Santaella, la villa elegida, la sabia, orgullo de tantos como nacimos y cobijamos bajo mariano amparo.
Tierra iluminada por la estrella de María Santísima del Valle que a orillas de su extensa campiña espera ansiosa la llegada del mes de septiembre. Y para tal ocasión mi querida villa santaellana elegantemente se prepara.
En sus pequeños y fuertes pies, zapatitos de verdes y frescos campos de algodonales con amarillas lanzadas de girasoles.
Para engalanar su finísimo talle, el hermoso traje blanco de cal blanca de sus casas mas añejas.
Con luz clara de la amanecida se maquilla dulcemente las mejillas de su bonita cara.
Como suave perfume, el fresco aroma que exhala el azahar en flor de los naranjos de sus calles.
De su atusado cabello prendida una rosa roja apasionada, en forma de oración cristiana y mariana.
Y bajo un cielo azul inmaculado, a orillas de la fértil campiña sale Santaella a recibir con los brazos abiertos a sus hijos que un día partieron.
Ya casi quedo atrás el verano y como cada 8 de septiembre llega a nuestra tierra la Feria, arropada de brisa fresca. Aún quedan algunos vencejos y gorriones que suenan a sevillanas, con el aviso de que la primera ya se esta cantando anunciando lo bonita que estás, Santaella, cuando te engalanas para tu feria.
Santaella, villa elegida y sabia, de soleados amaneceres y azules e interminables atardeceres. Eres villa centenaria, cristiana y mariana; dueña y señora de puntiagudas espadañas que señalan siempre hacia la sabiduría de tu Virgen del Valle.
Santaella, eres así, villa rebosante donde es más azul el azul del cielo, donde la luz blanca es más blanca, donde la feria es mas feria. Has sido tú capricho de tantas y tantas razas, fenicias, romanas, árabes... Y por encima de todo eres cristiana, humana y sabia, por eso me quedaré siempre a orillas de tu hermosa campiña.
Y me quedaré en Santaella para guardar tus tradiciones como oro en prenda, porque hasta una hermosa leyenda -aunque no fuese cierta cierta - cuenta que la misma Virgen del Valle paseo con San Francisco Patrón por tu mariana campiña sin dejar alegremente de suspirar, ¡ lo bonita que estás Santaella, cuando te engalanas para tu feria!
Queridos amigos y amigas, santaellanos y santaellanas llegados desde cualquier rincón de la geografía de España, ante todo daros nuestras más sinceras felicitaciones al celebrarse hoy el día del Ausente; vaya para todos vosotros nuestro más caluroso abrazo de bienvenida.
Como todos sabéis, el grupo de María Santísima de la Soledad accedió a participar con el Excmo. Ayuntamiento en la organización de algunos actos dentro de la Feria Real que se conmemora en honor a nuestra Patrona. Ante tal hecho no podíamos olvidarnos de los Ausentes.
Esta Hermandad comenzó hace cuatro años a realizar actos que engalanaran aún más nuestra Semana Santa, con su pregón de Soledad, con sus saeteros, con su cartel, etc. Hace ahora dos años nos atrevimos a hacerle un homenaje a una persona que siente la música como su corazón, nos referimos a D. Antonio Ruiz González. Y hoy nos atrevemos a homenajear a otra persona, esta vez a un ausente, esta vez a una persona que habitualmente tiene su residencia en tierras del norte de España.
Si difícil es presentar un acto tan emotivo como es dar el reconocimiento público de los méritos de alguien, peor o más difícil es hablar de él, de su familia, de su vida, de sus penas y alegrías, de los favores que tantísima gente de Santaella ha recibido de sus manos sin pedir nada a cambio.
Personas así merecen algo más que un ramo de flores; merecen que su pueblo les ofrezca públicamente su gratitud y eso es lo que pretendemos hoy aquí.
Sabemos que en su lugar de residencia ya se le han hecho homenajes y seguramente se hayan quedado cortos, al igual que hoy nos puede pasar a nosotros. Pero éste es el primer reconocimiento que se le va a hacer en su Santaella del alma y lo va a recibir de quien menos se lo espera. Creemos que existen otros entes, tanto oficiales como de otra índole que serían los más adecuados para hacer estos actos y queremos que sepan que va siendo hora ya de rendir homenaje a quien lo merezca. Sí, ahora en vida, no cuando ya no estén con nosotros y el único reconocimiento posible sea llevar flores al lugar que todos iremos.
Nuestro querido personaje nació allá por 1943. Su infancia la paso obviamente en Santaella. Sus primeros juegos infantiles junto a su pandilla los hacia en los enramados de Rafael el del horno, en las arenillas, en los higuerones; las personas más mayores se acordaran mejor que nosotros de estos entrañables lugares.
Cuando los niños se cansaban de jugar iban a beber agua a la fuente del Santo. Como su estatura no les permitía beber en el caño nuestro amigo fabricaba con las hojas mas anchas de los cañaverales que había junto a la fuente unos vasos para beber más cómodamente.
Curso sus primeros estudios en el antiguo pósito, entre las aulas de don Paco, don Rafael Amaya, don Antonio Alijos y don Manuel López.
Sus primeros pinitos laborales llegaron de la mano de Romualdo Aguayo como aprendiz de zapatero.
En su juventud formó con sus amigos una comparsa para cantar villancicos en Navidad. Tal fue su éxito que llegaron a ser
conocidos como "Orquesta La Miseria". Ellos mismos fabricaban productos de 'tecnología' como el micrófono que utilizaban, hecho por Antonio Palomo con un palo y que con gracia enchufaban a la red eléctrica de la casa donde actuaban.
Cierto año la pandilla de amigos ideó montar una cabalgata de Reyes Magos, en competencia total con la que organizaba el propio Ayuntamiento regido por aquel entonces por don Juan Palma, el practicante. Se apañaron un burro con un serón y fueron recogiendo los juguetes de las casas
para posteriormente entregarlos, anotando en ellos los nombres de los niños. Ellos mismos pagaron de sus pobres bolsillos los caramelos. La cabalgata de nuestro amigo triunfó notablemente sobre la del Ayuntamiento. Poco después inicia su servicio militar como voluntario en la base aérea de Tablada.
A mediados de los años sesenta comienza en Santaella un éxodo de familias hacia Madrid y hacia Cataluña. Su padre, con todo el dolor de su corazón por dejar el pueblo, arrastra a su familia hacia Barcelona. Se instalan en una casa en Viladecans, cerca del campo, en el barrio de Albarrosa. En dicha casa nuestro personaje podía ver campo abierto desde la ventana, incluso una cerca de animales al paso de la estación de autobuses.
Ya en Barcelona amplió estudios para poder optar a mejores trabajos. Atrás dejó a su novia, a la que veía sólo en contadas ocasiones; en Semana Santa, en Navidad o en alguna que otra fiesta popular como la Feria. Pero la distancia no es obstáculo cuando los sentimientos son firmes y a finales de la década contrae matrimonio con la que hoy es su amantísima esposa y se instalan definitivamente en Viladecans. Es un periodo feliz enturbiado únicamente por el fallecimiento repentino y prematuro de su padre Salvador. Allí nacen sus dos hijos, allí renace su nueva vida aunque sin olvidar su Santaella del alma, sus amigos y familiares que quedaron aquí, su Virgen del Valle...
Comenzó trabajando en la construcción pero poco después entró en la Universidad Autónoma de Barcelona como ayudante de intendencia. Su ascenso allí fue meteórico ocupando al poco tiempo puestos de máxima responsabilidad.
Naturalmente muchos de los presentes ya saben de quien se trata, a algunos ya se les están enrojeciendo sus ojos, las lagrimas están expectantes para dar el pistoletazo de salida, ¿verdad?
Allí en la Facultad de Medicina y en el Hospital de San Pablo donde se encuentra conoció y entabló amistad con lo mejor de la Medicina en Cataluña, muchos de ellos gente igual que él, de corazón generoso. La amistad abre todas las puertas y por esas puertas abiertas por nuestro amigo pasaron muchas personas de Santaella para tratarse de enfermedades graves, en casi todos los casos de forma gratuita. Todo ello sin ningún interés, casi anónimamente, todo por sus paisanos.
La persona que hoy nos acompaña ha sido y es bandera de Santaella en toda Cataluña y ha sido y es buque insignia de todos los ausentes por los cuales siempre ha luchado, llevando a esas tierras catalanas nuestra cultura, nuestra fiesta y nuestra alegría. Aún recuerdo que en mi etapa de Concejal de Cultura allá por los años ochenta, tuve el orgullo, junto al esfuerzo de todos los ausentes y de los respectivos Ayuntamientos, de llevar la Coral Diego Manrique a Viladecans. A partir de ese día los intercambios culturales no han cesado.
Sabemos que lo que te hoy te ofrecemos es poco por tanto trabajo realizado, tanto esfuerzo en pro de Santaella y los santaellanos dispersos por la geografía española.
Señoras y señores, pongámonos en pie con el corazón abierto para recibir en este improvisado escenario a don JUAN DELGADO RAMÍREZ.
CRISTOBAL RIO
Santaella, 10 de septiembre de 2004