ti y a pesar de eso sigue siendo tu amigo”. Pedro Cabello, Cristo y yo fuimos monaguillos con don Francisco Rueda durante más de 5 años. Rezábamos el rosario desde el púlpito de la iglesia, oyéndose en todo el pueblo a través de un altavoz instalado en lo alto de la torre. Yo me “comía" dos aves marías en cada misterio, para terminar antes y me diera tiempo de ver la serie de TV “Viaje al fondo del mar”. Las mujeres que estaban en la iglesia rezando se daban cuenta, le protestaban al cura, y éste nos pegaba la bronca. Mi vivencia como Ausente. Entendiendo como tal: “Aquél que se va de Santaella a vivir en otro lugar por motivos de estudios, o principalmente laborales". Comienza a los 20 años, marchándome a Madrid para preparar unas oposiciones; mi estancia transcurre en casa de mi amigo Cristo, donde sus padres Nicolás y Modesta y sus hermanos me acogieron como a un hijo: ¡Nunca podre agradecerles lo suficiente todo lo que hicieron por mí! Mi vida durante los últimos 45 años ha transcurrido entre Madrid, las Islas Canarias, Córdoba, Tarrasa-Barcelona y Sevilla. Durante los años 1978 y 79 trabajé en Córdoba en una compañía de Seguros de Joyería, al mismo tiempo que me preparaba unas oposiciones para ingresar en Telefónica. Me acuerdo como la que hoy es mi mujer, Cati Arroyo, y mi amiga María Victoria, durante los fines de semana me examinaban preguntándome los temas de las oposiciones a Telefónica. ¡Seguro que os acordáis todavía de cuando me preguntabais los códigos de colores de los cables! Ingresé en Telefónica en abril de 1980. Solo había plazas en el País Vasco y en Cataluña. Elegí la plaza de Tarrasa porque mi familia me dijo que allí había mucha gente de Santaella. Sin yo saberlo, Antonio Montilla Urbano, amigo de mi hermano Antoñín, le dijo: “No te preocupes, en Tarrasa esta mi familia, 'Los Llamitas', ¡ellos le echaran una mano!". Y… ¡no me echaron una mano, me echaron las dos, y más! Cuando llegué a la estación de tren de Tarrasa, se acercó a mí un hombre sonriendo y señalándome con el dedo me dijo: "Tú eres de Santaella". Resultó ser Paco, el hijo de Llamitas. Me dio un abrazo y me llevó a casa de sus padres que estaban esperándome, Juan y Josefa, dos de las personas más BUENAS, más encantadoras y serviciales que yo haya conocido jamás. Me abrieron su casa de par en par. La primera noche cenando con ellos, me contaron sus planes: "¡Tú tranquilo, no te preocupes por nada!, te quedas aquí, en nuestra casa, hasta que te encontremos un sitio que esté bien para vivir". Lo mismo que si fuera mi padre, él me aconsejaba: "No te precipites, primero te busco una pensión de confianza". No me dijo "te buscas", sino "TE BUSCO y ya miraremos por ahí, hasta que encontremos un piso", así que prácticamente me obligaron a vivir con ellos en su casa durante casi un mes, hasta que Juan me encontró, como él decía, un sitio de confianza. No paraban de hablar de su familia, de su pueblo, de su trabajo en los Baños, en la carpintería de Pepe Arroyo, de la Virgen del Valle, ¡después de llevar fuera del pueblo desde los años 50! Anhelaban a su familia, sus amigos, su casa de Santaella. Esa convivencia con Juan y Josefa, con “la familia Llamitas”, durante más de un mes, en su casa, despertó en mí el “Sentimiento de Ausente”. Josefa no me dejaba poner el despertador a las 7 de la mañana para ir al trabajo; todos los días tocaba muy suavito en la puerta de mi habitación y me decía: “Ángel, que son las 7”. Me levantaba y me encontraba en la mesa de la cocina el desayuno preparado (café con leche y tostadas con aceite de oliva). ¡Me quedaba totalmente sorprendido! No sabía qué decir. ¡Cuánta ternura, cuánta dulzura había en la cara de esa mujer de sonrisa permanente!(Me recordaba mucho a mi madre). Sus hijos: Pepe, Juanito, Magdalena, Rafael, Paco y Antonio ya estaban casados. Juanito me contaba que su padre fue comprando, poco a poco, algún que otro solar cerca de la vivienda familiar y que después de volver cada día del trabajo, a veces alumbrándose con velas, echaban unas pocas de horas en la construcción de sus propias viviendas. ¡Este era el espíritu de muchos santaellanos que tuvieron que rehacer sus vidas, lejos del pueblo! Poco a poco nos fuimos enterando de que en casa de “los Llamitas”, durante los años 50 y 60, acogían a todos los que podían. Santaellanos que, siguiendo sus pasos y al amparo de sus paisanos, iban buscando trabajo. (En Tarrasa vivían muchas familias que, en aquellos años, se habían ido de Santaella). ¡Y qué decir de los santaellanos de Viladecans!: Juan Delgado, Pepe Delgado, José Luis Muñoz, Ernesto, Cristóbal, Pepe Amaya etc. Me gustaría nómbralos a todos, pero como dice mi amigo Antonio Ríder: "Ellos saben quién soy yo y yo sé quiénes son ellos". Nos invitaron a pasar la Navidad de 1980 con ellos. ¡Fue apoteósico! ¡Con qué cariño nos trataron a Cati y a mí! ¡Cuánto nos reímos! ¡Cuánto disfrutamos! Durante dos días estuvimos comiendo y bebiendo en una casa, de Pepe Delgado, a la que llamaban “El Corral de la Pacheca”. Os puedo asegurar que no hemos pasado una Navidad más intensa que aquella en nuestra vida. Juan Delgado y su mujer Pepi nos ofrecieron su casa, incluso nos obligaron a dormir en su cama de matrimonio. ¡A todos le estaremos siempre agradecidos! Nuestra familia. Siempre ha sido y es importantísima para nosotros. Me he casado dos veces: la primera en 1980 con Cati Arroyo, en la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción de Santaella; y la segunda… también con Cati Arroyo, en 2005, en la Ermita del Valle ante Nuestra Patrona. (Por si no tenía bastante con la primera). Tengo tres hijos: Manuel, Isabel y María del Valle, de los que me siento tremendamente orgulloso y a los que quiero ¡pa reventar! ¡Se me olvidaba!, también son hijos de mi mujer. ¡Gracias por el apoyo que siempre he tenido en vosotros! Los tres nacieron en Sevilla, pero…. tienen la “espinita” de que en su D.N.I. no figure Santaella como lugar de nacimiento. Figura Sevilla. ¡¡Tampoco está mal!! Bueno, en el caso de mi hijo Manuel sí consta en su carnet "Lugar de nacimiento: Santaella". Esto es muy importante para él y fue debido a que Frasquito Arroyo, que trabajaba en el Registro Civil, lo apuntó en Santaella el mismo día que nació. ¡Son santaellanos de pura cepa! Yo les digo a mis hijos: “Para ser Santaellano, no es imprescindible haber nacido en Santaella". Ellos, al igual que otros que así lo quieren, son SANTAELLANOS CON MAYUSCULA, porque ¡así se sienten! ¡Porque lo llevan en su ADN! ¡Porque así se lo hemos transmitido sus padres! ¡Y porque aman a Santaella con toda su alma! Los Santaellanos tenemos un cordón umbilical hecho de un material especial, que nos mantiene unidos a Santaella, a su gente, a su Semana Santa y a Nuestra Virgen del Valle para toda la vida y se va estirando y estirando, adaptándose, según el lugar donde nos toque vivir, pero que nunca se romperá. Hasta que ya no lo necesitemos, que será cuanto estemos en Santaella, junto a Nuestra Patrona la Virgen del Valle para siempre.
Hermandad de Hijos Ausentes. El día 10 de septiembre de 1943 se celebró la primera Función de los Ausentes, pasando a ser éste el “Día de los Ausentes”. Los fundadores de la Hermandad de Hijos Ausentes de Santaella fueron: D. Francisco Ruiz Lechado (Frasquito el del Tejar), D. Manuel Palma de la Rosa y D. Antonio Gualberto y Jurado (Capitán del Ejército del Aire, con residencia en Sevilla). Mi reconocimiento a nuestra querida Cándida Arroyo del Moral y a don José Ruiz Gómez, por tantos y tantos años dedicados a la Hermandad de Hijos Ausentes de Santaella En 1982 apruebo unas oposiciones en Telefónica, y consigo ser destinado a Sevilla, donde tenemos nuestra residencia hasta el día de hoy. En el periodo de 1985 a 1990 soy Secretario de la Hermandad de Hijos Ausentes de Santaella, siendo Hermano Mayor don Francisco Palma Franquelo, Tesorero don José Palma Castilla, Vocal en Tarrasa don Antonio Llamas Ruiz (Antonio el de Rogelio), Vocal en Viladecans don José Luis Muñoz Perdigón, y Coordinador en Cataluña don Juan Delgado Ramírez. Los proyectos realizados fueron, entre otros, los siguientes:
-Pasamos de 149 direcciones, a unas 400. ¡Cuántos y cuántos Ausentes siguen viniendo a su pueblo, a su Semana Santa, a la salida de la Virgen del Valle cada cinco años! ¡¡Qué ambiente más fraternal se crea esos días en Santaella!! Doy las gracias a todos y a cada uno de los Ausentes que colaboraron con esta Junta Directiva, y muy especialmente a nuestro Hermano Mayor Paco Palma Franquelo y a los Ausentes de Cataluña bajo la Coordinación de Juan Delgado y José Luis Muñoz. ¡Sin ellos esto no hubiera sido posible! ¡¡Gracias de corazón!! La Semana Santa. Junto a la Virgen del Valle son sin duda dos de los pilares sobre los que se asienta el sentimiento de ser santaellano de la mayoría de nosotros. Mi padre fue Hermano de la Soledad y aun cuando mi hermano Rafael lo es del Cristo y mi hermano Antonio y yo lo somos de la Verónica, los tres tenemos un cariño muy, muy especial a María Santísima de la Soledad. Desde niño he vivido muy intensamente la Semana Santa. He tenido el honor de vestirme de nazareno con todas las imágenes de la Hermandad de Jesús Nazareno. Con Jesús: Mi amigo Cristo y yo, al llegar a la plaza nos cambiábamos las ropas en casa de su abuelo Daniel, él se ponía la de la Verónica y yo la de Jesús. Con San Juan: Siendo monaguillos, el cura nos decía que nos vistiéramos de San Juan, porque había poca gente. Con la Magdalena: En los primeros años 60, la Soledad se hizo cargo de sacar a la Magdalena. Por falta de hermanos y de nazarenos salieron mis amigas (he dicho mis amigas, sí), y yo con el báculo de Hermano Mayor (tendríamos 7 u 8 años). Con la Verónica: En esa misma época, por falta de hermanos, mi hermano Antoñin junto a doce amigos refundaron la Verónica, a mí me dio una túnica de Antonio el de Pistola, me llegaba el dobladillo al pecho. Con La Soledad: La primera vez que me vestí de nazareno fue con la Soledad, con una ropa que me dio Dolores la Jarabita, la madre de mi amigo Pedro Cabello. ¡¡Como veis, tengo un currículo bastante completito!! ¡Quiero en este momento y en este lugar, en la Casa Hermandad de la Soledad, reivindicar la igualdad de derechos del hombre y la mujer, en todos los ámbitos, por supuesto también en el ámbito de las Hermandades de Semana Santa. Las mujeres tienen derecho a ser hermanas de túnica de la Soledad y poder acompañarla en su Estación de Penitencia. Así está reconocido por todos los estamentos civiles, judiciales y eclesiásticos. Recuerdo como mi padre Manuel Rivilla Amaya, cuando llegaba la Cuaresma, estaba en el Grupo de la Soledad, tomándose unos vinitos, con sus amigos soleanos junto a otros amigos que se vestían con Jesús Nazareno. Antes de la Cuaresma, organizaban un viajecito a Montilla, a las Bodegas Navarro, para hacer una cata de vinos y elegir el que se tomaría en los Grupos durante la Cuaresma. (¡Se lo montaban muy bien!). El último Grupo que conocieron algunos de ellos fue “EL TEMPLO”. Si pudieran ver la Casa Hermandad que hoy día tiene la Soledad, o su Banda de CC y TT, ¡no podrían creérselo! Me decía el otro día Miguel Cabello que en los primeros tiempos de la Banda de CC y TT de la Soledad, siendo responsable de la misma Alfonso López (el Pelao), estaba compuesta por 5 tambores y 7 cornetas. En otras ocasiones lo he dicho: Miguel es para mí el mejor redoblante que ha habido en la Semana Santa de Santaella. La fuente de la que yo bebí la “Esencia de la Semana Santa” fue la casa de mi amigo Pedro Cabello y de sus hermanos. Es decir, la casa de mis vecinos Emilio Cabello y Dolores Jaraba (Dolores la Jarabita). Esta casa ha sido y sigue siendo un manantial de soleanos. Allí se vivía y se vive la Semana Santa con mucha pasión. En la cámara guardaban todo lo relacionado con los romanos: ropas, botas, cascos, trompetas y tambores. Días antes de la Semana Santa, ¡había ZAFARRANCHO! Se hacía LIMPIEZA de todo, dirigidos por Dolores participaban todos: Anita, Miguel, Mari, Rafi, Loli, Pedro y Emilio. Yo también me apuntaba, para mí aquellos días eran muy especiales. Se respiraba un ambiente distinto, “ambiente de Semana Santa”. Olía a azahar, el bullicio, los niños corriendo por la calle, que iban y venían de comprar el capirote de cartón, el cordón para la túnica o los guantes blancos en la tienda de Bartolo. Los cascos, las trompetas, las palometas de los tambores, es decir, todo lo dorado, se limpiaba con limón y arena que mi amigo Pedro y yo traíamos de las Zorreras. También compartí muchos buenos momentos con Juan Delgado (Juanito Botella) durante el tiempo que él estuvo al cargo de la banda, situada detrás del paso de la Verónica, que yo llevaba como costalero en la parte trasera. Esto me permitía poder contemplar y disfrutar, (al volverme) de una de las estampas más bonitas de Nuestra Semana Santa, como es: ¡la salida de la Soledad! “Al son de bambalinas, comienza a salir María Santísima de la Soledad, iluminada su cara por la candelería, encendida al completo, a hombros de sus costaleros. Se oye la voz del capataz: '¡Poco a poco!, sin rozar ni un varal, andando con buen gusto y sobriedad'. La banda comienza los compases de la Marcha Real. ¡¡La Cofradía ya está en la calle!!". Para terminar, me gustaría gritar con vosotros:
¡¡Viva la Semana Santa!! ¡¡Viva la Virgen del Valle!! ¡¡Viva la Soledad!! Cristóbal Río, Emilio Cabello, Ángel Rivilla, Maria Victoria Arroyo y Pepe Álvarez, alcalde de Santaella. XIV Homenaje al Ausente del Año 2017.
Cristóbal Río, Catalina Arroyo, Ángel Rivilla y Emilio Cabello, tras la entrega del premio al Ausente del Año, una escultura obra del santaellano Paco Luque.
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