TEMPLO PARROQUIAL DE LA ASUNCIÓN
por D.Manuel Nieto Cumplido

Al igual que los arqueólogos experimentan una peculiar emoción cuando tienen la suerte de hallar en perfecto estado de conservación un yacimiento que les relata como un libro los distintos aconteceres de toda una cultura y el comportamiento de una civilización, el investigador de la historia de la arquitectura siente un gozo especial e incomunicable al estudiar unas formas y al transcribir una documentación que con perfecto orden presenta en un sólo y único edificio todo el proceso con sus manifestaciones estructurales y ornamentales de la arquitectura cordobesa desde el siglo X al XVIII.

Esto es lo que en nuestro ánimo ha producido el estudio de la iglesia parroquial de Santaella y de la documentación descubierta sobre la misma. El análisis de las estructuras vivas aún de este templo, apoyado en una de las más firmes bases documentales que han podido aportar los archivos cordobeses, han dado por resultado conseguir uno de los mejores y más ricos testimonios del desarrollo de la arquitectura cordobesa y del modo de hacer de sus maestros mayores ya que con ello se nos han desvelado ocho siglos del quehacer de la arquitectura y de los arquitectos cordobeses.

Ello adquiere una importancia capital para la Historia del Arte en Córdoba pues, hasta el presente, no se habían podido obtener unas secuencias tan continuas, sin intermitencias, y en perfecto orden estratigráfico.

Así, pues, en Santaella encontramos uno de los escasos testimonios provinciales de la arquitectura califal religiosa pues en la base misma de este edificio han quedado restos que junto a las descripciones de las fuentes literarias nos han ofrecido posibilidades de estudio de esta etapa esplendorosa de la cultura cordobesa a nivel de población menor y su posterior aplicación tras la conquista de Femando III. El mudejarismo lo seguiremos en su intimidad en contacto con la naturaleza y disimuladamente escondido en el antiguo patio de la mezquita califal de Santaella.

El gótico isabelino se descubre solemne y con sentido presidencial en el primer cuerpo de la torre en proximidad al plateresco de la portada norte de la iglesia, realizada por uno de los más significativos y controvertidos arquitectos cordobeses: Hernán Ruiz I. Todo lo que supo producir la arquitectura cordobesa durante la primera mitad del siglo XVI se encuentra perfectamente sintetizado con ejemplaridad en estas dos partes del edificio.

Hernán Ruiz II, uno de los mejores arquitectos andaluces del renacimiento romano, añadirá al templo lo más significativo de su estructura: la capilla mayor, continuada por Hernán Ruiz III, y concluida por Juan de Ochoa y Blas de Masabel. Junto a ellos veremos actuar a Pedro de Freyíe Guevara, maestro del prebarroco cordobés. Diego de Vergara, maestro de la Catedral de Málaga, Juan de Maeda, maestro mayor de Granada, y a Cristóbal de Guerra, Sebastián de Peñaredonda y Hastiasen, canteros cordobeses.

La empobrecida arquitectura del siglo XVII presenta en esta iglesia el máximo de sus posibilidades de mano y traza de Juan Francisco Hidalgo alcanzando los primeros pasos cronologizados de la arquitecltura barroca cordobesa.

Y, finalmente, se cierra el ciclo con el pleno barroco del siglo XVIII representado por la obra en jaspe del arquitecto Alonso Pérez y del maestro José Gutiérrez de Abril para concluir con la presencia, a fines de dicho siglo, de Francisco Aguilar Río y Arriaza buceando tímidamente en la arquitectura neoclásica.

Bastaría, pues, la conservación y el conocimiento de este templo para alcanzar a conocer el extremo de posibilidades de la arquitectura cordobesa durante los diez siglos referidos. Tal es la importancia de este edificio que de mezquita, y mediando un largo proceso arquitectónico, se convirtió en suntuoso templo renacentista.

El estudio que se publica en la presente ocasión es el informe preceptivo que se presentó en 1974 para la declaración de Monumento Nacional.

1. La mezquita de Santaella.

Refiere la Crónica General que Santaella pasó a manos cristianas en el año 1241 "por pleitesía" lo que supuso, en términos generales, el establecimiento de instituciones administrativas a cargo de cristianos y la permanencia de la población musulmana. Pero, como en Córdoba, y en virtud de la autorización pontificia, Fernando III pudo destinar al culto cristiano la mezquita aunque la población cristiana fuera realmente exigua. Este hecho, conocido con toda fidelidad de detalles en el caso de la Mezquita mayor de Córdoba, ha venido a confirmarse mediante la aportación de fuentes documentales que, aunque tardías, —son del siglo XVI— nos describen la existencia y amplitud de la mezquita de Santaella y su aplicación al culto cristiano.

Al describirse en 1580 el templo parroquial se hace en los siguientes términos: "La yglesia desta villa tiene quatro naves bajas hechas al modo de la yglesia catedral de Córdoua aunque groseramenlte hecho el techo delta. Tiene un claustro pequeño con tres naranjos en medio de él". Otra descripción de la misma un poco posterior, del año 1589, amplía la anterior añadiendo la cita de elementos de indiscutible carácter musulmán. "Luego visitó el cuerpo material de la dicha yglesia que hera a la morisca de naves con danzas de arcos y marmolejos de piedra. Los techos baxos de danza a danza de arcos. Su enmaderamiento viejo de madera a lo antiguo".

Según estas descripciones y el estudio del edificio tal como ha llegado a nosotros podemos constatar la presencia de los tres elementos fundamentales de las mezquitas: el alminar, reformado en 1527, el patio y la sala de oración. De esta última se afirma que tiene cuatro naves separadas por danzas de arcos "al modo de la catedral de Córdoua" levantados sobre marmolejos o columnas pequeñas de mármol. Se insiste en que todo está hecho a la morisca y con respecto al artesonado se expresa que era bajo, de danza a danza, es decir, plano y tallado aunque groseramente. A la vez se le califica como hecho "a lo antiguo".

Guiados y fundamentados en las referidas descripciones logramos, en primer lugar, fijar la extensión total de la sala de oración y ello mediante los siguientes presupuestos:

a) La mezquita, en las condiciones descritas, se conservaba aún en 1580. El muro oriental o qibla pudo fijarse mediante la afirmación de que a sus espaldas se estaba construyendo desde 1559 la capilla mayor actual. Hay que partir, pues, del arranque de los primeros arcos del cuerpo actual de la iglesia construido a partir de 1669. El muro norte se confirmaba por la puerta y torre reconstruida en 1527 y por los restos de muro original aprovechados en 1669 en el que aún puede verse una puerta adintelada de dovelas califales que conducía mediante escalinata al aljibe aún existente. Los límites del lado sur se establecen por los del patio respetado en su totalidad desde la restauración mudejar del mismo. Para el lado occidental sólo podemos alcanzar a la probabilidad de que el actual no traspasara los límites del antiguo.

b) Se afirma en ambas descripciones que los techos eran bajos. Su altitud se pudo establecer con plena seguridad mediante el estudio de la portada realizada en el pontificado de fray Juan Alvarez de Toledo. En ella aparecía una gárgola para desagüe conservada como elemento decorativo desde 1669 puesto que la reforma del cuerpo de la iglesia hecha a partir de dicho año la hizo inservible para la finalidad dispuesta. La crestería existente sobre la dicha portada y embebida por la construcción del siglo XVII aseguraba desde otro punto de vista la altura de la mezquita a la que se añadía esta reforma plateresca del año 1527.

c) El conocimiento y estudio de las dimensiones de algunas columnas de mármol pequeñas conservadas en depósito en el patio de la iglesia y aprovechadas en casas próximas corroboraba las afirmaciolnes de las descripciones que hablaban de marmolejos.

Según ello, y fiados en estas apreciaciones, merecedoras de una seria comprobación mediante pequeñas excavaciones arqueológicas en distintos puntos del pavimento de la actual iglesia, podemos otorgar a la antigua mezquita de Santaella las dimensiones en planta de 24 x 16 ms., debiendo tener de altura 5,50 o 6 ms.

La estructura general del patio actual parece responder, dada su situación, al patio de la antigua mezquita aunque reformado casi en su totalidad en estilo mudejar antes del siglo XVI. En la actualidad sus galerías se encuentran absorbidas por la casa parroquial, la capilla del batisterio construida en el siglo XVII "en el sitio que oy es claustro" , y por una salida desde la nave lateral izquierda a la calle al parecer del'siglo XVIII.

El alminar original, del que no queda rastro alguno, fue reemplazado por el actual en el año 1527, según inscripción epigráfica existente en el primer cuerpo de la torre de estilo gótico isabelino obra, al parecer, de Hernán Ruiz I, maestro mayor de las obras del Obispado.

La portada norte junto a la torre y que tan jugosas conclusiones ha proporcionado sobre la mezquita, según hemos expuesto anteriormente, lleva el escudo de armas del obispo de Córdoba fray Juan Alvarez de Toledo (1523-1527) y debió construirse simultáneamente a la torre que ostenta los mismos escudos con la fecha de 1527. Su estilo le emparenta con la portada occidental de la iglesia parroquial de La Rambla y el coronamiento del Arco de Bendiciones de la Mezquita-Catedral de Córdoba fechado en 1523 durante el pontificado del referido obispo.

2. La Capilla Mayor

La saneada economía de la fábrica de la iglesia parroquial de Santaella que desde hacía años venía demostrándose por los numerosos préstamos documentados en favor de la hacienda real, de los obispos de Córdoba, al menos desde don Leopoldo de Austria(1541-1557), de las obras de la Catedral de Córdoba emprendidas en 1523, y de las fábricas de diversas iglesias parroquiales de la ciudad y del Obispado, permitió en favor de la misma el estudio de realización de una nueva capilla mayor en Santaella, ya que el antiguo templo carecía de ella, y con unas proporciones "que será más grande que la de la yglesia de Córdoua".

La iniciativa se concretó mediante un decreto del Provisor del Obispado don Francisco de Soto, firmado el 6 de junio de 1559. No existe duda alguna sobre el maestro mayor que realizó los planos ya que "Hernán Ruiz, maestro mayor, por mandamiento del señor Provisor Soto vino a esta dicha yglesia a ver el sitio de la dicha capilla mayor y hizo traza e planta e dio horden en la dicha capilla para que se hiciese". Se trata, pues, en conformidad con la fecha y la documentación existente, de Hernán Ruiz II, quien ocupó el cargo de maestro mayor de las obras del obispado de Córdoba desde la muerte de su padre ocurrida en 1547 hasta el año 1568 en que falleció. Su intervención en la obra no se redujo como en otros casos a la ejecución de los planos sino que además se comprueba documentalmente la asiduidad y frecuencia de sus visitas a Santaella para la dirección de la misma. Del año 1559 conservamos parte del proyecto de Hernán Ruiz II en lo referente al alzado de muros reasumido en las condiciones mandadas guardar en dicha obra por el Provisor y Visitador General. Este último obliga al obrero de Santaella a cumplir lo dispuesto "en lo que le toca lo infraescrito con Hernán Ruiz". En 1563 volvió de nuevo a la villa "a visitar la dicha obra e dexar mandado como se avía de proseguir".

No cabe duda de que, como aparejador, se contrató a Diego de Vergara, cantero, al que años después se le verá en Málaga ocupado en la construcción de su Catedral, y que en esta obra sólo alcanzó a ejecutar las zanjas para los cimientos en lo que estuvo ocupado, según puede desprenderse de la documentación, desde el 20 de junio de 1559 hasta noviembre del mismo año. La primera de las fechas indicadas ha de estimarse también como la de comienzo de esta obra "de gran quadra, espaciosa e talantosa" según expresión del Visitador General del año 1589. En la Visita del año 1563 se asegura "que la obra de la dicha yglesia pagó mucha cantidad de maravedís a Diego de Vergara, cantero, que dizen que bibe al presente en Málaga, ésto para que hiziese, la capilla mayor de la dicha yglesia que agora se está haziendo de la qual no hizo más que la zanja". Y no parece que concluyera del todo este cometido ya que en 29 de noviembre de 1559 el Visitador, de acuerdo con Hernán Ruiz II, dispone que se "acabe de sacar los pilares e zanjas que restan".

Tras la partida de Diego de Vergara a Málaga el Provisor don Francisco de Soto encomendó la maestría de la obra a Francisco de Molina, cantero, vecino de Córdoba, a quien también se le otorga en los documentos el título de maestro mayor de la obra y a cuyo cargo estuvo la ejecución hasta abril de 1571. La inspección de las obras estudo encomendada en ocasiones a Sebastián de Peñarredonda y a Hastiasen, canteros cordobeses, a las órdenes de Hernán Ruiz II. La asistencia de Francisco de Molina como aparejador alcanzó, según las cuentas de la obra, a sacar la obra de cimientos, pues hasta 1568 no comenzó a usarse la grúa ni se alzaron andamios. En éste año, que coincide con el de la muerte de Hernán Ruiz II, cesó su intervención como maestro de la obra siendo reemplazado por Andrés López Carrasquilla, primo hermano de Hernán Ruiz III.

Al quedar concluida esta primera etapa de la construcción, y servicios de peritos tasadores por parte de Francisco de Molina y por parte de la obra y fábrica de la iglesia de Santaella. El primero buscó el peritaje de Juan de Maeda, maestro mayor de Granada, ayudado por Bartolomé Ruiz, maestro albañil, del que conocemos su intervención en la construcción de la iglesia parroquial de Luque. La iglesia nombró por sus tasadores a Cristóbal de Guerra y Miguel Pérez, canteros de Córdoba.

Acaecida la muerte de Hernán Ruiz II, y en virtud del cargo, la obra de la capilla mayor queda bajo la dirección de su hijo Hernán Ruiz III quien visitó por tres veces la dicha obra entre el 23 de septiembre de 1568 y el mes de abril de 1571. La entrada del nuevo maestro mayor supuso nuevos cambios en los cargos de responsabilidad de la misma. Cesa Francisco de Molina y ocupa su puesto de aparejador Andrés López Carrasquilla. Un estudio detenido de las cuentas de la obra nos aproxima al conocimiento de la formación de un clan de los Hernán Ruiz copando todos los puestos en las obras diocesanas. Nos es conocida la presencia en estas obras del referido aparejador, primo hermano de Hernán Ruiz III, de Jerónimo Ordóñez, de Hernán Ruiz IV, etc.. Andrés López Carrasquilla continuó al frente de la obra como aparejador hasta el año 1583 siendo sustituido por Jerónimo Ordóñez el reanudarse las obras durante los años 1592 al 1596.

La entrada de Hernán Ruiz III en 1568 como maestro mayor parece coincidió, como antes hemos dicho, con el comienzo del alzado de muros a nivel del pavimento de la iglesia y del solar contiguo. Sólo a partir de este año se contabilizan gastos para la construcción de una grúa y en maderas para andamios. La prosecución y adelanto de las obras y los niveles alcanzados en cada año no resulta fácil el poder determinarlos ya que en ningún momento las cuentas describen el proceso de las mismas. Sólo contamos para el año marzo-1572 a agosto-1573 con que se contratan los servicios de Francisco Fernández, maestro entallador, para la ejecución y talla de las figuras "que fuesen necesarias para las ventanas de la obra y los sagrarios della". La obra, pues, se encuentra durante este año a nivel de las ventanas flanqueadas todavía por las figuras de Francisco Fernández o muy próxima a ellas.

Las obras siguieron a ritmo acelerado hasta septiembre de 1577 descendiendo progresivamente desde 1578 a 1583. El único gasto registrado en las cuentas de febrero de 1585 es para la conservación de la grúa. Desde ésta última fecha hasta 1588 la actividad es nula por completo. Tal es el abandono de la obra que en 1589 ante el derrumbamiento ocurrido de la grúa se decide el desmonte total de ella.

Al cabo de nueve años, en 1592, el Visitador ordena de nuevo la prosecución disponiendo que Hernán Ruiz visite la villa para "ver la obra de la capilla para proseguílla". Se emprende, pues, lo que parece la recta final de la capilla mayor. Esta nueva etapa ofrece la novedad de la presencia de Jerónimo Ordóñez como aparejador sustituyendo en el cargo a Andrés López Carrasquilla. Pero, por segunda vez, la obra quedará detenida en el año 1596.

Por fin, tras la visita al pueblo del obispo don Francisco de Reinoso en 1600 " aviendo visitado la yglesia parrochial della y visto por su persona la obra que se va haziendo en la yglesia nueva mandó al... obrero susodicho fuesse comprando los materiales que por orden de Juan Ochoa, maestro mayor de las obras deste obispado, pareciesen necesarios para la continuación y cubierta de la cipilla mayor y demás cuerpo de la dicha yglesia".

Encontramos en esta disposición innovaciones de gran interés. La principal y primera es la sustitución de maestro mayor en la persona de Juan de Ochoa encomendándosele un triple cometido: continuar la capilla mayor, cubrirla y hacer un nuevo cuerpo para la dicha iglesia. Así, pues, la obra se reemprende en el año 1600 bajo la dirección de Juan de Ochoa hasta su muerte ocurrida en 1606 "el qual —según las cuentas de 1611- dexó acabado todo a lo que se obligó" En realidad lo que hizo fue cumplir con los dos primeros cometidos que se le encargaron por don Francisco Reinóse: continuar la capilla y cubrirla. El nuevo cuerpo de la iglesia sería obra a realizar en la segunda mitad del siglo XVII.

Por muerte de Juan de Ochoa es elegido para cargo de maestro mayor de las obras del obispado Blas de Masabel, cantero quien contrae la obligación de realizar "la armazón de madera para el tejado della". Con toda probabilidad podemos dar la fecha de 1610 como la de la conclusión de la capilla mayor iniciada cincuenta y un años antes en 1559.

La admiración del vecindario por esta obra alcanzaría tal extremo que en lo sucesivo constituiría uno de los tres motivos de orgullo del pueblo según el conocido refrán: "A campiña, capilla y campana nadie nos gana".

Complemento de la terminación de la capilla mayor fue el encargo y colocación del retablo mayor tallado en madera por el escultor Juan de Espinosa entre los años 1627 y 1631.

3. El cuerpo de la iglesia y el barroco ornamental.

Una de las primeras innovaciones que se introducen en el cuerpo de la iglesia, aparte de la portada plateresca ya estudiada y de la capilla gótica de la base de la torre, es la obra de la sacristía nueva contigua en la actualidad a la capilla del batisferio y en estado de ruina. La localización exacta de ella se nos proporciona por la documentación correspondiente a la capilla del batisferio anteriormente citada en la que se manda "que se haga una capilla del baptisterio más avaxo de la sacristía en el sitio que oy es claustro". La orden es del año 1681.

La obra de la sacristía nueva parece consistió "en cerrar los arcos y sacar cimientos y ponerla en el estado que hoy está". Las cuentas de su ejecución corresponden al año 1630 concluyéndose en 1636. Pequeñas catas hechas en el muro de esta hoy antigua sacristía han puesto a la luz la existencia de los arcos cerrados con tal motivo y declarados por la documentación. Las cuentas, sin embargo, no aluden a gasto alguno en el bello y rico artesonado mudejar que la hace destacar en la actualidad entre el resto de las capillas de la iglesia. ¿Es anterior o contemporáneo de esta reforma de 1630? No podemos asegurarlo. Lo que sí podemos dar por indiscutible es que anteriormente a esta fecha se trataba de un lugar abierto con arquerías tanto al claustro como a las naves de la antigua mezquita.

En este mismo año constatamos la presencia en Santaella de Pedro Freyíe de Guevara, maestro mayor, para ver el estado de la iglesia, la colocación del retablo mayor, estudiar posibles reformas y dar seguridades al capitel de la torre.

Si el año 1668 se hace preciso considerarlo fatal para las estructuras musulmanas de las naves de la iglesia ya descritas puesto que en este año se mandan derribar, ello, sin embargo, vino a darnos una de las pocas oportunidades con que contamos en la provincia de Córdoba para conocer las posibilidades y estilo de la arquitectura cordobesa de la segunda mitad del siglo XVII. La documentación es explícita y concluyente. A fines del año 1668 y principios de 1669 se dio efecto a la orden del obispo don Francisco de Alarcón (1658-1675) por la que "se a derribado el querpo de la yglesia parochial desta villa para achantarse y redificarse desde los cimientos según la planta que se a hecho y está aprobada".

La nueva planta del cuerpo de la iglesia se encomendó por el obispo a Juan Francisco Hidalgo, maestro mayor de las obras del obispado, quien visitó el lugar "e hizo la planta para la obra desta yglesia y vino a tomar las medidas... en veinte y nueve de diziembre de sesenta y ocho..." . La comprobación de la traza se realizó por el dicho maestro mayor el 9 de marzo de 1669.

Las obras se prosiguieron sin discontinuidad alguna hasta marzo de 1680 en que de nuevo se recurre a Juan Francisco Hidalgo para conseguir de él la traza de la portada de los pies de la iglesia, el proyecto de embovedamiento de las naves nuevas, enlucirla y solarla . En 1685 se daba por concluida la dicha obra y para su reconocimiento se llama a Juan de Arague, maestro arquitecto, residente en Córdoba (38). Para ello fue preciso, dada la escasez de piedra, enviar al maestro de la obra y tres peones más "los cuales sacaron piedra de los torreones y murallas" de la villa. El siglo XVII, pues, se manifestó en Santaella poco indulgente con la historia musulmana del pueblo dando al traste como hemos dicho no sólo con la antigua mezquita sino también con el amurallamiento de la villa.

En el siglo XVIII Santaella recupera de nuevo el saneamiento de su economía, fruto del aprovechamiento cerealista de su campiña, y ello se manifiesta en la administración parroquial que se lanza a una obra de altos vuelos como podemos ver en el retablo monumental de jaspe colocado en uno de los laterales de la capilla mayor restando suntuosidad al retablo central de Juan de Espinosa y en el excepcional pulpito que sustituyó a otro de madera compuesto en 1636.

El retablo, fechado entre 1734 y 1739, es obra de Alonso Pérez, maestro arquitecto, y de Andrés Gallardo, realizado en mármoles procedentes de las canteras de Córdoba. La obra es del más subido barroco que pueda imaginarse.

El pulpito, expresión singular del más bello barroco cordobés en mármol, se realizó a partir del 20 de noviembre de 1762 por el maestro José Gutiérrez de Abril y por los bruñidores Luis Vega, Fernando Vacete y Antonio Carrillo concluyéndose el 23 de julio de 1756 . En uno de sus frentes ostenta las armas del obispo de Córdoba don Martín de Barcia (1756-1771). Francisco Javier Gámiz doró el tornavoz de madera colocado sobre el pulpito, dando por concluida su obra el 20 de agosto de 1765.

Pero, no se piense que con ello se cierra el ciclo estilístico de la iglesia de Santaella pues, por efectos del terremoto de Lisboa, quedó dañado el cuerpo de campanas de la torre exigiendo una rápida reestructuración del mismo la cual se decidió hacer el año 1771. Con este fin se solicitan los servicios de los maestros Martín Ruiz y Francisco Carrasco quienes fueron a Santaella "a reconozer la obra para ajustarse y hazer un dibujo". En esta obra concluida en 1773 puede contemplarse uno de los testimonios más tempranos en la provincia de Córdoba del estilo neoclásico. Con la misma finalidad de estudiar los desperfectos causados por dicho terremoto se desplazó a la villa el maestro mayor de las obras del obispado Francisco Aguilar Río y Arriaza, que iniciaba en este año de 1773 la iglesia parroquial de Santa Catalina de Pozoblanco.

Finalmente, encontramos otra manifestación del neoclásico en la estructura y ornamentación de la tribuna del órgano levantada el año 1829 durante el pontificado de don Pedro Antonio de Trevilla (1805-1832).

TESORO ARTÍSTICO

Desconocemos en absoluto el proceso de formación del tesoro artístico de la iglesia parroquial de Santaella cuyo comienzo es obligatorio señalarlo desde el establecimiento del culto cristiano en 1241. Más aún, no se conserva ninguna pieza fechable hasta la segunda mitad del siglo XVI careciendo este tesoro de ejemplares medievales.

La primera relación sobre la composición del mismo se obtiene a través del primer inventario conocido hasta ahora, redactado en el año 1559 (46). En él se siguen los capítulos tradicionales de inventarios frecuentísimos en el siglo XVI para todas las parroquias de la diócesis: sagrario, vistario, frontales, capas, temos, mangas de cruz, estolas, albas, amitos, lienzo, manteles, aras, libros, madera, hierro y metal.

Las piezas más significativas que se catalogan son una custodia de plata y una cruz grande procesional del mismo metal.

De la primera se dice que "es una custodia de plata dorada labrada de mazonería. El pie es ochavado de cuatro compases pequeños redondos y los otros quatro son más grandes. La manzana es de seis ochavos con seis tavernáculos y seis imágenes. Entre cada tavernáculo tiene un cubo encima e abaxo desta manzana. Tiene en la tapa de la caxa tiene dos órdenes de coronas e quatro delfines e su cruz sobre un caxcabel con su guarnición alderredor. Esta custodia es toda de plata e dorada".

La cruz se describe en los términos siguientes: "Una cruz grande de plata que pesa treinta marcos de plata labrada e dorada al romano. En medio e a los fines de los brazos tiene quatro compases redondos en cada brazo, digo que son ocho compases redondos, quatro de cada parte y en medio del quadro de la cruz tiene un compás redondo de cada parte. En el uno dellos tiene a Dios Padre e de la otra parte sobre el dicho compás redondo tiene un Crucifixo de plata grande y en cada uno de los brazos tiene tres peras de plata y en quadro del medio tiene quatro peras de plata y en el círculo redondo baxo tiene dos peras de plata y en el quadro de enmedio tiene quatro peras de plata por manera que todas las dichas peras son quinze peras de plata. El pie de la cruz es bien labrado con seis tabernáculos y sus bultos de plata".

Aparte de esto cabe destacar la excelente colección de ornamentos bordados con imaginería y la magnífica colección de libros corales iluminados con preciosas miniaturas. Entre estos se encontraban libros miniados por Clemente Leal en 1559, Juan de la Fuente en 1576 y Juan Ponde en 1585.

Conocemos también los autores de muchas piezas de orfebrería del siglo XVI hoy desaparecidas. Son figuras de primera magnitud en la historia de la orfebrería cordobesa. Tales son Sebastián de Córdova que labra piezas en 1567, 1577 y 1580, Antonio de Molina en 1571, Jerónimo de la Cruz en 1589, Diego Fernández Rubio en 1591 y 1592 con el encargo de dos grandes candelabros de plata, y Francisco de Baena en 1592 reparando la cruz grande de plata '50).

Los grandes maestros cordobeses del bordado dejaron ejemplares dignos de mejor suerte en Santaella: Hernando Alonso de Montemayor. Diego de Aguilar, Juan Carrillo y Andrés Fernández de Montemayor.

En el campo de la pintura hallamos la intervención de Baltasar de Águila en la composición del retablo de la iglesia antigua, y de Antón de Valdelomar, guadamecilero de Córdoba, confeccionando un guadamecí para un retablo en 1571.

En la actualidad el tesoro se compone de las piezas siguientes catalogadas en gran parte por Dionisio Ortiz Juárez con motivo de la Exposición de Orfebrería cordobesa celebrada en Córdoba en 1973.

1. CÁLIZ de plata dorada. Decoración repujada. Pie circular con decoración plateresca y símbolo religioso. Nudo esferoide y copa gallonada. Estilo renacimiento. Fecha hacia 1578. Punzones: IVAN, Alfaro y COR. Altura, 225 mm.

2.CUSTODIA PROCESIONAL, de plata, plata dorada y apliques de esmalte.

Tiene forma de torre, de estructura arquitectónica dentro del más bello estilo del renacimiento purista. Está compuesta por tres cuerpos superpuestos, cuya altura y anchura va en disminución. El cuerpo inferior es de planta cuadrada, todo él diáfano. Sobre el plinto con inscripción, se alza zócalo con finísimos relieves cincelados, de carácter alegórico, y esmaltes en los extremos. Sobre este basamento, el recinto para el ostensorio formado por cuatro arcos de medio punto, sobre grupos de tres columnas de orden corintio romano muy reformado, con enjutas de esmalte y apliques de figuras de apóstoles en relieve. Sobre los arcos, frontones partidos con figuras exentas y en las claves, cartelas con el escudo de don Antonio de Valdés, obispo de Córdoba (1653-1657). En los ángulos, figuras femeninas sosteniendo cartelas.

El segundo cuerpo tiene zócalos con adornos de grutescos. En su estructura arquitectónica es similar al inferior, pero adintelado, con frontones esmaltados y figuras de ángeles en los ángulos. En su interior, sobre pedestal cilindrico, una buena figura de plata, de Cristo resucitado, de 15 cms. de altura.

El tercer cuerpo es cilindrico, con gallones y rematado por elegante cúpula. Al contrario de los otros dos, está cerrado, y las cuatro aberturas que tiene a modo de ventanas, están cubiertas por láminas caladas que figuran celosías. En su interior, pende oculta una campana.

Todo el conjunto de gran armonía y elegancia arquitectónica está rematado por una gran figura de san Miguel, muy bien labrada, de 17 cms. de altura.

Los dos cuerpos abiertos tienen cúpulas gallonadas, con artísticas claves. El ostensorio es de pie cuadrado, con nudo de organización arquitectónica y cuatro nichos con apliques de plata representando apóstoles.

En el zócalo inferior, tiene la siguiente inscripción: "Esta custodia hizo el licenciado Antonio de Alcántara, platero de mazonería, fiel y marcador que fue de la ciudad de Córdoba, por mandato de su ilustrfsima el señor don Antonio de Valdes, obispo de dicha ciudad, siendo obrero y mayordomo de la iglesia mayor de Santaella el licenciado Pedro Martín de Baena. Año de 1656".

Altura del primer cuerpo, 51 cms. Del segundo, 29 cms. Del tercero, 17 cms. Altura total, incluida la figura de San Miguel, 116 cms.

3. PUERTA DE SAGRARIO, en plata concelada y repujada. Es de forma rectangular. Entre hojarasca barroca, una cartela con la Santa Cena en relieve, sobre una repisa con Agnus Dei y bajo un dosel. Estilo barroco. Segundo tercio del siglo XVIII. Punzones: Además del de Córdoba, los de Castillo y Bernabé García de los Reyes. Dimensiones: 76 x 42 cms.

4. PORTAVIATICO de plata y plata dorada. Técnica de repujado con adornos de rocalla. Forma de copa de sección alargada, con cabezas de ángeles sobre volutas en los laterales. La tapa remata en corona real. Fecha, hacia 1770. Punzón de Damián de Castro y león de Córdoba. Altura, 19 cms.

5. CÁLIZ de plata dorada, con labores de repujado y cincelado, con la técnica característica de su autor. Pie y nudo con símbolos eucarísticos y atributos de la Pasión.

En el archivo parroquial se guarda el recibo firmado por Damián de Castro, fechado en 28 de julio de 1761, donde consta que recibió por su obra 80 reales de vellón y que lo pagó don Juan de Molina, vicario de la iglesia. Punzones: CASTRO, con flor de lis, león y CASTRO Altura, 265 mm.

6. URNA EUCARISTICA. Plata repujada y madera policromada. En la parte frontal, un arco de medio punto sostenido por columnas salomónicas. En la puerta, el pelícano. Los laterales, también de medio punto, tienen pinturas sobre madera que representan el Ecce Homo y la Dolorosa.

Está la urna coronada por una cúpula con florones de plata y bragados alusivos al Antiguo Testamento. Como remate, un Calvario. Estilo barroco. Dimensiones, 880 mms. de alto por 400 de ancho y 470 de fondo.

7. COPÓN de plata fundida y cincelada. Pie de quiebros algo gallonados con cabezas de ángeles salientes y relieves con las escenas del lavatorio, entrega de las llaves a San Pedro y la Oración del Huerto. Nudo escultórico con relieve de Jesús con la cruz a cuestas, Ecce Homo y Flagelación. En la copa medallones con la Santa Cena, Moisés con la serpiente de bronce y los emisarios de Canaán. En la tapa símbolos eucarísticos. Estilo barroco. Fecha, último tercio del siglo XVIII. Punzones: Martínez, Santacruz y el de Córdoba. Altura, 290 mms.

8. CÁLIZ de plata dorada, con decoración de rocalla, cabezas de ángeles y símbolos eucarísticos. Nudo triangular con pares de cabezac de ángeles. Estilo rococó. Fecha, último tercio del siglo XVIII. Punzones: León de Córdoba y Leiva. Autor: Leiva. Altura, 260 mms.

9. VARAS DE PALIO, de plata realizadas por Damián de Castro desde el 14 de octubre de 1758 al 20 de septiembre de 1760. Su importe total alcanzó a 4.843 reales de vellón. Son cuatro varas.

10. CRUZ PROCESIONAL, de plata repujada. Manzana agallonada, en forma de pera con símbolos del Antiguo Testamento. Cruz de remates florenzados, con adornos de rocalla y símbolos marianos. En el anverso, medallón con un símbolo mañano. Encargada a Damián de Castro el 6 de junio de 1761 y concluida el 3 de noviembre de 1762. Importó 2.019 reales de vellón más la entrega para fundirla de la cruz antigua de plata que pesó 146 onzas. Punzones: Aranda con flor de lis, león y CASTRO Altura, 780 mms. Ancho 520 mms.