HOMENAJE AL AUSENTE DEL AÑO
XIII Edición - 2016 - SANTAELLA


Antonio Cosano Álvarez


Presentación a cargo de Juan Ruz Alcaide.


Buenas noches. Señor presidente del Grupo de la Soledad. Autoridades, amigas y amigos. Querido Antonio.

¿Qué hace aquí un Martes Santo un sanjuanero y sanjuanista como un servidor? Será la pregunta que se hagan muchos de los presentes e incluso yo. Quisiera empezar diciendo que la Soledad ha acertado de pleno un año más en el nombramiento del Ausente del Año, si bien, como la perfección es complicada de alcanzar, han tenido el craso error de que sea yo, amigo Antonio, el que te presente. ¡Qué le vamos a hacer! Mi oficio es el de la escritura, si bien ando más escaso en aquello de la oratoria, así que pido disculpas de antemano por no estar a la altura del homenajeado ni del público.
No obstante, y como se trata de hacer un perfil más o menos sincero de Antonio Cosano, he de reconocer que me lo han puesto fácil, porque encontrar aspectos negativos del personaje es complicado; pero bueno, alguna que otra cosilla hay por ahí sobre la que pasaremos de soslayo.
Como dice un amigo común, Cosano tuvo madera de ilustrado desde muy pequeño, cuestión por supuesto que hay que anotar al empeño materno y paterno, de Leonardo y de Rafalita. En el barrio, de pequeño, intercambiaba tebeos con su pandilla, de Capitán Trueno, Jabato, el Guerrero del antifaz. No recuerdo quién tenía más, pero sí que Antonio poseía como un tesoro: aquellos pequeñitos y gorditos de Mickey Aventuras, y de ellos, los más educativos, los de los Jóvenes Castores. Manuales inolvidables para los que ya peinamos canas.
No era Antonio un niño diferente, pero sí tenía un halo especial. El primero, si me lo permiten, físico, porque casi todos los niños llevábamos aquel flequillo a lo Beatles con el que nos peinaban nuestras madres, menos él, que con sus rizos no daba el perfil para aquella moda. Ahí ya se notaba que era un tipo afortunado.
Pero sigo. De las muchísimas cualidades de Cosano, creo que siempre han destacado la tenacidad y la disciplina. Aún hay quien recuerda aquella marabunta de niños jugando en el Llano de la Iglesia y ver a nuestro homenajeado retirarse discretamente, porque los deberes eran lo primero. Decir que era un niño bueno no es mentir, ahora que… cabezota, también. Como se le metiera algo en el coco, ya no lo bajaba del burro nadie, si me permiten la expresión.
Confieso que alguna tarde que otra lo busqué y forcé hacer las tareas con Antonio en su casa, aunque yo tuviera que desplazarme desde el Barrio Arriba, pero es que nuestro protagonista me descubrió el mundo del mítico Cine Exin y ver aquellos breves minutos de película de dibujos animados en la salita de su casa era toda una aventura. Diversión a la que luego se sumaron aquellos primeros juegos digitales y de consola enchufados al televisor y que Antonio tenía.
Las Olimpiadas de Los Ángeles en 1984 las vimos muchos de los amiguetes en su casa, nuestras primeras olimpiadas, de ahí que no sea casualidad que el deporte haya sido una de sus aficiones. Ya con los años, lo ha intentado (vamos a dejarlo ahí) en disciplinas como el baloncesto, el golf (doy fe de ello), el tenis o el pádel. Hasta se ha arriesgado con el baile de salón, que maneja bastante bien, dicen, pero más por empecinamiento en aprender que por técnica natural. Eso sí, no le gusta perder ni a las chapas y algún que otro enfado también ha tenido que padecer por ello. Porque de genio y carácter, tampoco ha andado mal el muchacho, si bien con el paso del tiempo se ha ido moldeando.
Son muchos los recuerdos que me vienen a la mente al recordar a Antonio, pero me quedo con aquel año en Primero de BUP, en La Rambla. Los dos salíamos del colegio Urbano Palma con más miedo que vergüenza y, la verdad, su apoyo en aquel primer año, compañeros de pupitre y de autobús muchas mañanas, hizo que estrecháramos nuestros lazos. Nunca lo hemos hablado, pero si yo pude hacer aquel año sólo la mitad de lo que él hizo por mí, me doy por satisfecho.
Luego el destino nos separó —él a Córdoba y yo a Madrid—, pero sí hay algo que siempre he recordado con ternura. Y es que cuando nos reuníamos todos los Colegas (así se llamaba además nuestro equipo de fútbol-sala) “referíamos” (porque aquí en este pueblo somos más de referir que de criticar) entre nosotros el ¿cómo le irá a…? Yo creo que… se equivocó al elegir tal carrera. Veremos a ver si…. es capaz de llegar al final.
Sin embargo, Antonio siempre se libró de aquellos comentarios, de “referir” sobre él. La razón es bien sencilla: si hay algo que teníamos claro sus amigos es que eligiera lo que eligiera, llegaría hasta el final. Y además con sobresaliente en el expediente. Y además, siendo de los mejores en lo suyo.
Y optó por Medicina. Ni que decir tiene que ahí empezó una carrera profesional a la que todavía le queda mucho recorrido; una trayectoria que todos ustedes ya conocen y en la que casi no me voy a detener, porque el prestigio ganado está fuera de toda duda y serían pocos los halagos y reconocimientos aquí reproducibles. Y menos mal que con los años ha ido cogiendo tablas, porque en su etapa de estudiante era todo un suplicio quedar con él y que descubriera que tenías algún achaque. A mi mismo me mandó en una ocasión para casa (sin posibilidad de rechistar) porque apreció una subida que tenía en las piernas. Y otra persona, que también está por aquí esta noche, tuvo la mala suerte de coger la varicela ya entrados los 20. Y al picor corporal se unió Cosano, que ni la dejaba salir de casa hasta que él diera la orden.
También me dicen, no sé si es una leyenda urbana, que la primera ocasión en la que tuvo la responsabilidad total en un quirófano, la paciente se dirigió a él y le dijo: “Doctor, estoy muy nerviosa, es la primera vez que me intervienen en mi vida”. Y él, con ese sentido del humor que ha ganado con los años, le respondió: “No se preocupe señora, yo también es la primera vez que opero a alguien”.
Pero ya en serio, me quedo con un aspecto. Y es que no hay nadie que haya acudido a él en el hospital y que sea de Santaella al que no haya ayudado en todo lo que ha podido. Es más, en ocasiones sé de buena tinta que hasta sin saber a quién tenía delante, sólo por el hecho de que su cara “le sonaba del pueblo”, se ha detenido y ha preguntado un “qué te pasa” o “qué haces por aquí”.
El cariño que se ha ganado está fuera de toda duda. El mismo cariño que él también ofrece a quienes sólo tienen por condición ser de su pueblo. Nada más. Sus amigos no necesitamos de él un “cuenta conmigo” o un “te quiero”, porque lo notamos de inmediato con un gesto (porque Antonio es muy gestual) o con esa costumbre suya de tocarte el hombro y mostrar una sonrisa. Eso lo dice todo.

Pero hay más. Con el riesgo de egocentrismo que sobrevuela en determinadas profesiones, y la medicina es una de ellas, he encontrado en Antonio la excepcionalidad. El “yoísmo soberbio” del que muchos hacen gala nunca se ha apoderado de él y en esas tertulias que de vez en cuando tenemos he tenido la fortuna y el placer de ver a muchos Antonios. He visto al hijo de Rafalita y Leonardo, al hermano de Juani, al padre de Esperanza y de Leonardo o al marido de María del Valle, gran mujer por cierto (ella lo sabe bien).
Con tu manera de ser, Antonio, te has ganado con creces este reconocimiento que hoy te rendimos todos cuantos estamos aquí y todo tu pueblo. Son muchas las virtudes que te adornan y llevaría horas desgranar cada una de ellas. Pero, como dice el refrán popular, la cabra tira al monte y yo hoy, si me lo permites, voy a buscar un titular (o dos) que de alguna manera resuman lo que quiero expresarte. El primero de ellos sería el de: “Cosano, el médico que humaniza su profesión”. Yo particularmente me quedo con otro, con el que cierro esta modesta presentación: “Homenaje merecido a una buena persona”.

Muchas felicidades y muchas gracias.

Juan Ruz
11 de abril de 2017


Palabras de agradecimiento de Antonio Cosano .

Buenas noches a todos.

Quiero empezar dando las gracias a todos y explicando mi sorpresa al conocer esta distinción y este privilegio. Doy las gracias y, como ya he dicho, este reconocimiento habla mejor de quienes organizan o apoyan el nombramiento que del santaellano que lo recibe. Por eso y ante todo, muchas gracias por vuestro cariño. Lo recibo con orgullo, porque me lo dais vosotros, mis paisanos, por ser Santaellano, por llevar a nuestro pueblo en lo más hondo.
Me sorprendió por más de un motivo. Además, me ha hecho reflexionar porque, la verdad, yo no me sentía ausente de mi pueblo… Y eso es porque el día que no veo a un paisano es otro quien me reconoce a mí, y todos los días tenemos noticias de Santaella.
Mis recuerdos de Santaella son muchos y a lo largo de toda mi vida. Os recordaré a todos, aunque no los plasme con acierto en estas palabras. No quiero perder la oportunidad que me brindáis para hacer algunos agradecimientos.

A mi familia, sin cuyo apoyo incondicional nada hubiese sido igual. Esta claro que hemos de soñar con las metas para poder alcanzarlas, y en ese sueño yo no he estado sólo. Ni desde mis primeros pasos, cuando me llevaban de la mano Cosano y Rafalita, ni después cuando ellos o mi hermano Juani toleraban mis rarezas, ni más tarde cuando Maria del Valle, Esperanza y Leonardo han sufrido mis ausencias. En los momentos “de bajón” siempre han estado ahí y por eso es egoísta decir que les quiero cuando realmente los necesito. Pero la vida que he compartido con ellos ha sido mucho más amable que estas palabras, porque he recibido mucho más, un ambiente familiar estupendo, me ha enseñado a disfrutar con esas pequeños y grandes momentos que ,al final, son nuestros mayores tesoros.

A nuestros amigos, ¿qué puedo decir sin dejar atrás a alguien querido? Recuerdo mis primeras correrías en la “redonda” jugar en aquella ronda no era exactamente como jugar en la M-30, aunque algún atropello ocurrió a quien hoy os habla lo llegaron a atropellar, o más bien al revés, algún coche atropellé. Allí recibimos nuestras primeras letras en el colegio Urbano Palma. Con seis años nos mudamos junto a la iglesia al “barrio bajo” y allí en sus calles, plazas y laderas, entre la OJE y el quiosco de Juan crecimos junto a muchos amigos. Muchos de los presentes recordaréis los lugares, y a las personas… Lugares que han cambiado de salón de juegos a biblioteca y ahora salón de usos múltiples para asociaciones…y otros como el castillo que cambian para mantener su esencia … de cine al aire libre…antes era Saturno y ahora una asociación muy querida para todos.

Allí jugando en aquellas calles y barrancos crecimos, viendo y ,cada año más participando, en el evento más representativo de nuestro pueblo, la Semana Santa y sus procesiones (por supuesto su viernes santo).

Amigos a pesar de las idas y venidas de la vida. Como los años de estudios fuera del pueblo, en La Rambla, otros en Montilla, los menos emigraron a Granada, Córdoba, Sevilla, Madrid o Barcelona… pero nuestra salida, lejos de otras originadas en la necesidad, ha sido movida por la ilusión de abrirnos camino, aún así, no creo que haya sido menos triste la hora de dejar atrás nuestra tierra chica, nuestros amigos y nuestra familias.

Para el grupo más cercano todo era llevadero porque cada semana no dejamos de volver, a reponer despensa, economía y el cariño de los nuestros. Aún así esas semanas parecían tener mucho más de 5 días, por todo lo aprovechadas que eran, con tiempo para estudiar, para ver alguna película el miércoles, salir los jueves y estar “tiesos” hasta de provisiones los viernes. Ver como a la llegada de mayo eran los amigos de aquí quienes buscaban posada, a veces, compartiendo habitación y lecho con compañeros inesperados y algunos un poco “calaveras”.

Nuestros amigos de siempre, otro puntal que ayuda a soñar con cambiar y mejorar el mundo, nos recordamos en cada evento que obedeciendo las normas nos perderíamos la diversión… pero trabajamos cada día.

Poco después, terminados los estudios y comenzada la época laboral, empezamos a crear nuestras propias familias, empezaron a llegar los hijos, ¡nuevos santaellanos! y supimos que ya nada sería igual, ¡todo mejoraba!


Aun siendo jóvenes, o eso nos creemos, porque el carnet joven hace tiempo que no nos lo aceptan en ningún tren… Ya hemos de sentir la pérdida de aquellos que no están, no creo que tenga que recordaros a Carmen Margarita, o a Pedro por su cercanía, ni a Alfonso “de la Paquita” pese a la distancia que da el tiempo.

No quiero olvidar a otros amigos más recientes pero igualmente entrañables con quienes comparto una visión más madura de esta vida, pero sin olvidar que no hemos de tomarnos la vida demasiado en serio…

Tampoco olvidaré agradecer a mis compañeros, porque con ellos comparto una gran parte de mi vida, una pasión, que a su vez es nuestra fortaleza. Porque sin el trabajo de todos nuestra labor no habría llegado a las cotas actuales.


Por todos ellos y todos vosotros ejerzo con ilusión mi labor, desde mis inicios en Jaén donde me adoptaron con un cariño que aún no me explico, pasando por mi querido Pozoblanco, hasta mi más reciente actividad en el hospital Cordobés donde hoy me conocéis. Pese a esos recuerdos, casi siempre gratos, la medicina y la vida llevan a la vez otros mucho más tristes y amargos. Son amargos los fracasos por mucho que nos ayuden a aprender. Más aún cuando esos fracasos profesionales afectan a seres cercanos y queridos.

Pero quiero terminar estas palabras como las inicié, agradeciendo su interés a las personas que impulsan estas iniciativas de confraternización. Son importantes porque a veces olvidamos lo que nos une, Santaella que es el lugar donde nacimos y mucho más, su gente y costumbres, fragua de nuestra manera de ser y pensar.

Por eso quiero agradecer a la Hermandad de María Santísima de la Soledad, a la Hermandad de Ausentes de la Virgen del Valle y al Ayuntamiento de nuestro pueblo esta distinción.

Quiero agradecer a Santaella el cariño que recibo y a todos vosotros que hayáis venido a acompañarme en esta ocasión tan señalada.

Recibid todos un fuerte abrazo.

Antonio Cosano Álvarez
11 de Abril de 2017